“CUENTOS
COBARDES”, DE VÍCTOR RAMÍREZ:
recordando
nuestro primer encuentro.
POR
EMILIO GONZÁLEZ DÉNIZ
Una noche de principios de los años
70, Juancho Armas Marcelo y yo nos dirigíamos a su casa de Las Palmas porque
teníamos una cita con Tácito, un tipo que era tan escueto que a menudo hurtaba
los verbos. En el portal nos encontramos con un muchacho de pelo rizado,
maestro alfabetizador que enseñaba a leer a adultos en Las Coloradas de La
Isleta.
Hablaba a
borbotones y se me quedó mirando tanto como yo a él. Juancho nos presentó:
Aquí, Víctor Ramírez, aquí Emilio, que es colega tuyo y se prepara de latín
porque hace las comunes de Filosofía y Letras.
Subimos a casa de
Juancho. Era el tiempo en que acababa de fundar con otros la editorial Inventarios Provisionales. En
un momento de la conversación se me ocurrió preguntarle a Víctor por qué,
siendo él tan joven, no hacía como yo, y ampliaba estudios en La Laguna.
Juancho no lo dejó contestar: “Lo que tiene que hacer Víctor es escribir”.
Precisamente aquella noche, delante
de mí, Víctor le entregó el manuscrito de sus dos primeros relatos (“Cada cual arrastra su sombra” y “El arranque”), los
que inician sus CUENTOS COBARDES de ahora. Pude entonces levantar acta de un
momento fundamental de en la Narrativa Canaria del siglo XX; pero, en su
defecto, lo hago ahora, un cuarto de siglo largo después.
La mayor parte de
los escritores, incluso los muy buenos, tienen que prepararse para que lo que
hacen deje de ser escritura y comience a ser literatura. Otros, muy pocos,
nacen con un don natural, son como espejos de la realidad y funcionan casi de
manera automática.
Víctor Ramírez es
así, escritor de nacimiento. Es como una raza aparte, de personas que poseen la
facultad que la mayoría busca a través del estudio.
CUENTOS COBARDES es un libro
primerizo, pero de un escrito hecho. Desde entonces Víctor ha escrito más
libros que cuentos, y no ha superado aquellos porque son insuperables.
Tampoco ha perdido
ese don. Lo de Víctor es magia natural para el cuento. No es un oficio ni una
carrera, ni siquiera es una vocación: es un designio sobrenatural y admirable.
Juancho tenía
razón; su instinto literario no le engañó: “lo que tiene que hacer Víctor
Ramírez es escribir”.
Domingo 2 de abril del 2000, Canarias7.
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