MILLONES DE SERES HUMANOS SIGUEN
EN LA INVISIBILIDAD
PABLO
JOFRE LEAL
Hace
un año atrás, en el Día Mundial del Refugiado, mis amigos de la Fundación
Cultural Oriente – www.islamoriente.com - me propusieron escribir un artículo
con referencia a esta conmemoración y dar cuenta del estado de este fenómeno de los refugiados ya convertido
más que en un hecho puntual, en una situación crónica, alarmante y sobre todo
con profundas repercusiones en las sociedades sometidas a guerras de agresión,
conflictos internos o dificultades de todo tipo que han forzado a su población
a emigrar.
Hasta
el 12 de junio 75.044 personas han arribado de su país en este 2017.
Un
año después de aquella petición y la correspondiente publicación del artículo
en las páginas del portal de islamoriente y a pesar de palabras y referencias,
discursos emocionados, miles de millones de dólares entregados para
supuestamente apoyar a los millones de inmigrantes – convertidos al paso de las
semanas en un pago para impedir su saludad de los territorios donde estaban
hacinados, como es el caso de Turquía que recibió 6 mil millones de euros de
parte de la Unión Europea – a pesar de todo ello, millones de seres humanos
siguen en tierra de nadie, estacados unos, moviéndose de sitio en sitio otros,
desplazándose en su propio país o
emigrando otros millones pues el suyo ya no es un sitio seguro. Nada ha
cambiado en materia de la condición de millones de seres humanos en condición
de refugiados.
Cruzan
desiertos, selvas, montañas, se ahogan en los mares que se suponen deben unir
al ser humano. Viven hacinados en tiendas precarias, malnutridos,
sobreviviendo, añorando sus hogares y soñando construir uno. La conmemoración
del Día Mundial del Refugiado saca de las sombras un fenómeno que más allá de las
palabras de buena crianza y lo políticamente correcto, debe avergonzarnos
porque no hemos sido capaces de cambiar en modo alguno esta situación que
afecta a millones de seres humanos, nuestros hermanos y hermanas sin esperanzas
cercanas de una mejor vida.
Para
los organismos internacionales, como es el caso del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados -ACNUR– cuya definición ha sido acordada
como “aceptable” y derivado de la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de
los Refugiados, un refugiado es “una persona que debido a fundados temores de
ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un
determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera de su país
de nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a
la protección de su país; o que careciendo de nacionalidad y hallándose, a
consecuencia de tales acontecimientos fuera del país donde antes tuviera su
residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores no quiera regresar a
él”.
La
Organización para la Unidad Africana – continente con un amplio historial de
refugiados y desplazados define como refugiado “a toda persona que debido a una
agresión externa, ocupación, dominación extranjera o eventos que afecten seriamente
el orden público de una parte de su país de origen o de nacionalidad, es
forzado a buscar refugio en otros
lugares fuera de su país de origen o nacionalidad” se entiende esta definición
como más amplia, pues habla de sujetos que huyen de su país no sólo por
problemas con el gobierno de turno, sino que también del sufrimiento y del
dolor.
Muerte
como titulares
Sin
duda que el convenir sobre el qué se habla cuando se habla de refugiados, es
conveniente, enmarca y nos ubica en el contexto de un drama, que como uno de
sus efectos ha generado la mayor ola migratoria desde la Segunda Guerra
Mundial. No una crisis, sino que un éxodo forzoso tras los procesos de agresión
contra países de Oriente medio como Siria, Irak y Yemen, fundamentalmente y que
no tiene posibilidades de predecir un momento de freno a esta crisis, que
sintomáticamente afecta más a los países vecinos de las naciones agredidas o
con conflictos internos, dificultades económicas y catástrofes naturales, que a
aquellos que como Europa suelen levantar la voz aterrorizados ante la
posibilidad de tener que acoger a ciudadanos considerados como una amenaza al
modo de vida.
“Los
refugiados, según cifras entregada por ACNUR, en su informe anual con datos del
año 2016, muestran un incremento de un 55% con relación a las cifras del año
2015. 65.6 millones de hombres y mujeres, migrantes forzosos y que producto de
guerras de agresión, invasiones, luchas civiles, actividades de grupos
terroristas huyen buscando zonas más seguras,
en momentos que las posibilidades de encontrar asilo y protección se
restringen día a día, Sobre todo para aquellos seres humanos provenientes del
Magreb, del Sahel, de Sudán y de Sudán del Sur, Somalia, Eritrea, de Siria, la República
Democrática del Congo y la República Centroafricana, Colombia, Irak y
Afganistán fundamentalmente.
