ASSANGE: IMPERIO DE LA VIGILANCIA
E IMPERIALISMO
KATU
ARKONADA
El juicio a Julian
Assange, fundador de WikiLeaks, es una metáfora perfecta de como opera hoy el
imperialismo estadounidense en el mundo. Son las fuerzas armadas, el
Departamento de Estado y la CIA quienes causaron miles de muertos en
Afganistán, Irak, Libia o Siria, pero es a quien mostró al mundo esos crímenes
a quien se quiere condenar a 175 años de cárcel por 18 delitos (17 de ellos
tipificados por la Ley de Espionaje de 1917, aprobada con motivo de la I Guerra
Mundial).
Lo ha expresado
Rafael Correa de manera contundente. Si las revelaciones de Assange hubiesen
sido sobre China o Rusia, en Washington ya se hubiera construido el Memorial
Assange en defensa de la libertad de expresión y contra los crímenes de guerra.
Pero en esta era
digital se mata al mensajero, sea este australiano, como Assange, o
estadounidense, como Chelsea Manning, que pasó 7 años en prisión (de una
condena de 35 años conmutada por Obama). Exactamente 7 años más que cualquier
analista de inteligencia estadounidense que haya torturado civiles afganos o
iraquíes.
También 7 años
(2.487 días) fueron los que Julian Assange pasó refugiado en la Embajada de
Ecuador en el Reino Unido tras la retirada de su condición de asilado político
por un Lenín Moreno subordinado a los intereses de Estados Unidos.
Si de algo es
culpable Assange es de habernos abierto los ojos ante los crímenes de guerra
estadounidenses, de ponernos delante los manuales de tortura de Guantánamo, o
el video Collateral Murder, donde helicópteros AH-64 Apache abrían fuego en las
calles de Bagdad y masacraban a 11 civiles (entre ellos 2 colaboradores de la
agencia de noticias Reuters). Manuales e imágenes que hacían difícil mirar para
otro lado ante los crímenes de guerra cometidos por Estados Unidos y sus
aliados a lo largo y ancho del planeta.
Pero torturas y
masacres de civiles son solo la punta del iceberg de una nueva era digital
donde ya no existe privacidad, y aunque hay una libertad de comunicación
aparente gracias al internet, nuestras comunicaciones son espiadas y se ha
militarizado el ciberespacio y la vida civil en general.
WikiLeaks hizo
emerger el iceberg y de repente se convirtió en un elefante que estaba ante
nosotros y no nos permitía mirar hacia otro lado. Gracias a WikiLeaks conocemos
qué es SIPRNet, un protocolo secreto de redes de enrutado de internet que opera
el Departamento de Defensa para alojar información confidencial.
Las filtraciones de
Collateral Murder o Irak War Logs en abril y octubre de 2010, abrieron el
camino para que en 2013 Edward Snowden filtrara la información sobre los
programas PRISM y Xkeyscore de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA)
estadounidense. Programas que servían para obtener y analizar de forma masiva
datos y metadatos recogidos de compañías como Google, Facebook o Apple.
Es por mostrarnos
como operan el imperio de la vigilancia y el imperialismo en la era digital,
una alianza entre los aparatos militares de seguridad y las grandes empresas de
internet, que Snowden está refugiado en Rusia, y a Assange se le retiene en la
prisión de alta seguridad de Belmarsh, Londres, mientras se le juzga con el
objetivo de extraditarlo a Estados Unidos en un juicio que será retomado entre
el 18 de mayo y el 5 de junio. Mientras tanto, la primera semana de juicio a
Snowden se ha convertido también en una metáfora de lo que le espera al
fundador de WikiLeaks en caso de ser extraditado: el primer día de juicio fue
desnudado dos veces, retenido en cinco celdas diferentes, y esposado once
veces.
Más allá de lo que
dictamine un tribunal de un aliado estratégico de EEUU en la OTAN, tanto el
Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas como la Corte Interamericana
de Derechos Humanos han calificado de detención arbitraria la situación de
Snowden, e insistido en la necesidad de garantizar el asilo. Por no hablar de
la condena mundial al intento de censurar la libertad de expresión, en un caso
amparado por la propia Primera Enmienda a la Constitución de los Estados
Unidos. Resulta paradójico que en 2020 estemos debatiendo recorte de derechos
que si se hubiesen producido hace 50 años, hubiesen imposibilitado el escándalo
de Watergate y la renuncia de Nixon.
Es por ello, que el
juicio al fundador de WikiLeaks es un juicio contra la libertad de expresión,
porque como dijo el propio Assange: “Cada vez que somos testigos de una
injusticia y no actuamos somos más pasivos ante su presencia y con ello podemos
llegar a perder toda habilidad para defendernos y para defender a quienes
queremos”.
Pero además, el
juicio a Assange es la posibilidad de manifestarnos contra el imperialismo de
la era digital y el imperio de la vigilancia que construye. Lo dijo el propio
Snowden: “No quiero vivir en un mundo donde todo lo que yo diga o haga, toda
persona con quien yo hable, toda expresión de creatividad, amor o amistad sea
grabada”.
No queremos que los
gobiernos vigilen de forma indiscriminada a sus ciudadanos y ciudadanas, pero
sí queremos una ciudadanía que mantenga observada a las cloacas del poder para
que respondan por los crímenes cometidos en guerras de despojo por los recursos
naturales del planeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario