miércoles, 25 de marzo de 2020

TÉCNICAS NARRATIVAS DE VÍCTOR RAMÍREZ EN SU PRIMER LIBRO


TÉCNICAS NARRATIVAS DE VÍCTOR RAMÍREZ 
EN SU PRIMER LIBRO
POR HORTENSIA ALFONSO ALONSO

INTRODUCCIÓN
En 1988, dentro de la excepcional colección de la Biblioteca Básica Canaria, fueron publicados dos cuentos del conocido autor canario Víctor Ramírez. El volumen en el que fueron recogidos recibe el título del primer relato, que es, al mismo tiempo, el más popular; nos referimos a "CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA".

     Sin embargo nosotros nos detendremos en el segundo cuento -“EL ARRANQUE”-, con el que el primero guarda relaciones bien estrechas y diferencias evidentes. Aunque no podemos estudiar con la profundidad necesaria dichas conexiones, debido a que no entra dentro de los objetivos de una introducción un análisis de ese tipo, conviene destacar, aunque sólo sea como información complementaria, las principales conexiones:
     -Ambos relatos fueron gestados y publicados al mismo tiempo: finales de los años 60, principios de los 70.

     -Los dos muestran un ambiente depresivo, desesperanzador y, al mismo tiempo, irónico.
     -Los protagonistas de las dos narraciones se encuentran traumatizados y decepcionados en sus relaciones afectivas.
     -Como diferencia esencial tenemos los "arranques" que dan título al segundo texto: los personajes del primero son más pasivos, dejándose llevar cobardemente -como ellos mismos reconocen- por el camino más fácil -aunque sea el peor- que les ofrecen los acontecimientos; mientras que el protagonista del segundo intenta cambiar su destino, miserable en algunas ocasiones, aunque con idéntico resultado que Blasín (personaje de "CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA"), pues también tendrá que conformarse y aprender a "arrastrar su sombra".
-Existe otro aspecto común a las dos narraciones que se relaciona más con este trabajo: el estilo que despliega el escritor en ambos textos. Como se trata de un rasgo demasiado amplio para ser comentado en esta introducción, dedicaremos expresamente un apartado para el desarrollo de dicho tema.

* * *

ESCRITOR URBANO, SOCIAL Y COMPROMETIDO

Antes de situarnos en el estudio del texto, conviene detenernos, aunque sólo sea por unas líneas, en la figura de Víctor Ramírez como escritor perteneciente a una determinada generación, buscando, ante todo, la manera de ambientar la narración que nos ocupa.
     Nace nuestro autor en Las Palmas de Gran Canaria en 1944, desarrollando niñez y adolescencia en una típica vecindad de barrio urbano de los años cincuenta. Este factor viene a ser determinante en su obra literaria, pues los personajes, situaciones y circunstancias de los relatos que recrea están tomados directamente de la realidad vivida día a día en estos vecindarios.
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Así, por ejemplo, Blas -protagonista de "CADA CUAL..."- nos narra con toda sencillez un episodio típico de los barrios periféricos de la capital grancanaria:
     "La guagua se llenaba pronto de mujeres con las cestas y los bolsos, los cartuchos repletos de víveres; venían de la plaza, y yo, como fui de los primeros en subir, logré sentarme junto al cobrador, Genaro, también del barrio, gordo, buey, pero tuve que levantarme, no fueran a decir, y ceder el asiento a Rosita la de Perico; mojando con la punta de la lengua la yema del pulgar, daba los tickets y cobraba, sin mirarme, devolviendo la calderilla que se le escurría entre sus dedos rollizos, hablando como quien mastica carne dura...".
    
