jueves, 2 de julio de 2020

Prólogo al libro “¿GENOCIDIO PLANIFICADO?”


Prólogo al libro “¿GENOCIDIO 
PLANIFICADO?”
Pedro J. León Sosa

Cuando se me presentó la oportunidad de prologar este libro de artículos sobre la temática invasión, de Víctor Ramírez, reconocí en primera instancia la responsabilidad de tal honor. Es dicho autor uno de los escritores canarios más importantes de la historia de nuestras letras, paradójicamente más reconocido y valorado fuera de la sometida Patria Canaria que dentro de ésta.
         De hecho, su literatura ha influido en la elaboración de diferentes trabajos críticos: concretamente la obra narrativa “Nos dejaron el muerto” fue la inspiración del joven senegalés Mor Fatim, para realizar un trabajo monográfico de licenciatura sobre el argumento del citado libro.
         Por su parte, el italiano Sergio Alasia también ejecutó una labor crítica de esta novela: “Dominio de la palabra en Nos dejaron el muerto”; y es que, como el propio Víctor Ramírez dice muy a menudo, “los libros pasan a ser dueños de quienes los leen”.

         De la misma manera las palabras libertarias que en éstos se expresan (tanto en el contexto narrativo como el ideológico –en sus reflexiones periodísticas-), al igual que el pensamiento rebelde y dignificante de nuestro autor, se han emancipado del ninguneo y el desdén con que lo han querido silenciar las instituciones públicas de todo orden: aunque más delito tienen las llamadas culturales ya que no fomentan sino la “cultura” clientelar y de asistencia al colonialismo español.

Junto a otros compañeros pude deleitarme con la película “La caja”, basada en la ya nombrada novela “Nos dejaron el muerto” y dirigida por el director canario Juan Carlos Falcón, significando un rotundo éxito en todos los sentidos; además fue la primera producción canaria que competía en la sección oficial del Festival Internacional de Cine de Las Palmas, obteniendo el mejor reconocimiento que se puede desear: El premio del público.
         Es la literatura de nuestro autor, peculiar y distintiva; llena de canarismos y neologismos que cimentan y fortalecen una verdadera identidad canaria. Es cierto que Víctor Ramírez usa el idioma impuesto o español, pero, además, para envidia de literatos e intelectuales mediocres, colaboradores del sistema opresor, lo utiliza de forma magistral o, como decimos por aquí, con mucho jeito, arrojándolo contra el poder dominador: pues su pluma se niega a colaborar con el colonialismo español y él sigue comprometiéndose, denunciando y bregando en cualquier terrero que se le presente.

Jean-Paul Sartre dijo en 1944: “Además de sus sentimientos patrióticos, todo escritor consciente de su vocación encuentra un deber político en su propia actividad literaria: debe luchar por liberar a su patria y a sus compatriotas”. Por desgracia tenemos tantísimos escritores canarios que no hacen nación en sus escritos, que sus obras carecen de palabras libertarias y que, contrariamente, potencian con ellas las cadenas ignorantadoras que amarran y aprisionan las conciencias, ayudando a perpetuar, aún más, el sistema colonialista que subyuga a la Nación Canaria.
         Por suerte para nosotros, los canarios alzados que deseamos ver unas Canarias Libres convertidas en un Estado Soberano y dueño de su destino, Víctor Ramírez sigue siendo uno de esos escritores conscientes que no aceptan prebendas: él continúa exponiendo ideas liberadoras, dignificadoras, aportando a la Patria Canaria un testamento político de incalculable valor.

Es un intelectual sobresaliente que trabaja con la fuerza de sus palabras, para propiciar una conciencia rebelde a este sometido pueblo; de esas pocas personas dignas que prefiere la soledad solidaria, antes que vender su alma y su pueblo por un reconocimiento rápido que, con toda probabilidad, le auxiliaría las administraciones llamadas públicas y que, por consiguiente, le proporcionaría un enorme colchón económico que le daría la tranquilidad para el resto de sus días.
         Pero para conseguir semejantes réditos habría de prestarse al soborno o someterse, como lo hacen la mayoría de los canarios a los dictados del sistema: tendría que dar la espalda a sus compatriotas: ocultar la historia, vender su pluma al estado español, ignorantar a sus lectores y mantener oculta la verdad que él tanto defiende.

Sólo con la descolonización, objetivo por el que pugna nuestro autor, se lograría acabar con la especulación, la esquilmación y el imparable deterioro de nuestro medio Nacional; método el susodicho, asimilista, orquestado e impuesto desde y por la metrópoli para acabar con cualquier vestigio de identidad canaria, haciendo así retroceder y subyugar a nuestro pueblo: no es la descolonización una cuestión de derecho, sino de supervivencia para nuestra Patria.
         “Sólo en la lucha del pueblo queda la esperanza, de seguir así espiraremos en cuerpo y en alma”. Esto dice el cantautor Isidro Santana en una de las estrofas de la canción “Lucha”, refiriéndose a Canarias.

Podrán tachar a nuestro compatriota Víctor Ramírez de muchas cosas –debido, claro está, a que su orientación política es independentista, la que por ende han estigmatizar–, pero su obra literaria es intachable, sumamente importante, aunque el poder establecido trate de ningunearlo.
         Dicen que sus ideas son extremas, pero las ideas ultras son hace más de quinientos años las que se nos imponen desde la metrópoli –o borbonia–, como él mismo le llama. La verdad es que nuestro compatriota no impone nada: sólo argumenta la necesidad de liberar a estas maltratadas Islas Canarias, y por tal motivo intentan, sin lograrlo, mantenerlo en el anonimato intelectual.

Dirán de este libro de artículos, sobre la invasión de Canarias, que es racista o xenófobo, ya que habla de la ingente y desproporcionada cantidad de colonos que están entrando a Canarias, por lo que es de esperar de boca de algunos asimilados, términos como internacionalismo, solidaridad, hospitalidad, etc. (no sé cómo puede haber solidaridad en una colonia, esa sólo la pueden ejercer los países soberanos), o que no hay que cerrar las puertas a nadie.
         Pero Europa blinda y cierra sus fronteras a todo aquel que no pertenezca a los países de su asociación mercantil, siendo los africanos los más perseguidos y deportados inmediatamente, ya que los localizan por el color de su piel: todo, a pesar de la deuda que tiene el egoísta primer mundo con el llamado tercero. ¡Qué hipocresía!...
         Como dice el maestro Francisco Tarajano: Más quiero Canarias libre, sin grillos en las arenas, que verlas pisoteadas por las botas europeas.

Víctor Ramírez se opone con sus escritos a que se oculte nuestra historia; él sabe la importancia que tiene ésta en la fortaleza y unidad de los pueblos que aspiran a la libertad; ya lo decía Sekou Touré: “Enterrar la memoria histórica de un pueblo es desarmarlo frente a la opresión, es enterrarlo a él mismo”.
         Aunque para acabar este prólogo prefiero quedarme con la frase que me dejó mi buen amigo el senegalés Amadou Ndoye: “Hay quienes quieren enterrar a la sombra, pero la sombra jamás se puede enterrar”.


                                                                                                      Pedro J. Brissón Sosa 



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