En
su informe "Tendencias mundiales de desplazamiento forzado", que se
presenta anualmente en la víspera del Día Mundial del Refugiado (que se
conmemora cada 20 de junio), la agencia de la ONU a la que hacemos referencia
explica que esta cifra de 65.6 millones de refugiados significa, que una de
cada 113 personas en el mundo está desplazada actualmente. Es decir, si todas
estas personas formaran un país, sería el tercero más grande de Latinoamérica,
después de Brasil y México y el Número 24 del mundo.
De
esta descomunal cifra, este informe nos señala que 42 millones corresponden a
desplazados internos, aquellos que escapan de las zonas de guerra o devastación
de un país y se trasladan a zonas “más seguras”. 20 Millones considerados como
“refugiados” es decir, aquellos que
salen en busca de ese lugar que les evite la muerte, generalmente a países
vecinos y finalmente 3.6 millones de hombres y mujeres que conforman ese
contingente conocido como “peticionarios de asilo” y que son los que vemos
aparecer en las noticias, cuando se les cierra las fronteras en Hungría,
Eslovenia, mueren hacinados en camiones atestados en las carreteras europeas o
tratan de cruzar desde Francia a Inglaterra. Se les ve ensartados en las rejas
de Ceuta y Melilla, asesinados por las bandas dedicados al transporte de
migrantes, abandonados a su suerte en el desierto del Sahara o mueren ahogados
por miles al tratar de llegar a las costas europeas desde puertos de Libia- más
de 2 mil sólo en este primer semestre del año 2017 según informes de ACNUR.
Siria,
quien sufre una cruenta guerra de agresión desde marzo del año 2011, es el país
con mayor número de personas que se han desplazado internamente – 9 millones de
seres humanos – a los cuales hay que sumar cinco millones de refugiados,
radicados principalmente en campos de refugiados en Turquía, El Líbano, Irak y
Jordania y sobre todo a partir de fines del año 2014 con un lento pero
sostenido objetivo de llegar a Europa, utilizando para ello diversas vías de
salida. Una Europa que el coro mediático de las grandes potencias es presentada
como una región que sufre una severa crisis de inmigración cuando en realidad
el número de personas que busca protección en la Europa de los 28, sólo alcanza
el 0,15% del total de su población, conformada por 510 millones de habitantes.
Han salido más europeos producto de la crisis económica, que refugiados
provenientes de países donde los gobiernos de esa misma Europa suele hacer
negocios, financiar bandas terroristas, alentar la caída de gobiernos como el
libio, invadir a Afganistán, Irak o tratar de derrocar al gobierno sirio.
La
ACNUR consigna que el 86% de los refugiados del mundo son acogidos por países
en vías de desarrollo. Los ejemplos confirman esta información. Turquía tiene
ya 2 millones de refugiados sirios. El Líbano suma 1.4 millones – el 25% de su
población – Jordania tiene en su territorio a 700 mil refugiados sirios y en
Irak, en la zona controlada por los Kurdos, existen 300 mil refugiados. La República Islámica de Irán acoge, por su
parte, a un millón de refugiados afganos y 200 mil iraquíes.
Medios
de prensa internacionales, han destacado el tratamiento que la nación persa ha
dado a los refugiados afganos. “Con casi un millón de refugiados dentro de sus
fronteras, casi todos procedentes del conflicto afgano, la actitud de la
República Islámica de Irán constituye por su atención, dedicación y
generosidad, un modelo que la propia ONU considera “un ejemplo para el mundo”
que debe ser imitada. Acceso a un seguro médico universal como el que tienen
los iraníes, educación gratuita para casi 350.000 niños y adolescentes afganos
en las escuelas públicas, acceso a la universidad y a cursos de formación
técnica y el permiso para que los refugiados elijan libremente su lugar de
residencia son algunos de los rasgos del “tratamiento ejemplar” que Irán da a
los desplazados” La ACNUR ha destacado, que durante los últimos 35 años, Irán
ha sido uno de los países del mundo con mayor número de refugiados dentro de
sus fronteras a pesar de haber enfrentado una guerra contra Irak, bloqueos
internacionales y una situación de continua agresión por parte de Washington y
sus aliados.
