EL VUELO DE LA
PARDELA
37 AÑOS DE SILENCIO.
Graciliana Montelongo
Amador.
Aquella
mañana del verano de 1975 el sonido de las bombas despertó al pueblo del Sáhara
y a mí. Por aquellos años yo estaba allí. Había ido de viaje para conocerlo. Nunca olvidaré el
color de la tierra, el color de las puestas de sol y el regreso de las
estrellas. Aquí brillan de una manera
diferente… Los Tuareg (los hombres azules que habitan el desierto) y la
profundidad de su mirada. Sus costumbres, entre ellas, tomar el té a la puerta
de las casas. Casas que el gobierno
español les había construido. En esos momentos, la incertidumbre de lo que iba
a pasar caminaba por los zocos, caminaba por las mentes, colándose en las
jaimas de los saharauis. Los soldados la mayoría españoles y canarios, montaban
guardia y vigilaban las calles sobre todo de noche. Hasta que un día, la imagen que más me impactó fue ver un
entierro pasar por delante de la casa. Todos iban a pie, acompañando un féretro,
que cargaban a hombros entre los llantos de
una madre desolada. El ataúd era blanco, era pequeño. Un niño (su hijo)
de tan solo 5 años perdió la vida por coger una bomba. Él pensó que era un
regalo, que era un juguete. Pero era la
muerte disfrazada. Artefactos envueltos
en papel de regalo. Colocados en los
zocos, donde los niños jugaban. Muchos niños murieron en aquellos días (la maldad no tiene límites)
y muchos niños siguen muriendo hoy, en el silencio del desierto, en el silencio
de los culpables, en el silencio de las naciones…
Actualmente, el territorio del
Sáhara Occidental se halla dividido por un muro de más de 2.000 km de largo que
divide de norte a sur el Sáhara Occidental. La zona al oeste del muro, de
protección marroquí, es el territorio ocupado por Marruecos, llamado: Sáhara Marroquí, mientras que la zona al
este del muro constituyen los denominados por el Polisario territorios liberados o zona
defensiva para Marruecos.
¿Hasta
cuándo seguirá en pie este muro? ¿Cuándo será liberado este pueblo? ¿Cuándo
podrán volver a tocar el mar? A sentir el aroma del océano en su piel. El mar
en el que sus padres y abuelos disfrutaban en completa libertad. Este mar que
nos une y nos separa…
Nosotros acogemos por unos meses a los hijos
del desierto. Les damos comida, ropa, regalos. Los llevamos a los médicos. Les
mostramos una vida con toda clase de comodidades a la que ellos no están
acostumbrados. Conozco el testimonio de un niño que intentó
arrancar un grifo de un lavabo. Él quería llevarlo, como regalo a su madre, para que
ella no tuviera que ir a buscar agua fuera de la casa.
37
años de silencio por parte de España, por parte del mundo. 37 años esperando
una respuesta, esperando una solución. 37 años, son muchos años.
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