De todos es sabido que el escritor siempre se inspira en sus propias vivencias; así que no es extraño que Víctor Ramírez no sólo sea un escritor urbano, sino que refleje en sus historias experiencias tomadas de su profesión -maestro- o, incluso, de sus gustos por el fútbol o las canciones mejicanas.
     Dentro de este último aspecto resulta significativo el tratamiento del tema del amor en sus novelas y de los diferentes papeles que corresponden al hombre y la mujer según criterios establecidos por el propio escritor, criterios que nos recuerdan la tradición folclórica hispanoamericana recogida en música, literatura y películas -como los famosos culebrones televisivos-: ¿es que acaso la aversión olfativa que siente el protagonista de EL ARRANQUE hacia todas las mujeres no es un tema de claras raíces sudamericanas?
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Si Víctor Ramírez se inspira en sus propios gustos y aficiones a la hora de ejercer como narrador, también, por otro lado, se siente implicado en el mundo real y artístico que lo rodea en ese momento. Es entonces cuando el escritor toma una postura, que puede ser de despreocupación e indiferencia o de compromiso.
     Víctor Ramírez, como la mayor parte de los narradores de su generación, opta por esta última y se transforma en un escritor social que denuncia en sus páginas todos los problemas que considera más interesantes.
     En este sentido, en "CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA" aparece toda una galería de retratos directamente tomados de la especial situación social originada por la posguerra española: aparecen, por ejemplo, el malvado cacique, el emigrante, el hombre que es denunciado por su vecino debido a cuestiones políticas y, posteriormente, fusilado; o la mujer trabajadora que tiene que hacerse cargo de su familia ella sola al quedar viuda y que es acosada sexualmente por el asesino de su marido.

Es Víctor Ramírez, pues, un escritor urbano por transformación y comprometido con la sociedad de su tiempo por propia elección. Pero, además, demuestra ser un narrador que se rebela contra las normas establecidas por esa misma sociedad de la que forma parte y contra la que se enfrenta:
     "Narrador en solitario y libertad, y de espaldas a los medios usuales de edición y divulgación publicitaria, vuelve a mostrarnos, con el rebelde optimismo de los escépticos y desde un implacable humor rabioso, su desprecio más lúcido hacia los 'valores' que han sustentado y siguen sustentando bajo otros disfraces una sociedad que se regodea con ridícula petulancia en sus impotencias" -se decía de él en 1984, cuando apareció la primera edición de "NOS DEJARON EL MUERTO".
     Sólo bajo la perspectiva que nos dan estos datos podemos comenzar el estudio de las técnicas narrativas que el escritor utiliza para conformar su propio estilo o, lo que es lo mismo, su personalidad transmitida al papel.

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"EL ARRANQUE": ARGUMENTO

Antes de entrar en consideraciones estilísticas, nos detendremos, con la finalidad de resumir en unas pocas líneas el argumento de la narración que, como sabemos, no es precisamente lo más importante, aunque no carece de cierta relevancia.
     Podemos decir que la historia desarrollada en "EL ARRANQUE" es bien sencilla: un joven, con problemas familiares, se va de casa y comienza una nueva vida en solitario. Su economía y trabajo van cada vez mejor; pero no se siente completo, así que decide empezar a buscar una mujer que dé sentido a su vida.
     Sin embargo su búsqueda es sólo una suma de fracasos, pues no soporta acercarse a ninguna mujer por el característico olor que, según él, todas despiden.
     Tras una serie de peripecias en las que el anónimo protagonista intenta por todos los medios vencer su insana repugnancia por medios físicos o psicológicos, termina comprendiendo que su mal no tiene solución y decide engañar la frustración de su ego mediante un golpe de efecto: regalar el lujoso apartamento en el que vive, con todos los muebles y demás enseres, a una pobre familia numerosa que acaba de quedarse en la calle.
     Sin embargo, este incomprensible gesto generoso en una sociedad egoísta en la que el más fuerte siempre triunfa aplastando al más débil tiene un ¿inesperado? desenlace: el cabeza de familia vende el piso amueblado para gastarse el dinero en bebidas y mujeres.
     Sin duda estamos ante el amargo mensaje final más desconsolador, a la par que terriblemente sencillo, que podemos hallar en gran parte de la literatura canaria.

     Ésta es toda la historia que se desarrolla en unas escasas 33 páginas, en las que el autor despliega todo su talento como escritor utilizando un peculiar estilo narrativo. Éste será el tema que estudiaremos en el siguiente apartado.

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LAS TÉCNICAS NARRATIVAS DE "EL ARRANQUE".

