REFLEXIONES SOBRE LA COYUNTURA
FEMINISTA
POR LAURA DRAGNIC E IRUNE
MARTÍNEZ
El
movimiento feminista no está en crisis Hace unos días, Izquierda Diario publicó
un artículo en el cual se plantea la existencia de una ‘crisis’ en el
movimiento de mujeres, como si esta se hubiese desencadenado a partir de un
álgido debate en relación a cuáles deben ser las proyecciones estratégicas del
movimiento feminista. Esta […]
Hace
unos días, Izquierda Diario publicó un artículo en el cual se plantea la
existencia de una ‘crisis’ en el movimiento de mujeres, como si esta se hubiese
desencadenado a partir de un álgido debate en relación a cuáles deben ser las
proyecciones estratégicas del movimiento feminista. Esta crisis es
caracterizada como una contraposición entre el feminismo radical y el feminismo
socialista, sin embargo, en ningún momento se clarifica qué lineamientos
políticos son los que pertenecen a cada uno de estos feminismos. Por ‘radical’,
hasta el momento, se ha comprendido como toda quien esté en desacuerdo con las
decisiones tomadas por determinada organización. Y, por otro lado, por
‘socialista’ se ha entendido a toda quien comparta dichas resoluciones.
La
liviandad con la que se ocupan ambos conceptos demuestra que la actual
coyuntura no refleja un quiebre que sea producto de la depuración de una
discusión estratégica propiamente tal. Pues, en principio, tanto el feminismo
radical como el feminismo socialista no tienen dentro de sí posturas unívocas.
Así, ser feminista socialista puede significar comprender la realidad de
maneras sustancialmente distintas. Para ejemplificar, desde el feminismo
socialista se puede comprender que el patriarcado es un mero producto del
capitalismo, y por ende que la lucha contra el patriarcado tiene un lugar
secundario en el actuar revolucionario, o bien, que el patriarcado y el
capitalismo son sistemas independientes que coexisten y se relacionan entre sí,
y por lo tanto, debemos luchar activamente contra ambos a la vez; e incluso,
creer que existe un único sistema que puede denominarse ‘capitalismo
patriarcal’ o bien ‘patriarcado capitalista’ al cual debemos, primero,
comprender en toda su complejidad, y luego combatir en su totalidad. No
pretendemos hacer un recorrido de todas las posibilidades teóricas que pueden
subsumirse bajo el título ‘feminismo socialista’, sino solamente dar cuenta de
la diversidad existente y de lo disímiles que pueden llegar a ser. Lo anterior,
no tiene una relevancia meramente académica, sino que profundamente práctica y
política. Ya que situarnos dentro de una de estas posibilidades nos permitirá
tener mayores claridades respecto de cuál es la estrategia y por lo tanto, de
cuál debe ser el quehacer del movimiento feminista en miras a la aniquilación
de las relaciones patriarcales.
Un
punto de partida para la discusión estratégica
Como
feministas socialistas creemos que existe una relación orgánica y constituyente
entre las relaciones patriarcales y las relaciones de producción. En ese
sentido, creemos que la forma orgánica de disputar el capitalismo patriarcal es
mediante organizaciones mixtas que se definan a sí mismas como antipatriarcales
y anticapitalistas. La convicción de que la transformación tiene que ser a la
realidad toda, significa para nosotras que hoy la militancia de izquierda feminista
debe ser reivindicada como una apuesta estratégica de disputa política. Ahora
bien, esta intuición no implica, en ningún caso, pasar por alto las
dificultades que esta apuesta representa, pues somos conscientes de que las
organizaciones políticas de izquierda históricamente han menospreciado,
invisibilizado y negado la relevancia de las demandas feministas. De manera que
es fundamental buscar formas que hagan frente a este obstáculo histórico.
