PUIGDEMONT EN PERPIÑÁN
DAVID TORRES
Que Puigdemont haya
viajado de Waterloo a Perpiñán significa un obvio cambio de estrategia. Aparte
de una gran mayoría de residentes a los que su presencia les importa un bledo,
en Waterloo los vecinos del president en busca y captura dividen sus simpatías
entre partidarios de la independencia catalana y simpatizantes del estado
español. Hay catalanistas que van a visitarlo en procesión los fines de semana
y fiestas de guardar, un poco como los peregrinos a Lourdes, sólo que a veces,
ya cerca del santuario, se tropiezan con un balcón o una ventana donde cuelga
desafiante una bandera española bien gorda, que ondea ahí sólo por joder.
De la derrota de
Waterloo Napoleón terminó en Santa Elena, una isla perdida en medio del
Atlántico, ya que Elba, a mitad de camino entre Cerdeña e Italia, resultó
demasiado cercana para que el emperador no pegara un salto al continente e
iniciara una última campaña bélica. Al convocar un acto político al mismo
tiempo que la mesa de diálogo entre Sánchez y Torra, y hacer un llamamiento a
preparar "la lucha definitiva" por la independencia, Puigdemont
abandona el diálogo a favor del monólogo y las palabras por los hechos. Todavía
no está muy claro a qué se refiere con lo de "lucha definitiva" ni
cuáles serán esos hechos, pero está claro que a Puigdemont ya se le ocurrirá
algo.
No se recuerda
cuándo fue la última vez que más de cien mil catalanes acudieron en masa a
Perpiñán, probablemente nunca, aunque las colas de espectadores que iban a la
localidad francesa a llenar salas porno durante los años finales de la
dictadura albergaron multitudes parecidas. En esas películas importaba bien
poco que se hablara en francés, en inglés, en catalán o en español, porque en
el porno, igual que en el independentismo, los diálogos son lo de menos. Lo
importante, en uno y otro caso, es llegar a los hechos y los hechos, ya se
sabe, no suelen salir gratis. Toni Comín, ex consejero de Sanidad, explicó a
los asistentes de la película de Puigdemont que "necesitamos crear unas
condiciones para que la confrontación con el Estado salga bien". A
diferencia del cine porno, donde da igual si los actores se casan al final, el
acto de rebeldía en Perpiñán tiene como finalidad la concepción y el nacimiento
de una república catalana, con una muchedumbre enfervorizada haciendo de óvulo
y Puigdemont en el papel de espermatozoide triunfal.
Ya advirtió Dalí
que la estación de Perpiñán es el centro del universo, un nudo de fuerzas
esotéricas donde el tiempo y el espacio convergen. Dalí decía que en Perpiñán
siempre se le ocurrían ideas geniales y por eso pintó un cuadro famoso, La
estación de Perpiñán, que, visto hoy, a raíz del baño de multitudes de
Puigdemont, adquiere un extraño simbolismo. A un lado y a otro se ve a los
campesinos del Angelus de Millet, inclinados mansamente en la oración, un
cuadro famoso en el que Dalí se empeñaba en vislumbrar el recuerdo de un hijo
muerto y enterrado hasta que un análisis científico demostró que llevaba razón:
había una primera versión del lienzo donde Millet pintó una pequeña tumba a los
pies de la pareja. En su propio cuadro, enmarcado en cuatro rayos de luz y bajo
la comadrona imponente de un vagón de tren, Dalí colocó una pequeña figura en
la que no sería descabellado ver una alegoría de la república recién nacida.
Vaya usted a saber.
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