Podemos decir que el estilo de Víctor Ramírez como escritor es tan marcado, tan definido y personal, que todo el que haya leído aunque sólo sea una sola de sus narraciones puede identificar, como suyo y sin lugar a dudas, cualquiera de sus textos.
     Por eso, aunque dentro de este apartado sólo nos centraremos en las que hemos dado en llamar "técnicas narrativas" -o, lo que es lo mismo, mecanismos que maneja el autor a la hora de elaborar estéticamente el texto- más importantes de "EL ARRANQUE", podemos muy bien extender a los resultados de este estudio a gran parte de la obra escrita hasta el momento por el autor canario.

     Para demostrar estas afirmaciones, dedicaremos un capítulo a la comparación estilística entre "CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA" y "EL ARRANQUE", los dos cuentos más relacionados entre sí de toda la producción literaria de Víctor Ramírez.

En los que al texto que nos ocupa en este apartado se refiere, lo primero que tenemos que anotar es que se trata de una narración en primera persona, como se demuestra desde la primera línea: "Creo que en otra ocasión le dije que abandoné pronto la casa paterna...".
     De esta primera frase podemos deducir, todavía, otros dos factores: se trata de un personaje que va a contar, al menos, parte de su vida -por lo tanto estamos ante una narración autobiográfica, la más subjetiva e íntima de todos los géneros narrativos- y dicho personaje se dirige con cierta familiaridad a un hipotético interlocutor.
     De hecho son múltiples los ejemplos que confirman este último dato: "No fuese usted a pensar que era yo un desarraigado...", "...y usted me conoce lo suficiente para saberlo.", "Admito con usted que yo no sería ni más ni menos que uno más...", "Ni le pase por la cabeza que esa situación...", "Hombre, es claro...", "...usted dirá", etc.

