¿QUÉ PASA EN SANTA CRUZ?*
DOMINGO
GARÍ
La moción de
censura en SC nos puede dar la impresión de que la ciudad es un lugar condenado
al gobierno de las derechas, y no es raro encontrar a mucha gente manifestando
tal punto de vista. Tras cuarenta años de gobierno de UCD-ATI-CC parece lógico
llegar a esa conclusión. Los gobiernos se conforman con la participación de la
ciudadanía en los procesos electorales, y las mayorías que surgen de ahí son
las que sirven para hacer los mapas políticos pertinentes. De tal manera
podemos decir que, de la mayoría de la gente que vota en SC, se desprende una
preferencia mayoritaria por las fuerzas de la derecha sostenida en el tiempo,
pero no podemos decir que SC sea una ciudad de derechas.
Si tomamos los
procesos electorales entre 2007 y 2019, la tendencia preferencial de manera
sostenida por la ciudadanía es la abstención. Veamos el cuadro:
Santa Cruz
En todos los
procesos electorales el grueso de la ciudadanía optó por no ir a votar.
Si lo comparamos
con Madrid, salvando todas las distancias demográficas y de variada naturaleza,
vemos que en la capital del Reino la mayoría relativa de la población da su
respaldo electoral a la derecha por encima de cualquier otra indicador.
Madrid
Madrid es una
ciudad en donde la derecha tiene mayoría relativa sin ningún tipo de duda. La
expresión política de la derecha concentrada primero en el PP, y luego por la
suma de PP-Cs-Vox, representa una mayoría política y social en la capital del
Reino. No es el caso de SC, en el que el factor de la abstención introduce más
dudas al respecto. Así que deben ser otros elementos los que nos ayuden a
explicar la “anomalía” chicharrera.
La irrupción de
nuevas fuerzas no produjo ningún cambio significativo en el comportamiento
electoral de la masa abstencionista. La mayor diferencia que constatamos entre
2007 y las siguientes citas electorales estuvo caracterizada por el problema
censal en la ciudad. Entre 2007 y 2011, la corrección del censo reduce la masa
electoral en 21.244 personas, lo que explicaría el salto abstencionista del
49,78% al 43, más de 6 puntos de diferencia. En el resto de citas electorales,
las variaciones han sido de menos de tres puntos. Ello quiere decir que la
irrupción de nuevas fuerzas con representación, esta vez en la izquierda, como
fue Sí Se Puede en 2011 y 2015 o UP en 2019, no tuvo ningún efecto sobre la
masa de electores abstencionistas. Los trasvases de votos se han producido
entre la masa de votantes que suele ir a las urnas. Pero no se ha movido a la
mayoría relativa que se mantiene en la abstención. ¿Por qué?
Hay muchos factores
que ayudan a dar una explicación, que van desde los culturales a los de
tradición política y organizativa. Pero algunos tienen más peso que otros. La
extensión del precariado, sin duda, es de vital importancia. Una estructura
económica en la que abundan los sectores informales y trabajadores precarios no
sólo afecta a los asuntos de corte económico, sino que configuran y moldean lo
social, lo político y lo cultural. En SC, en torno al 40% de su población vive
con dificultades.
El precario que
puede ser lumpen, pero también puede ser más cosas, favorece un comportamiento
político/electoral disruptivo, según los criterios de la democracia
representativa. Los lumpenes, por otra parte, no solo deben ser identificados
en el precariado, también son observables en muchos sectores de las clases
altas y las élites dominantes. La corrupción política, económica, el
transfuguismo y el nepotismo son formas privativas del lumpenaje de las élites.
La transición del
modelo colonial/periférico asentada en el sector primario y secundario ha dado
paso, desde los ochenta en adelante, a uno dominado por los sectores de
servicios no cualificados, y también a una gran bolsa de parados/excluidos que
ya no son reserva de mano de obra, sino personal sobrante de un modelo
económico altamente especulativo en el que los sectores del trabajo deben
competir a la baja entre ellos mismos y, desde hace unas décadas, con los
sectores de trabajadores inmigrantes que meten presión al mercado de trabajo
por el lado de los de abajo. Se fragmenta la sociedad manteniendo a los grupos
sociales aislados unos de otros. “El barrio” es el mundo en sí, y el trabajo
hace presión contra su propio su valor. La ideología neoliberal que fomenta el
individualismo desplaza la cultura popular que antes descansaba en los
sindicatos, en los talleres y en los lugares de trabajo del “modelo fordista”,
que si bien en Canarias y SC fueron pocos (tabaco, conservas, alimentación,
frío, transporte, etc.) servían como escuelas de aprendizaje, compromiso y
organización. La dispersión que imprime la economía de servicios
descualificados en la mayoría social produce desapego e indiferencia a su marco
político, basado en una democracia en el que priman la propaganda, las grandes
campañas y la inversión de cuantiosas sumas, tornando el modelo en una
democracia del espectáculo y no de la participación.
La relación del
poder con los amplios sectores precarizados se manifiesta por medio de la
represión de lo marginal, lo peligroso, o bien por la vía del clientelismo, que
alimenta y se alimenta de la corrupción. Esa estructura social decolonial no ha
sido abordada políticamente para descolonizarla. En ella, los sectores de las
clases medias y altas, y algunos de las clases populares, se integran
políticamente; el 45% permanece fuera. Ese es el desafío que algún día alguien
o algunos deberán afrontar para consolidar un cambio de relaciones de fuerza en
la ciudad.
En las elecciones
del 2019 hubo una opción de garantizar para toda la legislatura un gobierno del
cambio. Con los 9 concejales del PSOE y los, al menos 5, que una coalición de
SSP/UP (4,4% +10,62%) con el 15% de los votos hubiera logrado. Con la coalición
Sí Podemos Canarias (UP+SSP) en SC no hubiera hecho falta Cs para garantizar el
cambio, y la operación de transfuguismo no habría tenido lugar. El veto al
acuerdo que hizo Podemos SC lo impidió. Su argumento, peregrino, fue que el
candidato de SSP llevaba dos legislaturas, y que no podía estar una tercera
porque lo tenían como línea roja en su partido. Cuando uno no quiere dos no se
entienden. Tras la vuelta de CC y PP al poder, la esperanza de un cambio de
larga duración quedará truncada. No hay que estar echándole las culpas a todo
el mundo, a la ciudadanía, a la derecha, a razones inconfesables de la
tránsfuga sin ver la viga en el ojo propio.
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