"Morbi Dei":Un retrato de la angustia.
(Montevideo, Agosto de 2005)
El mundo
literario de Eduardo Sanguinetti, esa compleja pero
reconocible
cosmogonía que parió y alimentó con las peripecias, el
sufrimiento
y la desolación de su personaje: ÉL, nos resulta
reconocible
ya que alude a nosotros sin nombrarnos, nos refleja como
en un
espejo que creemos deformado, pero que, por el contrario, es
despiadadamente
nítido.
Mucho se
ha especulado sobre la ficticia ciudad de Solum , eje
espacial
de gran parte de la obra del genial escritor y filósofo
argentino.
Se le suele identificar con Buenos Aires, por su gente, su
cercanía
con Montevideo y su atmósfera melancólica. También con Para
ty, por
su porte de pueblo costero, por su estilo de vida sosegado y
algo
anacrónico.
Lo cierto
es que, más allá de interminables y fútiles disquisiciones,
a las que
el propio Sanguinetti rehuye y fustiga, en Solum, en su
personaje,
en su ambiente, en el olor y la textura de su ambiente,
podemos
reconocer lo más oscuro y hondo de nuestra idiosincrasia, eso
que el
gran narrador plasmó con su intransferible sinceridad y
descarnada
lucidez.
Muchos
consideran que Sanguinetti es un renegado, anarquista
,pesimista,
y más aún, un fatalista. Su personaje suele moverse en
ambientes
circulares: las mismas calles, el mismo bar, los mismos
amigos y
enemigos, la misma noche, la interminable noche
sanguinettiana
poblada de la oscuridad y la desolación que cada uno de
los
habitantes de Solum lleva dentro como una segunda piel.
Sanguinetti
plasma lo que mejor sabe: la melancolía, la rutina, el
círculo
vicioso de una vida enfocada en tener una vida, de una
existencia
en la que los personajes son para seguir siendo, como una
máquina
que se empeña en funcionar y sobrevivir.
En
"Morbi Dei", de reciente reedición (la primera es de 1985, editada
por Corregidor,
Bs.As. Argentina), "ÉL", personaje emblemático de la
obra de
Sanguinetti, a modo de un profeta, con el propósito de
concretar
su sueño más largamente acariciado, denunciar lo falaz y
difuso de
nuestro sistema de vida "frívolo, estúpido y oscurantista".
Cínico,
amargo, pero en buena medida capaz de sobrellevar su carga de
fracasos
y renuncias, ÉL es un personaje dotado de un magnetismo que
va más
allá de su decadencia, de esa mezcla de temor y hasta de
repugnancia
que inspira por momentos en el lector.
Es un
hombre que lleva su fracaso a cuestas, que lo alimenta, que lo
preserva
pero que no se deja arrastrar del todo por él, que por
momentos
es capaz de llevarlo con dignidad y de inspirar respeto y aún
miedo
aunque se sepa, y lo sepan, tan acabado, pero aún con fuerzas
para
vociferar a quien quiera escucharlo acerca de la pantomima en la
que según
ÉL estamos sumergidos.
Si bien
"Morbi Dei" no es tan sombría como otras obras de Sanguinetti
posteriores,
porque el autor le insufla una infrecuente vitalidad
reflejada
en ÉL que recupera parte de cierto halito juvenil y procura
rescatar
lo que queda de sus viejos sueños, Solum es una espacio
virtual
inevitablemente condenado a la decadencia, que muere pero no
termina
de morir, como si morir fuera su única razón de ser.
Pero ÉL
abre su boca y habla, al retornar al espacio urbano-rural
maldito
en la que tiene más enemigos que amigos y en la cual cifró
pero
también perdió todas sus ilusiones.
El
protagonista trae consigo a personajes que son parte de un
descarnado
retrato, que sugiere siempre una decadencia terminal.
Aunque
"Morbi Dei" plantea temas harto recurrentes en la escritura
sanguinettiana,
en esta historia el narrador afirma definitivamente el
trazo
deliberadamente agobiante de la angustia que recorre toda su
extensa
producción filosófica-literaria.
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