MERODEADORES DE ORILLA
COMENTARIO
de Maria
Teresa de Vega
Buenas tardes, gracias a todos por
su presencia.
Tú y yo, Damián, podemos estar hoy aquí porque en un
principio fueron Izaskun Legarza y Ángel Morales. Muchas cosas buenas suceden
porque existen estas dos personas, actores de primera línea en este teatro de
la cultura. Es ya la librería de mujeres uno de los cuerpos de la lectura, este
lugar la encarnación de la espera de que algo ocurra fuera del ámbito prosaico
(presentaciones, lecturas de poemas, reuniones de estudiosos de la poesía o la
novela) de lo que marcha en dirección contraria a las seducciones comunes de
nuestra sociedad. Es Ángel Morales un personaje de una rara especie, alguien
que empuja voluntades y mueve energías, alguien necesario en nuestro panorama
literario que, al apostar por la literatura canaria, en grandísima parte la
estimula. Que tiene un proyecto editorial. Que tiene un proyecto.
Como lo tiene la librera Izaskun. A ambos mi admiración
sincera y mi agradecimiento.
En su prólogo a su libro Generación 21, y
–afirma-, puesto que la poesía y el relato corto están suficientemente
cultivados en las islas, Ángel Morales
quiere que (y se dirige tanto a escritores como a escritoras) el género
literario de la novela cobre impulso en Canarias, que Canarias, a través
de ella, se piense y sea un retrato de su sociedad. Insta a los escritores
(repito, unas y otros) a emprender esa tarea novelística, ese largo aliento
considerado como más apto para ser “ese
espejo que se coloca a lo largo del camino y que lo refleja etc.”, que decía
Stendhal que era la novela. Todo esto sin menoscabo del relato breve, añade
Ángel Morales. Y dice bien pues ahí están los cuentos de Raymond Carver,
escritor del realismo sucio americano, que nos acerca una parte de esa
sociedad. Además desea para sus cultivadores
canarios el empeño de la continuidad.
“Merodeadores...” es mi 2ª novela, después de, en el campo de la
narrativa, 2 libros de relatos. Y comienzo mi somero análisis de presentación,
refiriéndome a algunas características recogidas en este prólogo de Generación
21, en el que A. M. se ayuda de los trabajos ensayísticos de otros autores
(Sabas Martín, J.José Delgado) que han querido singularizar la narrativa canaria
Esta novela no es una novela realista al uso.
Aparecen algunos episodios en que los personajes proyectan sobre los hechos, el
espacio... sus sombras, su subjetividad de un modo más radical de lo que lo
hace el común de los humanos. Y, hasta el momento, mi narrativa no está situada
explícitamente en lugares de Tenerife, ni de Canarias. A este respecto decía A.
M. que una característica relativamente reciente de la nueva generación de
novelistas es la de situar la historia “sin complejos” en ciudades y
localidades canarias perfectamente reconocibles.
No sucede así, como he dicho y ha señalado Damián,
en “Merodeadores”. Pero no porque “con complejos” hubiera querido que mis
personajes vivieran en las altas cumbres de una geografía prestigiosa, sino porque,
hasta el momento, he necesitado crear mi propio territorio, en el que se mueven
los personajes a placer según la intencionalidad de la novela. (No sé si esto
tiene que ver con lo que Juan José Delgado llama la “territorialización del yo”
(que tú mencionas, Ángel)). Es decir, mi historia necesitaba esa maleabilidad
del espacio. Ahora bien, mi imaginario, a la hora de construir, está
formado en una gran parte por diversos lugares de la isla, pero ya estilizados,
convertidos en sitios donde muchas de sus características materiales se han
desvanecido para dejar aquella o aquellas que se han fijado a mi imaginación.
Por eso tampoco abundan los detalles que amueblan esos espacios.
Así, por ejemplo, uno de los episodios está creado
“viendo” en mi mente la llamada “Playa del Llano” de Igueste de San Andrés
(como era antes, sin los surfistas). Una playa que, en verano, con la marea
baja es una espléndida extensión de fina arena negra. Algunos de los que están
aquí saben que muchos de mis veranos de pasados tiempos, transcurrieron en esa
localidad. Por eso, igualmente, otro episodio ocurre en una zona que llaman “El
Purís”, cuando la costa se despide de Igueste y marcha hacia los siguientes
lugares de Anaga. Por otro lado, en mi novela nos fugamos a lugares extranjeros,
que aparecen con sus nombres propios, y quizás sea, como decía Pérez Minik, por
esa necesidad del isleño de un prójimo distinto, del forastero, para no
convertirnos en, textualmente, “Narcisos que solo saben cultivar la flor de su
propia imagen”. Terminando con este
apartado de la filiación, creo que, con mucha o poca carne local, la insular
alma canaria, si existe, aparecerá en lo escrito.