Pero ¿quién es este misterioso interlocutor que no se digna decir ni una palabra en todo el relato? Se trata, nada más y nada menos, que del propio lector: nadie mejor para soportar impasible la incesante verborrea del anónimo protagonista.
     Se establece pues un falso diálogo (porque, en realidad, es un monólogo) entre el narrador del cuento y el sufrido lector, al que se le niega toda posibilidad de réplica.
     Estas constantes llamadas que lanza el personaje a lo largo de todo el texto tienen tres funciones claras: producir la ilusión de un diálogo -como ya hemos apuntado-, captar la atención del lector u oyente -al más puro estilo juglaresco- y dar sensación de naturalidad, restando artificio a la narración.
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Víctor Ramírez pretende ante todo crear la ilusión de un discurso narrativo oral inmediato; y para ello despliega todo un completo surtido de figuras estilísticas destinadas a dar mayor naturalidad a dicho discurso:
     .-Preguntas retóricas: "¿cómo diré?", "¿por qué no?", "¿Y si en verdad fuera yo marica...?", "¿y si el rechazo experimentado ante las mujeres me impelieran a buscar...?", "¿Y qué decir del temor a caer en el extremo opuesto?", "¿y si fuera y le dijera?", "¿quién sabe si...?", etc.
     (Todas estas preguntas se las dirige el narrador a sí mismo, con lo que se refuerza la sensación de monólogo, sólo rota cuando el protagonista dedica unas breves palabras al supuesto interlocutor-lector-oyente, situación que se da, como ya hemos comentado, a lo largo de todo el texto. De hecho, podemos decir que estas preguntas pertenecen al monólogo interior del personaje.)
     .-Frases entrecortadas: "Éste nunca sabría cuán agradecido le estaba al evitarme el tormento insoportable de oler aquellos vapores de cabellos lavados con champú de huevo, o el irritante tufo de depilatorio de bigote o sobaco, o el.", "... es prematuro y contraproducente porque creo que lo suyo se arreglará con el tiempo, con el acomodo de esta desviación de su sentido, en verdad que extrañísima, y.".
     (Víctor Ramírez deja, pues, gran parte de las enumeraciones o extensas relaciones sin un final específico, confiando dicho final a la imaginación del lector. Este factor cumple, aparte de la ya mencionada, una doble función: dar agilidad al texto y convertir en cómplice del mismo al lector, que pasa de ser pasivo receptor -papel clásico- a activo agente -papel más renovador.)
     -Repeticiones: "...un, un incomodado...", "tú sabes a qué me refiero, tú.", "se sospechaba que yo, bueno, que si yo...", "... mientras leía una revista hasta mi turno, una revista de ésas...", etc.
     (Este es uno de los rasgos que ayudan más a la sensación de lenguaje oral que transmite el texto, pues, como es bien conocido, si bien las repeticiones son muy frecuentes y hasta necesarias en la comunicación oral, en la escritura resultan inadecuadas: a no ser que, como en este caso, lo exija la intención del autor.)
     -Correcciones o matizaciones: "...el matrimonio de mi padre con Lina, la tía Lina.", "Se limitó a mirarme serio, afectadamente serio, comediando solemnidad...", "...ingenuo, conscientemente ingenuo".", etc.
     (Con este recurso, el autor consigue inyectar una increíble dosis de espontaneidad al cuento, algo que difícilmente podría haber logrado de otra manera.)
     -Términos del lenguaje familiar: "enserié", etc.
     (Al contrario de lo que podemos suponer, son muy escasos los vocablos exclusivos del lenguaje familiar, siendo más comunes las construcciones sintácticas del ámbito coloquial: "... en que hoy iba a conocer mujer.")
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A pesar de todo, la mayor parte del lenguaje utilizado en esta narración es un conjunto de términos comunes enlazados en sencillas construcciones sintácticas que confirman la sensación de naturalidad que desprende todo el texto, como ya hemos señalado en otros apartados.
     Sin embargo, en algunas ocasiones el autor parece traicionar este principio e incluye en el discurso de su personaje algunas palabras demasiado cultas o demasiado líricas como para seguir manteniendo la ilusión de texto coloquial:
"libros ornamentales", "...el pecho palpitante de emoción. Y la mirada altiva...", "...dejé vagar la vista hacia la lejanía, hacia el océano negro y brillante que me soplaba su brisa salobre y tibia...", etc.
     Son estos detalles los que nos hacen pensar que este relato participa de varios géneros a la vez: es un diálogo, es un monólogo interior y es una reflexión poética.
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Por lo que hemos comentado hasta el momento, parece como si sólo existiera una voz en el cuento, la del protagonista que es al mismo tiempo narrador del mismo. De hecho ese ha sido el motivo de que lo hayamos calificado como monólogo o falso diálogo.
     Sin embargo existen otros personajes con voz propia que hablan dentro del cuento en estilo directo, pero siempre a través del monólogo del protagonista. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el diálogo entre padre e hijo incluido al comienzo de la narración:
     "Papá, me voy: tienes bastante con tus otros hijos y... Es mejor que yo me vaya, papá. Mi dinero no te hace falta y. La situación me obliga a. En fin, papá: tu sabes a qué me refiero.
     "Se limitó a mirarme serio, afectadamente serio, comediando solemnidad: hijo, no es que seas un hombre ya, pero, a tu edad, se te deben respetar las decisiones, dejarte hacer, los consejos sobran, rebotan."

