lunes, 25 de junio de 2012

"Verdad y libertad"


"Verdad y libertad"

Por Eduardo Sanguinetti - Filósofo (Ph.d.Cambridge, England)


La libertad se presenta como el valor más estimado en el mundo contemporáneo y tal vez en todos los tiempos: se promete, se proclama, se aspira a lograrla y también, en ocasiones, se teme, se restringe o se aniquila. La libertad aparece pues como un valor, como algo que hay que realizar, como un objetivo que puede ser alcanzado o no.

Es sobre todo en el Siglo de las Luces y con la Revolución Francesa cuando resuena con toda su fuerza el llamado a la libertad. Desde entonces muchos miran la historia como un irresistible proceso de liberación que debe conducir a una era en la que el hombre, totalmente libre al fin, goce de la felicidad ya en esta tierra.

A la vez, el movimiento de liberación se fija como un objetivo político y social: la supresión del dominio del hombre sobre el hombre y la promoción de la igualdad y fraternidad entre todos los seres humanos, suprimiendo la esclavitud, la servidumbre legal y reconociendo de modo creciente el derecho de todos a participar en el ejercicio del poder político. Sobre todo, el movimiento moderno de liberación debe aportar al hombre la libertad de pensamiento y decisión: proponerse darle el valor y la audacia de servirse de su propia razón, como reza el lema kantiano (sapere aude), en la configuración tanto de su propia vida como de la sociedad.

A la hora de considerar cómo se presenta la libertad en la vida corriente, es preciso afirmar que la libertad y la vivencia de la libertad no coinciden. Puede haber una “sensación” muy grande de libertad y una libertad real mínima. La sensación de libertad que procede de una falta de motivación profunda denota en realidad falta de libertad. Decir que se es libre porque se opera por impulsos y no por obligaciones es un modo de engañarse.

La libertad no es arbitrariedad o indeterminación pura, sino más bien la capacidad de autodeterminarse.

Si la libertad es tener que ser uno mismo (según Aristóteles y Hegel), la libertad culmina como fidelidad a sí mismo en cualquier circunstancia y por encima de las variaciones y oscilaciones de la existencia porque “corresponde a la fidelidad del hombre cumplir aquello que prometió”.

Los conflictos en los que se juega la conquista o la pérdida de la libertad política adoptan en el plano teórico la forma de una paradoja que admite muchas formulaciones: o seguridad o libertad, o fuerza o libertad, o verdad o libertad, u orden o libertad. De esta manera aparecen, por un lado, los valores de la seguridad, el orden y la verdad, y por otro, el de la libertad.

Esta tensión entre verdad y libertad puede generar dos posturas extremas igualmente falsas. Por una parte, desde un planteamiento totalitario, cabe resolver la tensión a beneficio de la verdad declarando que si la libertad no responde a la verdad del hombre y de la sociedad no es “verdadera” libertad y, por tanto, es eliminable. Por otra parte, desde su planteamiento liberal, cabe resolver la tensión a beneficio de la libertad declarando que ésta no tiene nada que ver con la verdad y estableciendo un total agnosticismo respecto de la verdad política. Pero es claro que una libertad que no tiene nada que ver con la verdad es mera trivialidad.

Probablemente la formulación más aguda de la mencionada paradoja sea la de Rousseau, quien insiste que sin verdad no cabe libertad.

Para finalizar agregaré que la paradoja por tanto entre verdad y libertad es una cuestión de equilibrio, de prudencia, de política, de elección y, en último término, de libertad, de la cuota de mal que una sociedad puede mantener como signo de una libertad efectiva, que, como tal, será siempre una inversión arriesgada que dará ganancias en unos aspectos y pérdidas en otros.

La unidad social no se mantiene y crece por mucha libertad que haya si falta el conocimento de su verdad, y tampoco por mucho que se proclame y se enseñe su verdad si falta la libertad. *


No hay comentarios:

Publicar un comentario