Esta es
una novela en la que varios personajes coinciden en un tiempo que se les
volverá problemático a consecuencia de un suceso. Más allá de esta
circunstancia, algunos de estos son aquello que se expresa en el título. “
Merodeadores” son los que no han conseguido, no ya su meta, sino un sitio en el
que perdurar. Y no solo eso sino que se sienten impulsados a desaparecer. De
ahí la segunda parte del título: de orilla. La orilla siempre es el límite a
otra clase de mundo.
Pero existen
también personajes que, al contrario, quieren perdurar en ellos mismos, buscar
un sitio, una dedicación para que ese proceso se produzca. (Carsai, Lubben.) Es la otra cara de la
existencia, a la que parece le gustan los contrapesos, el equilibrio del
conjunto. Y siguiendo con este
ingrediente fundamental de la novela:
Hay un personaje que vive en el
oriente de Europa pero que guarda con esmero una segunda pertenencia situada en
el occidente de esa misma Europa: un griego judío sefardita. A trocitos,
aparece en el texto esta lengua, que es, básicamente, el español del siglo XV.
Para darle voz, consideré el judeoespañol en escritos actuales, muy pocos, que
pretenden conservarlo, en algún libro de cuentos y canciones tradicionales,
además de estudios sobre sus características. Curiosamente encontré palabras
que entonces podían sin escándalo ponerse en femenino, como la simpática y
execrada en los días de hoy: “ miembras”, que hasta el ordenador, en un alarde
de convencionalidad ovejuna, esa convencionalidad que reacciona ferozmente
contra cualquier cambio y que olvida que la lengua está al servicio del y de la
hablante y no al revés, el ordenador, como si tuviera colodrillo humano,
asustado de cualquier extravagancia por pequeña que sea, subraya una y otra vez en rojo.
Resumiendo en relación con los
personajes, alguno, como Andrés, está ausente de la vida, ha dejado de luchar –si
alguna vez luchó- , no encuentra su sitio, si acaso, los lugares y las tareas
lo van ocupando a él. Como una ficción de normalidad a la que se adhiere
durante un tiempo.
Como ya apunté antes, en oposición a
estas “figuras” están los que conforman el contrapunto de vida. El alemán
Lubben, cuyo decir no es adocenado, y que huyó de la vida que llevaba en un
principio porque, aunque querida, suponía sufrimiento, porque no era la
adecuada para él, y buscó una nueva vida. Si fuera necesario buscaría otra. Sus
explicaciones pueden parecer absurdas, sin embargo tienen una base en las
analogías por él observadas y que nunca, pues desconocemos la clave de nuestra
vida y nuestro universo, pueden ser
desechadas.
Así pues, el alemán Lubben, y el
rumano Stefen Carsai. Estos, como la joven Damiana, necesitan una organización
coherente de sí mismos, para la que tienen aliento. La duración -el querer durar- es una manera de seguir, a
pesar de los obstáculos, con lealtad al propio impulso primero. Es activa,
conoce su rumbo, si bien no las distintas encrucijadas, en las que tendrá que
reconocer, tarde o temprano, su camino.
Este personaje rumano, Stefen
Carsai, es quizá mi preferido. En estos tiempos, creo que todos hemos conocido
rumanos, bien personalmente, bien a través de las noticias, generalmente no muy
halagüeñas para los de esta nación. Afortunadamente, mi contacto principal con
ellos ha venido a través de la enseñanza, alumnos y alumnas que gracias a su
interés por mejorar, constituyeron un estímulo para mí. Hoy, más preocupados
por la desintegración de nuestro bienestar que por subrayar los logros
culturales de los europeos de la parte más alejada y pobre, conviene recordar a
aquellos que iluminaron con su arte y su escritura momentos de nuestra vida:
los rumanos de categoría internacional: Mircea Eliade, el dramaturgo Eugen
Ionescu, Tristan Tzara, Emil Cioran. Brancusi.
En cuanto a uno de los sucesos
principales de la novela, aclararía lo siguiente:
Las leyes por las que se rige la
realidad que conocemos, no las conocemos todas Desconocemos las causas de
determinados sucesos. Y muchos nos resistimos a considerarlos fortuitos.
A diferencia de los que piensan que
en el mundo reina, más allá de las leyes y principios desentrañados por la
ciencia, el contingentismo total, para otros, su idea de la Naturaleza está
fundada en el principio de la analogía. “Todo ( nos dice O. Paz que dice
Baudelaire), en lo espiritual como en lo natural, es significativo, recíproco,
correspondiente...” Esta idea de la vinculación entre los distintos órdenes del
universo, en fechas posteriores ha ocupado otras manifestaciones teóricas, y
nunca ha dejado de estar presente.
No deja el asunto de ser difícil,
pues según decía el filósofo Heráclito, a la naturaleza le gusta ocultarse.
Sí, pero –me digo-, a la Naturaleza,
también le gusta pensarse. Y sólo a través de los seres humanos puede hacerlo.
