SÓCRATES, EL FUTBOLISTA QUE CREYÓ
EN LA DEMOCRACIA
ÁLEX BLASCO GAMERO
El principio
socrático de la democracia defendía la sabiduría del votante como
anticonceptivo de la demagogia. Hoy esta se asienta en el mundo y usa como
herramienta eso tan viejoven de las fake news. Pero no vamos a discutir sobre
si a Sócrates le gustaba la democracia, el motivo por el que no se escribía él
los textos o sobre si la cicuta es recomendable para el gintonic –no lo es–. Es
más, no vamos a hablar ni de ese Sócrates. Vamos a hablar del moderno. Del
futbolista brasileño nacido en 1954 en Belém, Sócrates Brasileiro Sampaio de
Souza Vieira de Oliveira, mas conocido como el Doctor Sócrates.
Estudioso de la
Grecia clásica, de ahí el nombre del futbolista y de otros dos de sus cinco
hijos (Sófocles y Sóstenes), el padre de Sócrates no le dejó jugar al fútbol
durante su infancia. Cuentan que se enteró de su desobediencia cuando fue a ver
un partido en el barrio y se lo encontró plantado en el centro del campo.
Hoy cuesta imaginar
que un tipo tan delgado, alto y con apariencia de revolucionario argentino, que
odiaba entrenar, llegase a ser deportista de élite. De adulto alcanzó 1,92 de
altura, pero como bien dijo en más de una entrevista: “Con un 40 de pie, si me
tengo que girar rápido para dar un pase me caigo” –según otras fuentes era un
37–. Esto, sin embargo, nunca fue un problema para el ‘8’. Él siempre buscaba
soluciones para jugar de primeras, fácil y rápido. De ahí vino su icónico pase
de tacón, con el que ganó más de una copa apostando en los entrenamientos.
Con una gran
zancada, pero de pasos cortos, no corría; tampoco lo necesitaba. No presionaba
en exceso, pensaba que el fútbol se debía basar solo en atacar, en disfrutar
Comenzó su carrera
como profesional en las categorías inferiores del Botafogo, pero llegó al
Olimpo del fútbol en el Sport Club Corinthians Paulista y marcó a toda una
generación capitaneando a la Canarinha, junto a Zico, Junior y Falcao, en el
mundial de Naranjito 82 y México 86. Con una gran zancada, pero de pasos
cortos, no corría; tampoco lo necesitaba. No presionaba en exceso, pensaba que
el fútbol se debía basar solo en atacar, en disfrutar. Nada de sufrir corriendo
hacia atrás. “De esos jugadores que juegan más con la inteligencia y la
habilidad que con la parte física. De inteligencia, colocación y toque”,
recuerda Manoel Oliveira, antiguo compañero de Sócrates en el Botafogo, en una
entrevista de ESPN.
Jugaba porque se
divertía, pero siempre fue más de charlar y cerrar bares. Nunca pareció un futbolista.
Era algo más, un estudiante de filosofía y licenciado en medicina, de ahí el
apodo de ‘El Doctor’. Quizá demasiado para aquel Brasil, un contexto que dio
todo lo necesario para que se gestase el equipo que mejor ha combinado éxito
deportivo y conciencia social.
El PT
En 1961, João
Goulart, candidato del Partido Trabalhista Brasileiro, llegó a la presidencia
de Brasil. Con un acercamiento político a la URSS, una mayor participación del
Estado en la economía agraria y la puesta en marcha de una serie de reformas
educativas, Goulart se “ganó” el odio de gran parte del empresariado del país.
El golpe de Estado de 1964 que colocó al ejército al mando de Brasil le obligó
a exiliarse.
Durante el golpe,
Sócrates vio a su padre quemar sus preciados libros de filosofía socialista y
comunista. Su hermano Sóstenes recuerda en un documental de ESPN: “El miedo que
tenía mi padre al aparato militar y a que se llevasen a alguno de nosotros por
sus ideas marcó mucho a mi hermano (Sócrates)”. Tras el golpe, Goulart se
refugió en Uruguay. Se sospecha que murió envenenado por una acción de la
Operación Cóndor.
Durante la
dictadura, el Corinthians, el equipo de Sócrates, se convirtió en un viejo
elefante: bordeó durante años el descenso y solo ganó dos títulos paulistas en
25 años. A comienzos de los 80, el club seguía sin levantar cabeza. En 1981,
una vez acabado el mandato del presidente Vicente Matheus, este exploró las
“posibilidades” del sistema para seguir dirigiendo el club más allá de su
mandato. El plan era poner a un presidente títere y se fijó en Waldemar Piers,
que ganó las elecciones en el 81. Pronto se vio que la marioneta no iba a ser
un juguete en manos de Matheus. Muy al contrario, fue uno de los pilares de la
Democracia Corintiana, un modelo que consiguió la autogestión colectiva del
club por parte de todos sus estamentos.