Tal
vez el Día Mundial del refugiado tiene un mayor valor cuando hablamos de
solidaridad como la entregada por la sociedad iraní, que no distingue
nacionalidad para el apoyo y donde los niños y niños son una prioridad. Los
datos entregados por ACNUR muestran una dramática realidad: la mitad de los
desplazados forzosos son niños y de ellos 100 mil han escapado sin la compañía
de adultos. Niños principalmente de Afganistán, Siria, Eritrea y Somalia. Una
realidad, que sólo sale a la luz cuando alguno de esos pequeños muere ahogado
en alguna barcaza volcada en el Mediterráneo o llega a las playas de algún país
ribereños del otrora Mare Nostrum. Recordemos, que de acuerdo con la ONU, en lo
que va de año, más de 2000 personas han perdido la vida en el Mediterráneo, en
su intento por llegar a Europa.
Cifras
que remecen pero, que no han modificado el actuar de las grandes potencias,
principalmente Estados Unidos, la propia Unión Europea – a través de la acción
de países como Francia, Inglaterra y Alemania y sus socios de Oriente Medio
como Arabia Saudita, Israel, las Monarquías Ribereñas del Golfo Pérsico, que
son quienes han catalizado, desde el inicio del despertar islámico hasta hoy el
aumento de refugiados desde Siria, Libia
e Irak principalmente. Refugiados que buscan, lógicamente, mejores
perspectivas de vida y encaminan su pasos y se lanzan, por ejemplo, en
precarias embarcaciones a navegar, para llegar a una Europa que se resiste a
aceptar su responsabilidad, en la mayor ola migratoria desde la Segunda Guerra
Mundial.
Este
20 de junio, día en que se conmemoró el Día Mundial de los Refugiados, se
constata una gran ausencia en las cifras y el análisis que hace ACNUR u otros
organismos internacionales, mostrando con ello otro de los efectos de la
migración forzosa: la invisibilización de los pueblos. Se trata de los
refugiados palestinos, que conforman la mayor crisis de refugiados del mundo y
que año a año incrementa su número. La mayor y la más antigua crisis de
refugiados que tiene el mundo y cuya solución no se vislumbra cercana y donde
los intereses políticos, económicos e ideológicos hacen patente que sólo una
decisión firme y resuelta que obligue a la entidad sionista a retirarse de los
territorios ocupados, puede hacer valer el derecho de millones de palestinos de
retornar a su hogares.
Palestina
El
15 de mayo de cada año, desde 1948, los palestinos conmemoran la Nakba –
Catástrofe o desastre en árabe – significando el inicio del éxodo de millones
de hombres y mujeres, que tuvieron que abandonar su tierras, tras el conflicto que significó la
instauración de la entidad sionista en la región. Palestinos que viven, ya sea
en los territorios palestinos ocupados Gaza y Cisjordania y que podríamos
asimilarlos a desplazados internos bajo el poder de un potencia ocupante, tal
como la propia ONU lo señala al consignar que se encuentran bajo ocupación
militar. Como también en países vecinos.
Estos
palestinos, para todos los efectos de la legislación internacional son
considerados refugiados y deben regirse por las normas dispuestas, para
aquellos que habitan en los territorios ocupados por la Autoridad Nacional
Palestina – ANP – en el caso de Cisjordania y Hamas en la Franja de Gaza, que
controlan la seguridad y la administración civil de las áreas urbanas y rurales.
La denominada Agencia de las Naciones Unidas para la Ayuda a los Refugiados
Palestinos – UNRWA) – que atiende a los refugiados palestinos, ya sea en los
territorios ocupados o en países vecinos los define “como aquella persona,
primero, cuya residencia habitual era Palestina entre el 1 de junio de 1946 y
el 15 de mayo de 1948. Segundo, hombres y mujeres que perdieron sus hogares y
medios de vida a consecuencias del conflicto de del año 1948. Tercero, aquellos
que se refugiaron en alguno de los países o regiones donde opera la UNRWA y por
último, son considerados refugiados los descendientes por la línea masculina de
las personas que cumplen los requisitos 1 y 3”.
A
fines del año 2016 la UNRWA tenía registrados – en las zonas donde opera – a
más de cinco millones de refugiados de Palestina de los cuales un 33% vive en
50 campamentos distribuidos en Jordania – donde habitan 2.1 millones de
palestinos – Siria con 500 mil refugiados y sintomáticamente en la Franja de
gaza donde habitan 1.5 millones de palestinos, al UNRWA considera como
refugiado a 1.2 millones. En Cisjordania de un total de 2.5 millones de
habitantes un tercio de ellos son refugiados registrados, de los cuales 250 mil
viven repartidos en 19 campamentos.
Las
Naciones Unidas indica que “existen entre siete y ocho millones de palestinos
que viven en zonas de Palestina administradas por la ANP o están refugiadas en
tierras cercanas. Además, existen un gran cantidad de palestinos que se
encuentran en el resto de Oriente Medio, América Latina, Europa y Estado
Unidos Cerca de la mitad de los
palestinos son refugiados y viven bajo la tutela del Organismo de Obras
Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en
el Cercano Oriente – OOPS – y de la
UNRWA por sus siglas en inglés – Estos refugiados palestinos viven en la Franja
de Gaza, la Ribera Occidental y Jerusalén Oriental. También se encuentran en
Jordania, Siria, y el Líbano. Asimismo, más de un millón de refugiados viven
todavía en campamentos establecidos para ellos desde hace más de cincuenta años
en dicha zona”.
La
organización Inspiraction con un trabajo de apoyo a los de refugiados
palestinos en Cisjordania consigna que existen 19 campos de refugiados en ese
territorio ocupado, 9 en la Franja de
Gaza, 12 en Líbano, 10 en Siria, 10 en
Jordania, y otros miles de palestinos refugiados, que viven en Egipto, Yemen, Kuwait y Arabia
Saudí. Situación que ha significado, por ejemplo, ir cambiando la fisonomía de
muchos campamentos que comenzaron con tiendas inseguras, para devenir en
construcciones un poco más solidas, pero igualmente bajo condiciones socio
ambientales de enorme precariedad. La posibilidad de retornar a sus lugares de
origen choca día a día con la realidad de una ocupación militar israelí que no
cesa y que incrementa el número de colonos en los territorios ocupados, como es
el caso de la Ribera Occidental, donde ya 600 mil colonos se han asentado en
dicha zona.
Cifras
más o cifras menos, lo claro es que los refugiados palestinos, no sólo
constituyen una bofetada en el rostro para una humanidad que suele no ver este
drama, sino que una campanada de alerta respecto a que la solución, para esos
millones de hombres y mujeres debe ser una prioridad si se quiere avanzar hacia
la paz en la zona, tal como se debe vislumbrar y solucionar con Siria e Irak,
con el pueblo afgano, con países como Sudán y Sudán del Sur, Eritrea, Somalia,
parte importante de los países del África Subsahariana, sometida a las
presiones políticas y económicas de las grandes potencias que alientan la
división y el expolio. Solución también para el pueblo saharaui y los 200 mil
hombres y mujeres que habitan hace 42 años en los campamentos de refugiados de
Tinduf en la hamada argelina, producto de la ocupación de su territorio a manos
de la Monarquía marroquí. Los refugiados de estos pueblos son la constatación
que no puede haber paz mientras la agresión, la política del más fuerte, el
desprecio a los derechos humanos sigan siendo el pan de cada día.
El
conmemorar el Día Mundial del Refugiado nos llama a tener presente lo que el
resto del año parece estar en las sombras, que sólo sale a la luz cuando
cientos de inmigrantes naufragan y pasan a formar parte de la fosa común del
Mediterráneo u otros miles tratan de llegar al sueño europeo y reciben un
portazo en las narices y en su dignidad. No es posible hablar de paz sin
resolver el tema de 65.6 millones de seres humanos desarraigados, maltratados,
humillados y sometidos a la más miserable de las situaciones que puede vivir un
ser humano. La situación de los refugiados en el mundo, de tan cotidiano y
masivo ha generado la puesta en práctica de una política de hacer invisible
decenas de millones de seres humanos y negarles un futuro, cerrando las puertas
de aquellos países que hasta hace pocas décadas eran sociedades de inmigrantes.
El hacer invisible a algunos hace manifiesta las peores y más abyectas de las
miserias humanas.
Pablo
Jofré Leal
Islamoriente
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