Por
un lado, la organización mixta debe reconocer la necesidad de propiciar y
defender la existencia de espacios de mujeres a la interna de nuestras
organizaciones. La masculinización de la política hace urgente que existan
espacios de encuentro y de reflexión que permitan el empoderamiento de nuestras
compañeras. De manera que construir desde una organización mixta no obsta la
existencia de espacios propios de mujeres, donde podamos reconocernos
mutuamente como sujetas de cambio. Ahora bien, aun cuando generemos espacios
que permitan nuestro empoderamiento, esto no obsta a que la militancia mixta
implique reconocer que nuestra vida militante existirá en constante
tensionamiento y contradicción, pues nadie es ajeno –ni siquiera la sujeta y el
sujeto revolucionarios- al sistema patriarcal que hoy define la historia. Consideramos
que esta tensión puede ser enfrentada mediante la autocrítica consciente, donde
como organizaciones nos cuestionemos constantemente en pos de nuestra continua
transformación. Inevitablemente existirán errores, los espacios organizativos
no son ajenos a los conflictos patriarcales –ni de clase– presentes en la
sociedad, pero debemos ser capaces de identificarlos y reconocerlos, generando
aprendizajes que nos hagan crecer y avanzar. Evidentemente, habrá situaciones
en que la autocrítica no será suficiente y en las que habrá que tomar medidas
más severas y tajantes.
Así,
la autocrítica y el reconocimiento de los errores cometidos por nuestros
espacios organizativos es el único escenario que posibilita la existencia de la
militancia feminista de izquierda, por lo que su defensa no puede ser una
justificación para evitar la autocrítica, mucho menos una razón para la defensa
de la organización propia ni de personalidades particulares.
Las
diferencias tácticas no niegan la posibilidad de coordinación política
Como
hemos intentado mostrar, el debate estratégico no se ha dado aún dentro del
movimiento feminista, y tampoco observamos que la actual coyuntura sea un
reflejo de este debate, mucho menos en la profundidad y complejidad que este
merece. El movimiento feminista, en gran parte, ha sostenido discusiones que
corresponden, más bien, al plano de lo táctico y se ha ido materializando en
función de ciertos lugares comunes. Creemos que esto ha sido sumamente
necesario para el momento histórico en el que nos encontramos; con un
movimiento feminista que se encontraba debilitado después de la dictadura y que
ha comenzado a fortalecerse a punta de trabajo honesto y coordinado entre
feministas de todas las corrientes. La necesidad de mantener ese trabajo coordinado,
en miras a alcanzar un horizonte común, no ha desaparecido. Pues creemos que el
fortalecimiento de este movimiento sigue siendo profundamente necesario, lo que
significa, en este plano, aumentar los esfuerzos por privilegiar las
coincidencias antes que las diferencias. Es por esta razón que hacemos hincapié
en la necesidad de la autocrítica consciente, pues sólo ésta nos permitirá la
coordinación en el trabajo político y proteger los espacios que la hacen
posible.
El
estado de cosas sigue requiriendo de este esfuerzo, pues el devastador
capitalismo patriarcal nos sigue matando, y obviar la brutalidad del momento
histórico nos hará retroceder, cuando lo que debemos hacer, lo que tenemos que
hacer, es avanzar. Lo que planteamos es que este trabajo honesto en miras a
alcanzar un horizonte común, no tiene por qué verse amenazado por el debate
político. Por el contrario, tenemos la convicción de que se verá fortalecido
por el debate estratégico. Ser capaces de poner a un lado legítimas diferencias
para avanzar en conjunto no puede significar obviar su existencia, sino que
tiene que ser condición de posibilidad para que estas se expresen y dialoguen,
enriqueciendo los espacios organizativos feministas. Pues la miserable realidad
en que vivimos hoy como mujeres y disidencia sexual, nos exige actuar
coordinadamente.
La
coyuntura re-abre el debate táctico, pero aún no el estratégico
Creemos
que la coyuntura que se ha abierto no permite que el debate estratégico se dé
en los términos que hemos intentado proponer. Dicho debate debe darse, pero en
términos reales, y no meramente discursivos, de manera responsable. Ahora bien,
esta coyuntura sí abre la posibilidad para discutir, de nuevo en el plano
táctico, sobre los métodos que utilizamos para hacer frente a la violencia
machista. La pregunta que nos parece más interesante es cuál es el rol de las
feministas ante actos de violencia machista, sobre todo cuando dichos hechos se
dan dentro de nuestras organizaciones políticas.
