Eduardo Sanguinetti
(Argentina)
La
indiferencia es feroz. Constituye el partido más activo, sin duda el más
poderoso de todos. Permite todas las desviaciones más funestas y sórdidas, como
la devenida en la instalación definitiva y concreta del capitalismo como modo
de vida de la aldea global, con las derivaciones funestas que derivan como
signo y síntoma de un sistema perverso y caduco que ya supo a lo largo de
décadas infames pulverizar cualquier proceso de autonomía y progreso en este
mundo.
Para un
sistema, la indiferencia general es una victoria mayor que la adhesión parcial.
En verdad, es la indiferencia la que permite la adhesión masiva a ciertos
regímenes, las consecuencias son por todos conocidas. Pero ¿qué sucedió para
que el mundo se debata nuevamente en esta instancia que tanto le ha cobrado en
tiempo y vida a los pueblos? La indiferencia casi siempre es mayoritaria y
desenfrenada. Esta indiferencia, este desentendimiento, esta falta de observación,
fueron obtenidos sin duda mediante estrategias sigilosas, obstinadas, que
introdujeron lentamente sus caballos de Troya y supieron sustentarse tan bien
sobre aquello que propagaban la falta de vigilancia , que fueron y siguen
siendo imperceptibles, y por ello tanto más eficaces. Son tan eficaces que los
paisajes políticos y económicos pudieron transformarse a la vista (pero no a la
conciencia) de todos sin llamar la atención ni, menos aún, despertar inquietud.
El nuevo esquema planetario, al pasar inadvertido, pudo invadir y dominar
nuestras vidas sin que nadie lo tuviera en cuenta, salvo las potencias
económicas que lo instauraron, hoy ya como un Estado de las cosas dentro del
marco de la Ley, ya que fue a través del sufragio que se llegó a tal situación.
Cuando
intervenimos (o creemos intervenir), todo está instalado desde hace tiempo. Se
ha evacuado de antemano el sentido mismo de la protesta. Más que encontrarnos
ante un hecho consumado, estamos encerrados en él. Por nuestra pasividad
quedamos atrapados en las mallas de una red política que cubre el paisaje
planetario en su conjunto. No se trata de determinar el valor positivo o
nefasto de la política que condujo a semejante sistema pudo imponerse como
dogma sin provocar reacciones y suscitando apenas algunos comentarios escasos y
tardíos en el periodismo convertido en empresa mediática al servicio de
capitales, con esclavos que lanzan la "noticia", la inteligencia al
servicio del poder manipulada por la seudo-oposición simulada y menor, tapando
la que en verdad debe ser escuchado por el público que asiste con ingenuidad a
un estado de esclavitud perversa y pervertida, que aniquila al individuo en
pleno uso de su individualidad y autonomía en posibilidad de pensar.
El
único recurso que todavía tenemos es "pensar". Dedicarse a pensar
cuando todo se opone a ello requiere audacia y coraje.
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