O con el que se establece entre el protagonista y el padre de la familia desahuciada:
     "...Y fui a su encuentro con el brazo extendido a guisa de detenerle. Por favor, le dije, perdone unos segundos. Él afectó mirar hacia atrás, no fuese a otro a quien yo llamara: ¿a mí?, enseriando el gesto. Sí, a usted: ¿nos sentamos?: le indiqué el banco. No hace falta: y me esperan a comer, además. Bien, como usted quiera. ¿Ya me dirá qué se le ofrece? Es que, de veras no sé cómo empezar. Pues lo que se dice yo. Leí el periódico de hoy, el de la mañana. ¿Sí?: bastante que me alegro, yo también lo leí: ¿y? Lo siento, en verdad que lo siento; sé su situación..."
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A lo largo del extraño soliloquio que constituye "EL ARRANQUE", a mitad entre el monólogo -sólo habla un personaje- y el diálogo -se dirige a un interlocutor mudo- se suceden, pues, pequeñas conversaciones mantenidas entre el protagonista y un personaje secundario, reproducidas por el primero en forma exacta y concreta.
     Para ello, como hemos podido observar en las citas anteriores, la voz del anónimo narrador se desdobla en dos: la suya propia y la del otro personaje. Pero el fenómeno de desdoblamiento da un paso más allá cuando el protagonista habla consigo mismo. Es entonces cuando da la impresión de que el personaje no habla, sino que piensa:
"...qué diablos pinto yo aquí con estos calzones tan bien planchados, estos zapatos tan bien lustrosos y relumbrones, con esta camisa pura nieve de limpia, esta chaqueta impecable, corbata de última moda, pero, hipócrita cochino, los calzoncillos sucios, individuo aburrido..."
"Volverse atrás antes de que sea demasiado tarde; no cometas ese disparate; mira que no son cuatro perras lo que vas a dar. Como si es un millón; y ojalá tuviera yo las suficientes agallas para dejarlo todo y marcharme vagabundo, mendicante, por esos mundos de Dios... Pero eres un cobarde; seguirás en la oficina por la mañana y en la trastienda del supermercado por la tarde, luego tus paseítos y programitas de televisión, porque ya ni lees como antes... Vendamos el piso y con lo que nos den, que será bastante, nos damos una vueltita por ahí... ... no seas pesado; de aquí no me muevo, por lo pronto. ¿Te doy un consejo? No, gracias..."
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Incluso, como observamos en este último fragmento, se refuerza la sensación de desdoblamiento de personalidad con la utilización de plurales como "vendamos" o "nos", refiriéndose todos ellos al Yo protagonista.
     Esa particular afición del protagonista por la conversación, incluso cuando no existe un interlocutor propiamente dicho, otorga cierto efecto teatral al texto que se ve apoyado por otras técnicas típicas de la escritura dramática:
-Frases cortas: "Bah, paciencia, y a esperar, porque, a lo mejor, ¿quién sabe si?, nada: total, que aquí no se acaba el mundo. No.", "... toma, come de esto, es lo que alimenta; y vamos y comes, ¿qué?, pura nada, sebo, para que te mueras sin vivirte y te pudras hediondo barnizado.", etc.
-Acotaciones: "Carraspeó, miró el reloj...", etc.
-Exclamaciones: "¡Ah!, no me olvido...", "¡Qué contento ibas de compras!, ¡con cuánto esmero elegía y desechaba, husmeaba, sopesaba!", etc.
-Interrogaciones: "... ¿cómo diré?", "...¿qué, gusto o no gusto?, etc.
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A veces el texto se llena de preguntas y respuestas que el protagonista se da a sí mismo en un sorprendente y grotesco desdoblamiento de personalidad lleno de humor:
"Y esos que escriben cartas a los periódicos para que se las publiquen, siempre lamentándose de esto o de lo otro, como inquietos buenos ciudadanos que se preocupan por todo lo que concierne a mi patria ¿chica? Eso: chica. ¿No respondes? Sí: chica. ¡Compraste las revistas al del furgón! Compramos, dirás. Lo que sea. ¿Y qué?; también desayunamos y dormimos. No te entiendo. Es lo mejor, que no nos entendamos..."
     A nuestro juicio, de aquí al absurdo sólo hay un paso.  pesar de la variedad de materiales textuales analizados hasta el momento, todavía hay lugar en este breve cuento para la descripción, escueta pero cargada de contenido lírico:
"Comencé por la alcoba, de matrimonio, que nadie sabe qué va a ocurrir. Luego creo que fue un comedor de madera fina y de mesa ovalada. Después sería el recibidor, coquetón él, con su biblioteca llena de libros ornamentales y su apartado para la televisión, cuadros de paisajes y mares furiosos y calmos y de un caballo pinto corriendo por una llanura rojiza y contra el cielo negro e hilachado de amarillo al fondo, también tres columnitas como de mármol transparente que coloqué en los rincones y que tienen encubierta en su interior una luz que si enciendes te alumbra penumbroso, azulado, rosáceo y anaranjado, y además unos ídolos africanos negros y feos, decía el que los vendió que de caoba, y que se cuelgan donde mejor peguen. La cocina era de lo más lujosa."
"En alguna película de agentes secretos yo había visto algo parecido, alta, tanto como yo, esplendorosa, de cabello como el millo rubio y brillante, la piel tostada contrastando con unos enormes ojos que ni verdes ni azules sino azules y verdes con, cómo lo diré, iridaciones doradas, algo deslumbrante, quimérico, la sonrisa blanquísima, destellona".