Que existen arcanos mecanismos es, en este caso, un punto de partida. Un
trocito, pequeñísimo, de cosmovisión quimérica, si bien como un juego de la
ficción, aparece en este libro. En otras
palabras, en esta novelita hay una gota de metafísica que, consecuente con el
desconocimiento arriba señalado, será de metafísica - ficción.
ANDRÉS: Se quiere suicidar. No queda claro por qué.
Si bien recuerdos de su pasado apuntan a su padre. Este no es un personaje
despiadado, pero en alguna ocasión, en cuestión importante para su hijo, ha
actuado de forma injusta e inexplicable. Es el primer compañero perdido, el
primero en grado y en el tiempo, que esperas que te escuche, que adivine lo
sagrado en tu corazón y lo considere sin burla ni menosprecio. Es el primer
interlocutor, el más grande. He hablado del padre, pero puede ser,
naturalmente, también la madre.
(Si consideramos que puede ser poco creíble este aspecto para justificar
su desasimiento del mundo, recordemos que en la novela “El extranjero”, el
protagonista dice que, cuando a la muerte de su padre tuvo que dejar sus
estudios, ya nada le pareció importante. Surge entonces ese personaje ausente.)
Hay en él una agresividad soterrada que no puede provenir sino de heridas
del pasado. Si alguna vez luchó, ha dejado de luchar. No encuentra su sitio,
los lugares lo van ocupando a él, las tareas. Como una ficción de normalidad a
la que se adhiere superficialmente. Es de aquellos para los que los bienes
deseables han perdido importancia. ¿Quizá porque no los puede conseguir en
grado sumo? El amor, sin embargo, todavía le duele, le asombra la luz que
irradian ciertos rostros, la desea.
La autora no sabe, en su totalidad, cómo son sus personajes. A veces el
propio individuo no lo sabe de sí mismo. (Recordemos la famosa frase “Conócete
a ti mismo”.) Lo que le interesa a aquella está en función del hecho principal
de la novela: la distorsión de la normalidad por la que coinciden temáticamente
sucesos que aparentemente no tienen nada ninguna relación.
LUBBEN: es un alemán establecido en el lugar de los hechos. Personaje
extravagante a primera vista, porque sus actuaciones no son adocenadas. Huye de
la vida que llevaba en un principio porque, aunque querida, suponía
sufrimiento; porque no era la adecuada naturalmente para él, y busca una nueva
vida. Si fuera necesario buscaría todavía otra. Ha logrado colocarse por encima
del autoengaño general y mira francamente la vida del hombre con un sentido de
supervivencia admirable
Sus explicaciones pueden parecer absurdas, sin embargo tienen una base en
las analogías por él observadas y que nunca, pues desconocemos la clave de
nuestra vida y universo, pueden ser desechadas. Se ayuda de la filosofía porque
cree que sus dictámenes, en el aspecto de lograr una vida feliz, en tantos
casos son sensatos.
STEFEN CARSAI: joven rumano que
desea una vida buena. Es el hijo querido, el hijo que quiere. El que espera su
sitio (y no piensa por el momento en el precio) y, mientras, se apodera del
transitorio y establece relaciones humanas satisfactorias porque no se
desinteresa de la suerte de los otros. Es el que, naturalmente, conecta con los
otros. Tiene capacidad de resistencia.
LAVINIA: este personaje femenino
está en 2º plano, es un personaje en cierto modo misterioso porque no tiene voz
propia en la novela, lo que conocemos de ella lo sabemos por los demás.
DAMIANA:
La duración es una manera de seguir, a pesar de los obstáculos, con
lealtad al propio impulso primordial. Es activa, conoce su rumbo, si bien no
las distintas encrucijadas.
En cuanto al suceso principal de la novela: apuntes:
Las leyes por las que se rige la realidad que conocemos, se oscurecen.
Desconocemos las causas de determinados sucesos. Pero nos resistimos a
considerarlos fortuitos. Pero ¿qué hay
en esa circunstancia abarcadora, qué cualidad peculiar, que nos empuja a no
verlo fortuito? Ese elemento o cualidad lo diría todo.
Según Jung, ciertos cintíficos consideran el mundo como una estructura
psicofísica: la situación del momento comprende las condiciones subjetivas, es
decir, psíquicas. Como en el mundo de la microfísica, el observador está
incluido en los resultados obtenidos. La sincronicidad no trata la causalidad,
sino la coincidencia de los hechos. Ambas son significativas
En este caso, pienso que un elemento presente en la situación, ha
provocado la reacción como si se tratara de un catalizador.
En esta teoría, espacio, tiempo y causalidad, no son ideas absolutas,
sino relativas, causadas por la energía psíquica de un observador bajo un
intenso estado emocional, es decir, podrá quebrar las barreras espacio
temporales.
Algunas conclusiones:
1.
El lanzador de piedras impide su intento de suicidio:
es el catalizador, pues al impedirlo, provoca que el anhelo de Andrés,
persistente, casi obsesivo, se materialice en forma de otros suicidios
coincidentes.
Los personajes principales se relacionan habitualmente.
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