Sobre
los objetivos de enfrentar los casos de violencia machista
Uno
de los fructíferos y necesarios lugares comunes en los que ha actuado
tácticamente el feminismo de los últimos años, ha sido en el enfrentamiento de
los casos de acoso sexual en distintos espacios públicos de nuestra sociedad.
Sin embargo, no hemos sido lo suficientemente claras a la hora de identificar
cuáles son los objetivos y límites de hacernos cargo activamente de esta
realidad. Ante esta pregunta, es necesario afirmar que no porque identifiquemos
y combatamos los casos de violencia que se nos vayan presentado, significa que
le hagamos un daño sustancial al sistema patriarcal. Enfrentarnos a esta
realidad no tendrá como consecuencia su destrucción. Sin embargo, hasta el
momento, gran parte del trabajo feminista se ha enfocado en hacer frente a
dicha violencia. Ahora bien, con esto no queremos decir que hacernos cargo de
los casos de violencia machista no sea una necesidad de suma urgencia. Sino que
planteamos que es fundamental tener claro los límites de dicho accionar. Para
que el hacerse cargo de casos de violencia machista tenga rendimiento táctico,
es esencial que responda a ciertos objetivos que comprendan la envergadura del
sistema patriarcal. He ahí la importancia del debate estratégico.
Entonces,
¿cuáles son los objetivos alcanzables –desde una perspectiva materialista- al
enfrentar los casos de violencia machista? Consideramos que son principalmente
tres. El más evidente es que el enfrentamiento de estos casos es una condición
de posibilidad para que las mujeres podamos ocupar espacios organizativos de
diversos tipos, los cuales como sabemos, han sido a través de la historia,
profundamente machistas. Al enfrentar estos casos estamos llevando a cabo una
acción política que permite que nosotras como mujeres nos vayamos sintiendo
cada vez más seguras, protegidas, escuchadas y comprendidas. De manera que la
creación de espacios más seguros permitirá el desarrollo del segundo objetivo
que identificamos, el empoderamiento y reconocimiento de las mujeres. El
enfrentar casos de violencia machista puede permitir que las mujeres vayamos
reconociendo el haber sido víctimas de violencia, sin que eso signifique una
victimización constante, sino que sea un punto de partida para el
empoderamiento de nosotras como sujetas de cambio. Por último, el tercer
objetivo, que no es en realidad un objetivo en sí mismo, sino que opera como
consecuencia de los dos anteriores, el hacerse cargo de casos de violencia
machista permite la visibilización de la existencia de ésta.
Así,
el objetivo principal de enfrentar casos de violencia machista no será ser vía
para erradicar la violencia machista de los espacios organizativos y espacios
públicos en general, sino que responderá a los objetivos señalados en el
párrafo precedente, es decir, posibilitar el ingreso de la mujer a los espacios
públicos, principalmente a los espacios de elaboración política. Esto debe
verse reflejado en nuestra acción política. Transformar un sistema totalizante
y complejo no se logrará mediante acciones concretas, pero ellas si
posibilitarán la existencia de espacios de elaboración política donde se
cuestionen aquellos conflictos estructurales; esto será lo que nos permita
transformar la realidad.
Cuando
señalamos que la principal importancia que tienen estos instrumentos es ser
condición de posibilidad de la participación de mujeres y disidencia en
espacios organizativos, nos referimos, en último término, a lo que nos permite
pasar de la reacción a la acción política. En cuanto nuestros espacios
organizativos sean espacios donde podamos participar en igualdad real,
material, entonces podremos mirar con mayor claridad el problema estructural.
La acción política requiere disputa, pero esa disputa no puede existir sin
nosotras. Pero ser conscientes que requerimos pasar a la acción, al
cuestionamiento profundo del sistema, nos permite no perdernos y, de nuevo,
avanzar.