Tras todo este despliegue de géneros, aún tiene Víctor Ramírez lugar para desarrollar algunos párrafos que se ajustan más a lo que es un cuento tradicional; es decir, son textos en los que se relata una historia:
"Desde que, acabado el Peritaje Mercantil, conseguí empleo en la Agencia de Transportes y notaba que ganaba lo suficiente para manejármelas solo, no sabía cómo abordar el asunto con mi padre y despedirme de él. (...) Hasta que me convocaron a quintas, me hospedé en una pensión cercana a la playa vieja. No resultó cara, y era limpia; me atendía bien, con educación, aquella buena gente. Refiriéndonos al cuartel, lo pasé bien en lo que cabía; no debo quejarme. Gracias a las disposiciones oficiales, y creo que también al aprecio que me tenían, en la Agencia me guardaban el puesto de trabajo".
"Sucedieron varios días de calma externa, como de absorto en sus ocupaciones. Al martes siguiente, o al miércoles, no preciso bien, usted comprenderá, Pedrito el del furgón mostraba a Lorenzo, en la esquina de allá, una especie de folletos coloreados, a los que mi compañero de oficina parecía comer con la atención, sonrisa boba en la boca, de drogado, babosa, mientras el del furgón ponía un mohín de petulancia comprensiva y remirándose las uñas. Picado por la curiosidad, no había nadie en la estancia, dejé mi puesto y me acerqué a ellos, que levantaron los ojos hacia mí, extrañados de verme interesado por algo más que mi trabajo..."
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En estos fragmentos se repiten todos los tópicos del relato narrado propiamente dicho: aparecen nombres propios, se cuentan anécdotas, se precisa el tiempo en el que transcurre la historia en cuestión, etc.
     Estamos, pues, ante un cuento, ya que el propio autor lo califica de esta manera; pero un cuento en el que cabe de todo: diálogos de tintes teatrales, discursos narrativos, monólogos, reproducciones típicas del lenguaje oral y familiar, estructuras sintácticas sencillas, reflexiones poéticas, descripciones líricas, monólogos interiores, etc.
     Gracias a la maestría del escritor y a la peculiar flexibilidad del cuento como género, esta mezcla de elementos tan dispares constituye una unidad tan bien conformada que no presenta ninguna fisura por la que pueda decirse que al autor se le escapa el control de la técnica que utiliza al crear. De hecho, esta técnica forma parte de su estilo, como podremos estudiar en el próximo apartado.

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"CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA" Y "EL ARRANQUE": UNA TÉCNICA COMPARTIDA.

