16.033, EL NÚMERO DE LA
VERGÜENZA
FRANCESC MATEU I HOSTA
20
de junio, día de las personas refugiadas. Hace años, esta fecha merecía escasos
titulares. Pasaba de soslayo; sin hacer ruido y por la puerta de atrás. La
aparición de algunas noticias aquí y allá era fruto del constante compromiso de
las organizaciones sociales que trabajan por la defensa de los derechos de
quienes tienen que abandonar sus hogares. La situación dio un giro hace tres
años. Desde entonces, mucho se ha publicado y no solo coincidiendo con ese día.
En nuestra retina colectiva quedan imágenes de chalecos amontonados en las
playas de Lesbos, el pequeño Ayllan Kurdy o la vista aérea de la patera del
World Press Photo de 2015.
Qué
ha pasado, entonces. Por qué hoy el día de las personas refugiadas merece
tertulias, titulares, debates, críticas… Por qué se escriben numerosos
artículos, se hacen amplias declaraciones y se organizan movilizaciones
sociales. ¿Ha cambiado algo sustancialmente? ¿Hay ahora más población refugiada
que hace tres años? ¿El problema es mucho más grave?
La
respuesta sincera, es que no. El problema es grave, sin duda, pero no mucho más
grave que hace unos años. La diferencia es que esta vez una pequeña proporción
de personas ha llegado a las playas donde nos bañamos en verano. A nuestra
sacrosanta frontera. Pero el problema, en realidad, no es que hayan llegado; el
problema es que somos incapaces de acoger ni siquiera a un número testimonial
de refugiados. El problema es que estamos incumpliendo la legislación internacional
de la que la propia Europa se dotó por si tenía una tercera guerra y para
garantizar los derechos humanos de quien se ve obligado a huir.
Mucho
más allá de la mal llamada “crisis de refugiados”
Este
día no se creó para dar respuesta a la mal llamada “crisis de refugiados”. Se
creó porque, más allá del millón de personas que han llegado a Europa, hay 65
millones huyendo de sus casas por conflictos. Una cifra que asciende a 225
millones si se tienen en cuenta otras causas que expulsan a la gente de sus
hogares. Este día se creó para esas personas. Para garantizar los derechos de
quienes buscan refugio en el lago Chad, en Líbano, en Jordania, en Níger, en
Honduras, Afganistán o México.
Seamos,
pues, conscientes de que España en realidad se ha comprometido con una parte
muy pequeña de la punta del iceberg. Una cifra ridícula de un todo enorme. Un
mínimo gesto que el gobierno es incapaz de cumplir. 17.337 personas, con sus
vidas, sus sueños, sus planes de futuro. Esa cifra es el pedacito al que se
comprometió el Gobierno. De ella, aún quedan por llegar 16.033 personas; el
número de la vergüenza de un Estado que no ha entendido qué significa estar en
este planeta y que no entiende la política exterior excepto para comprar y
vender (entre otras cosas, armas que, por cierto, atacan a algunas de las
personas que buscan refugio).
Más
que preguntarnos por qué llegan, deberíamos preguntarnos por qué se encuentran
en una situación sin salidas que les expulsa de sus ciudades. Los gobiernos
(incluido el español) no pueden eludir las responsabilidades internacionales
–por acción u omisión– en los conflictos y crisis que provocan tales
situaciones. Los expulsamos de sus países para no dejarles entrar en los
nuestros.
Es
justicia
Los
compromisos de los Estados pobres y ricos son vergonzosamente dispares. Los
seis países más ricos del mundo – que poseen más de la mitad del PIB mundial–
acogen tan solo al 8,8% de la población refugiada mundial. Los seis países que
acogen a más de la mitad de los refugiados del mundo no tienen siquiera un 2%
del PIB mundial. ¿De verdad no hay capacidad? Lo que no hay es voluntad política ni compromiso
humanitario.
No
se trata de generosidad, ni siquiera de solidaridad; es justicia. España debe
responder a la legalidad internacional. El Gobierno debe cumplir de una vez el
compromiso que asumió con la Unión Europea. El tiempo se agota y no vemos
voluntad ninguna para acoger a las 16.033 personas que tienen que llegar antes
del 26 de septiembre. Inventar excusas y elaborar discursos enrevesados que
eluden responsabilidades atenta directamente contra la dignidad de las personas
refugiadas –e incluso contra la de la población española–. Basta ya.
Este
20 de junio cientos de localidades saldrán a la calle para repetir una vez más
que queremos que vengan, que queremos acoger. Exigiremos al gobierno que cumpla
el mínimo al que se comprometió y que siga avanzando en la senda de la acogida.
Le exigiremos que vaya mucho más allá de la ridícula punta del iceberg y piense
en los 65 millones de personas restantes. No hacerlo lo haría cómplice de una
de las etapas más miserables e indignas de nuestra historia reciente.
Francesc
Mateu i Hosta (@frmat ) es vicepresidente de la Coordinadora de ONGD
Especial
migración y refugio de la Coordinadora de ONGD
Campaña
VenidYA
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