Autogestión
Con Waldemar Piers
llegó como director deportivo un poco futbolero Adilson Monteiro, sociólogo
precursor de los protocolos de diálogo que llevaron al club a ganar varios
títulos paulistas bajo la denominada ‘Democracia Corintiana’. Se acabó el
sistema presidencial, en el Corinthians todos tenían voz y voto, del utillero
al director deportivo. Y en el césped, cuatro grandes futbolistas se
convirtieron en ideólogos del cambio: Wladimir, Zenon, Casagrande y Sócrates.
La primera votación
empezó con la elección del formato de las concentraciones, ya que a una parte
de lo jugadores les parecía una pérdida de libertad, como a Sócrates, y a otros
un problema familiar. Al final se acordó que los jugadores casados podrían no
ir. En las reuniones se votaba desde la elección del entrenador, entre una
serie de candidatos, hasta la contratación del psicólogo. En una ocasión
llegaron a votar incluso si el delantero Casagrande, que durante una
concentración no hacía más que pensar en una chica de la que se había
enamorado, podía perderse un partido que tenían en Japón –la votación negó el
amor.
En el Corinthians
todos tenían voz y voto, del utillero al director deportivo. Y en el césped,
cuatro grandes futbolistas se convirtieron en ideólogos del cambio
El Corinthians, con
un modelo contrario al del gobierno brasileño, se había plantado en el
Campeonato Paulista como un ejemplo social y deportivo que les llevó a ganar el
trofeo durante dos años consecutivos (1982 y 1983). El equipo se convirtió en
un icono social de provocación contra la dictadura, que acumuló 434 víctimas
mortales y desaparecidos, con pancartas y eslóganes en la camiseta pidiendo el
voto y la participación ciudadana en las elecciones. Como la democracia no era
real, el club debía tener cuidado con las formas. Esto se respetó hasta 1983,
cuando en el último partido del torneo paulista los jugadores, frente a sus
40.000 aficionados, sacaron una pancarta con la frase “¡Ganar o perder, pero
siempre en democracia!”. Una demostración de cómo el fútbol se puede usar para
un bien mayor, y que muchos consideran la chispa que inició el movimiento social
por la democracia ‘Directas ya’. “Cuando pisábamos el campo sabíamos que
estábamos participando de algo más que en un simple partido de fútbol.
Luchábamos por recobrar la libertad en nuestro país”, recuerda Sócrates en una
entrevista recuperada en el documental Democracia em Preto e Branco, del
director Pedro Asberg.
Tras varios años
ganando el Campeonato Paulista, Sócrates firmó un contrato con la Fiorentina
para cumplir su sueño de jugar en Europa. Durante varias semanas, las
manifestaciones pidiendo la vuelta de la democracia se iban repitiendo a lo
largo y ancho de Brasil, y en una de ellas, en la cabeza, apareció Sócrates. El
futbolista brasileño plantó cara al gobierno militar. La transición a la
república actual se hizo esperar años, pero la oposición ganó en São Paulo,
Río, Minas, Pernambuco y Río Grande del Sur. Por desgracia para el Corinthians
y la Democracia Corintiana, Sócrates terminó marchándose a Italia.
En más de una
entrevista, su compañero de la selección, Zico le recuerda como “un jugador de
fútbol, no un profesional”; quizá ese fue el motivo por el cual Sócrates no
triunfó en Europa. Con un nivel de exigencia física alta, poca libertad en su
juego y una ciudad tan distinta a São Paulo como Florencia, el sueño de
Sócrates se convirtió en pesadilla. Cuenta Giovanni Galli, excompañero de
Sócrates en la Fiorentina, que durante los almuerzos del equipo, como el cuerpo
técnico limitaba el tiempo, el jugador brasileño siempre terminaba comiendo la
pasta y la cerveza en el vestuario, solo. El ritmo deportivo, la “concepción de
alta burguesía” de la ciudad, la soledad y la lejanía de su hogar terminaron
haciéndole infeliz, y como bien decía “la felicidad es la única verdad”.
Un años después,
volvió a Brasil, pero con un Corinthians lejos de lo que fue, Sócrates continuó
su carrera en declive en el Flamengo, para más tarde jugar para el Santos y
colgar definitivamente las botas en el equipo en el que se inició, el Botafogo,
en 1989.
Sócrates tenía la
costumbre de saltar al terreno de juego y celebrar sus goles con el puño en
alto, un gesto que le acompañó siempre como símbolo contra la dictadura
brasileña.
El domingo 4 de
diciembre de 2011, Sócrates falleció en el hospital Albert Einstein de São
Paulo, tras arrastrar durante años una cirrosis hepática derivada de su amor
por los excesos. Ese día, el deseo del jugador brasileño de querer morir un
domingo en el que el Corinthians levantase un título se cumplió. Aquel domingo,
antes del encuentro entre Corinthians y Palmeiras, que les daría el campeonato
con un empate a cero, toda la plantilla paulista y, a su alrededor, 50.000
personas en silencio y con el puño en alto rindieron homenaje a una futbolista
que demostró que el deporte puede ser algo más.
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