Eduardo
Sanguinetti
filósofo
rioplatense
Estamos
asistiendo al comienzo de un cambio profundo, que excede el ámbito del Río de
la Plata y que, como todo comienzo, sus rasgos tienen perfiles difusos. En el
aparente gran caos, se esté alumbrando un nuevo orden mundial, en el núcleo
constitutivo del cambio. Pero no sólo a instancias de EEUU, ni a su imagen y
semejanza con Obama, nuevamente elegido como presidente, ni de China, ni de la
Unión Europea.
No
hablo de un orden establecido unilateralmente por un solo país que aspira a
ejercer una hegemonía indiscutible, sino de un orden resultante de presiones
multilaterales, configurado por fuerzas actuantes de origen y de identidad muy
diversos (políticas, económicas, étnicas, nacionales e internacionales,
institucionales y sociales), que discuten esa hegemonía aunque en principio no
puedan anularla y sustituirla, sino sólo combatirla con magros medios, pues aun
este milenio no ha tomado, insisto, una dirección nítida en respuesta a las peores
consecuencias de largas décadas de capitalismo salvaje.
Desde
todas las ciudades del mundo, Indignados denuncian a los gobiernos como fuente
de todo horror, vejación y tristeza, de millones de seres que viven al borde
del camino en esta tierra. Denuncian con reflexión y sensibilidad ser parte
integrante, de un mundo manipulado por los poderes de las corporaciones
económico-mediáticas, del consumo y el asesinato en vida de millones de jóvenes
sin destino y abandonados como objetos de recambio, en el negocio de la droga,
la prostitución y la guerra.
La
legitimidad de los poderosos no fue, no es, ni será; los dogmas de fe se
esfumaron y es indispensable que ello sea anunciado desde los monopolios de las
omnímodas corporaciones económico-mediáticas del sistema, al servicio de una
realidad inventada en exteriores, de informaciones fabuladas que no responden a
“la realidad” que es apasionante, dolorosa y viva. Una realidad de la que no se
habla, pues lo esencial no tiene espacio en el mundo virtual que nos imponen
para seguir creyendo que existimos y somos, no lo duden, parte integrante de un
mundo de esclavos.
Legitimidad
cuestionada cuando en Montevideo intenté dar a conocer mi propuesta de nominar
a José Mujica, presidente del Uruguay, como candidato al Premio Nobel de la
Paz, para que el pueblo que lo votó y lo ama, tome conocimiento del tema; pero
la mezquindad de los poderosos prepotentes que manejan a su antojo el devenir
de este país, impuso su criterio de bajos instintos y el pueblo aún ignora este
puntual tema que traerá para la región una instancia feliz, un paso delante,
entrando en el futuro.
No lo
compro, ni lo vendo a José Mujica; no tengo fanatismo alguno por nada, solo me
guía en mi vida, el Deber Ser, y en esta instancia, no cejaré hasta lograr que
esta propuesta sea la propuesta de todos, pues es ético, justo y necesario.
El
mundo lo siente así, hoy, visualizando en Mujica a un nuevo hombre, un nuevo
político, que se trascendió en vida, transitando desde los 60, época de lucha
armada en favor de ideas e ideales, intentando lograr el prodigio de eliminar a
las dictaduras capitalistas, apoyadas por burguesías asesinas y dar espacio a
un mundo de iguales en el uso de los placeres y la responsabilidad de vivir en
conocimiento. Devino luego el oprobio de la cárcel durante 16 años, para
arribar a un presente de sabiduría y felicidad, claramente puestas de
manifiesto en la existencia de “Pepe” Mujica, austera y al margen del consumo y
todo protocolo hipócrita de ocasión, que tiende a destruir redes de unión y
crear discriminación inmediata en los hombres y mujeres que habitamos esta
tierra.
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