Ya hemos comentado en otras ocasiones la singular similitud de estilo que existe entre todas las producciones literarias de Víctor Ramírez; pues bien, como ejemplo ilustrativo de esta afirmación tomaremos dos de sus cuentos más relacionados entre sí: "CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA" y "ARRANQUE" -los que, precisamente, conformaron el primer libro suyo publicado en 1971, cuando Ramírez tenía 26 años. Y utilizo la versión con que aparecen en "CUENTOS COBARDES", editado en 1977.
     Al comparar las dos narraciones bajo la perspectiva que nos da este punto de vista, lo primero que notamos es que en ambas existe una voz que funciona como narrador objetivo en muchos casos:
"Había dos vasos en la barra y una botella, dos vasos acabados de vaciar y una botella mediada, también una lucerna de araña en el techo, viejísima, de cinco brazos de metal y tres bombillos fundidos, una luz tenua, vidriosa, espolvoreada, de las que hacen amusgar la vista arrugando el entrecejo y la nariz. Había dos hombres apoyados contra el mostrador..."
"La reconocí enseguida, aunque tenía el aspecto más envejecido y con una verruga en el cachete derecho que en la foto no noté. La llamé con un bisbiseo al tiempo que me levantaba para acercármele. Volvió la cabeza hacia mí con cierta dificultad. Llevaba en brazos, apoyada contra su prominente barriga, una criatura de apenas un año; los otro cuatro chiquillos, desarrapados, el pescuezo, la cara, los brazos y las piernas llenos de churre..."
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Y en otros como narrador subjetivo:
"Había dos hombres apoyados contra el mostrador, don hombres que se hubieron mirado por unos momentos a los ojos cuajados, como si hurgaran recíprocamente en las pupilas del otro, borrachos, y buscando consuelo cómplice, entibiados sus corazones, asegurándose que sí, que tú también eres un hombre, igual que yo, pues tu mirada es un pozo de interrogantes y amarguras pardas, desvaídas ahora, un pozo sin fondo visible, donde cabe todo"...
"Lo compré en una urbanización bastante airosa, frente al mar y yendo hacia el sur, ya algo fuera del casco capitalino, junto a las pintorescas chabolas de pescadores. No quise pasarme a él desde que me dieron la llave, no. Preferí esperar a cambiarme para cuando lo tuviera completo, totalmente amueblado y a mi gusto. Llenarlo de lo necesario llegó a ser un nuevo y entretenido pasatiempo que me distraía y entusiasmaba. Poco a poco había ido llevando a él cuanto comprase. ¡Qué contento iba de compras!, ¡con cuánto esmero elegía y desechaba, husmeaba, sopesaba!
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En "CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA" este narrador deja paso a la voz de otros personajes, mientras que en "EL ARRANQUE", siendo una sola voz la narradora y protagonista del texto, reproduce ella misma la voz de los demás personajes, dejándonos así, siempre, aunque sólo sea de forma inconsciente, un solo enfoque narrativo:
     "Yo me quedaría lívido, demudado. El del furgón y Lorenzo, miré hacia ellos, avergonzad por mi flagrante éxtasis, me observaban complacidos, como quienes vienen de vuelta. Que no es para tanto, me golpeó Lorenzo en el codo, que no es para tanto, hombre: si por poco te desmayas. Pienso si se le iría la duda acerca de mi hombría."
     Esta situación afecta a la cercanía subjetiva de los textos con respecto al lector, más patente en el último caso que en el primero.
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A pesar de lo dicho, la multiplicidad de voces en ambos cuentos es bien evidente:

(A) "CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA:
     -Narrador anónimo: "Fue en una tienda de barrio, en una de ésas en las que además te sirven bebidas por la parte de allá del mostrador, separada por una mampara de chapa de latón del lado de acá..."
     -Narrador protagonista, Blasín, primer borracho: "Mi madre había empezado a desahogarse, me puse a su espalda, donde le vi un roto en el vestido a la altura del hombro casi, y una piel lechosa y brillante que olería agria y que empezaría a sublimar mi coraje sordo, prudente".
     -Narrador protagonista, segundo borracho: "Y a mí se me había clavado hondo, mal asunto. Pero lo más que me jeringaba era que la vieja cogiese el partido de enfrente...".
     -Personajes secundarios: madre de Blasín, novia, Maluisa, tendero, etc. En estos casos a veces el personaje toma la palabra directamente, aunque siempre dentro de los discursos de los protagonistas, o de forma indirecta.
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(B) "EL ARRANQUE"
     -Protagonista anónimo y, al mismo tiempo, narrador.
     -Personajes secundarios que hablan dentro del discurso narrativo del protagonista en estilo directo. "Se limitó a mirarme serio, comediando solemnidad: hijo, no es que seas un hombre ya, pero, a tu edad, se te debe respetar las decisiones, dejarte hacer, los consejos sobran, rebotan.
     O estilo indirecto: "Iba sobre ruedas mi existencia, pianito, hasta que Lorenzo, casi el único, que en realidad no lo era, casi el único amigo que tenía, me insinuó que, en la oficina, se sospechaba que yo, bueno, que si yo sería marica, como nunca hablaba de conquistas amorosas, o de algo de eso, en fin".

Tras estas afirmaciones, no es de extrañar que el diálogo sea igualmente importante en ambos textos; es más, podemos añadir que "EL ARRANQUE" y "CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA" se sustentan sobre una estructura dialogada, estableciéndose sólo las diferencias entre los sujetos dialogantes y sus actitudes: así, en el primer cuento el protagonista se dirige directamente al lector, como ya hemos comentado; mientras que en el segundo cuento el diálogo se establece entre los dos borrachos, aunque, como ocurre en el primer caso, la conversación sólo se mantenga en apariencia, ya que, en realidad, cada borracho habla por su cuenta sin hacer gran caso de su supuesto interlocutor.
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También en "CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA", como en el "EL ARRANQUE", se intercalan breves diálogos e, incluso, monólogos -como el del personaje de la madre- dentro de la conversación general de los dos protagonistas.
     Aprovechando la técnica del diálogo hasta sus últimas consecuencias, Víctor Ramírez, como ya hemos tenido la oportunidad de comentar en anteriores apartados, concede cierto aire teatral a sus narraciones por medio de acotaciones, frases cortas, exclamaciones, etc.