Sobre
los métodos para enfrentar casos de violencia machista
Ahora,
habiendo identificado los objetivos que creemos tiene el enfrentar la violencia
machista dentro de nuestros espacios organizativos, debemos hacernos cargo de
cuáles son los métodos que debemos utilizar, que respondan a dichos objetivos.
En
relación a la potencialidad de recurrir al punitivismo, es decir, a la sanción,
como instrumento para enfrentar casos de violencia machista. Creemos que
existen ciertas conductas que hacen imposible la participación política de
ciertos compañeros dentro de nuestros espacios de elaboración política, pues
dichas situaciones imposibilitan la participación de la compañera afectada, y
de las demás compañeras en dichos espacios. Esas conductas deben ser
investigadas y sancionadas en base a ciertas herramientas construidas
colectivamente, y en base a principios feministas, como lo son los protocolos
contra el acoso y la violencia machista. Ahora bien, creemos que dicha
herramienta no es la que se hace cargo realmente del problema. En ese sentido,
se han planteado como métodos alternativos la reeducación y el acompañamiento y
sanación de la víctima. Dichos métodos permiten poner nuestros esfuerzos en lo
más relevante, a saber, el sentir de la compañera que ha sido víctima de estos
actos. Además, permiten hacernos cargo del actuar del compañero, buscando que
erradicar dichas conductas, más que obviar el problema y entregarlo a otros
espacios, arriesgando que dichas conductas se repliquen en contra de otras
compañeras.
De
esta manera, más allá de la verificación de los hechos presentados en las
denuncias, nuestra prioridad política debe estar en hacernos cargo del sentir de
la compañera, pues si ella manifiesta haber sido víctima de violencia machista,
esto debiese ser suficiente para acompañarla y escucharla. Nuestros esfuerzos
deben estar puestos la generación de instrumentos que nos permitan hacernos
cargo de este proceso de sanación, buscando mejorar nuestras herramientas para
llevar a cabo este acompañamiento.
Algunas
conclusiones
Lo
que hemos tratado de proponer en esta reflexión es que la actual coyuntura no
refleja la depuración de un debate estratégico, ni tampoco responde a una
“crisis” al interior del movimiento de mujeres. El debate estratégico está aún
pendiente, y disfrazar un conflicto que tiene su origen en una profunda
carencia de autocrítica de una organización política y en la defensa del
aparato propio como aquello tiene el riesgo de evitar que dicho debate se dé en
términos serios y responsables.
El
movimiento feminista ha mantenido, en gran parte, discusiones que corresponden,
más bien, al plano de lo táctico. Y esa es la potencialidad que vemos en esta
coyuntura, la posibilidad de discutir sobre los métodos que utilizamos para
hacer frente a casos de violencia machista. Dichos métodos deben responder a
ciertos objetivos, a saber: generar condiciones de posibilidad para la
participación de mujeres y disidencia en nuestros espacios organizativos;
permitir el empoderamiento y reconocimiento de nuestras compañeras; y,
finalmente, la visibilización de la existencia de esta violencia, estando
conscientes de que una respuesta o sanción particular –como ocurre en los casos
de violencia patriarcal- no derrumbará el sistema patriarcal.
En
cuanto a los métodos en concreto, creemos que debemos cuestionar el recurso a
la sanción como la principal forma de erradicación de estas conductas, y que
nuestra prioridad política debe estar puesta en generar herramientas que
posibiliten el acompañamiento y sanación de la víctima.
Finalmente,
reafirmamos nuestra apuesta por el fortalecimiento del movimiento feminista y
de sus espacios organizativos, pues el devastador y miserable capitalismo
patriarcal nos continúa matando, todos los días y en todos los territorios. Hoy
debemos luchar coordinadamente, disputando un feminismo popular, que salga de
los espacios de elite y que llegue a aquella sujeta que vive en su cuerpo, y de
la forma más cruel, todas las opresiones: a la mujer pobladora, trabajadora,
migrante, indígena. Hoy lo que tenemos que hacer es avanzar.
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