Pero, en "CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA", va un paso más allá y llega a realizar una verdadera puesta en escena digna de cualquier obra de teatro moderna:
     "Había dos vasos en la barra y una botella, dos vasos acabados de vaciar y una botella mediada, también una lucerna de araña en el techo, viejísima, de cinco brazos de metal y tres bombillos fundidos, una luz tenue, vidriosa, espolvoreada, de las que hacen amusgar la vista arrugando el entrecejo y la nariz. Había dos hombres apoyados contra el mostrador, dos hombres que se hubieron mirado por un momento a los ojos cuajados, como si hurgaran recíprocamente en las pupilas del otro, borrachos, y buscando consuelo cómplice, entibiados sus corazones, asegurándose que sí, que tú también eres un hombre, igual que yo, pues tu mirada es un pozo de interrogantes y de amarguras pardas, desvaídas ahora, un pozo sin fondo visible, donde cabe todo, y uno de ellos hubo de decir, no se sabe cuál, que Dios aprieta pero, se dice, no ahora, que es lo malo, que no acaba de ahogar".
*
Juzguemos la impresión que puede tener el lector al leer esto justo al comienzo de un cuento: ¿no pensará, al menos por un momento, que está ante el inicio de una obra de teatro, con la típica puesta en escena, sencilla, concisa y lírica, de los años 70?
     Este mismo fragmento nos sirve para demostrar que Víctor Ramírez también utiliza en esta narración, como en "EL ARRANQUE", las descripciones escuetas y precisas en las que se mezcla alguna que otra vez algún giro poético ("tu mirada es un pozo de interrogantes y de amarguras pardas").

Pero la narración es, antes que nada, un relato. Ya hemos visto que, a pesar de utilizar tantas técnicas propias de otros géneros literarios, Víctor Ramírez no olvida el principio fundamental de el cuento en "EL ARRANQUE", y tampoco lo hace en "CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA", como lo demuestran estos dos fragmentos eminentemente narrativos en el sentido estricto de la palabra:
     "Me eché novia demasiado joven. Mal asunto éste de echarse novia muy pronto. Apenas unos chiquillos los dos. Era de mi mismo barrio. Su casa en la esquina de arriba, la mía casi en la esquina de abajo. Siempre fue la más bonita, mal asunto..."
     "Con un soplo se apaga. Sin embargo no escarmentamos en testa ajena. Y acabas casándote, aún esperando lo que te aguarda. Parece una maldición eso: parece no. Lo es. Trabajé en el Sequero, lejos, te dije. Las pasé perras tragando arena, rumiando sed que tienes que engatusar con agua salobre. Fuerte frío de noche en la carpa".
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Por lo tanto el autor va repitiendo las mismas técnicas literarias en uno y otro texto, configurando así un estilo muy particular e inconfundible. Estilo que irá desarrollando a lo largo de toda su carrera literaria y que tendrá sus máximos exponentes en obras maestras como "NOS DEJARON EL MUERTO".
     Así pues, estos CUENTOS COBARDES sirvieron como fructífero campo de ensayo para un joven escritor que en su madurez seguiría utilizando estas mismas técnicas, pero con mayor seguridad en sí mismo:
Como se habrá podido intuir, creemos que en "CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA" hay un texto fundacional; y lo es en dos sentidos: como germen del desarrollo posterior del propio Ramírez y en tanto un mojón limítrofe de una renovación de la oferta literaria en prosa, siempre en territorio canario.
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(*) HORTENSIA ALFONSO ALONSO es Licenciada en Filología por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, es doctoranda de la misma Universidad; y en la actualidad está elaborando una Tesis sobre la Última serie de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Este ensayo es la segunda parte de un libro, editado por el Ayuntamiento teldense, cuya primera parte está dedicada a Saulo Torón con el título "UN POETA CONDENADO AL OLVIDO"

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