ASSANGE, A TIRO DE EXTRADICIÓN
POR SANTIAGO O’DONNELL
Finalmente pasó lo
que ya parecía inevitable. Ayer a la mañana
Julian Assange, fundador del sitio WikiLeaks, fue expulsado de la
embajada de Ecuador en Londres. El presidente Lenín Moreno se encargó del
anuncio. Más allá de la justificación basada en supuestos incumplimientos de un
protocolo imposible de cumplir (no solo Assange no podía opinar de nada sino
que el medio que fundó, WikiLeaks, tampoco podía opinar de nada), fue expulsado por razones estrictamente políticas, ya que
Moreno quiere acercarse a Estados Unidos y Gran Bretaña y despegarse del legado
antiimperialista de su antecesor Rafael Correa.
Si fuera por la
Justicia británica, la detención de Assange en ese país no iba durar mucho.
Está acusado de un delito excarcelable, violar las condiciones de su libertad
condicional, basada en una orden de captura del gobierno sueco por una
investigación de presuntos delitos sexuales que ya fue archivada y en la cual
Assange nunca fue acusado. Si no interviene Estados Unidos, se presenta ante el
juez, declara, paga la multa y queda libre.
Pero Estados Unidos intervino y minutos después de la detención la
Cancillería británica emitió un comunicado anunciando que Estados Unidos había pedido
la extradición del editor. De ser deportado, Assange enfrentaría cargos de
traición y espionaje por la megafiltración de cables diplomáticos conocida como
Cablegate en el 2010. Un Gran Jurado convocado en Alexandria, Virginia, acaso
el distrito donde conviven más militares, espías y policías por metro cuadrado
en todo el país, ha presentado una
acusación en contra de Assange, por supuesto complot con su fuente, Chelsea
Manning, para extraer los cables y darlos a conocer. Manning fue condenada a 35
años por eso y perdonada por Obama después de siete. Gran parte del juicio a
Manning giró alrededor del tema de si
WikiLeaks había sido un receptor pasivo de los cables o si se había confabulado
de alguna manera para obtenerlos.
Si bien es cierto
que es muy delgada la línea entre el periodismo de investigación y el
terrorismo a través del robo de información secreta, así como es muy delgada la
línea entre el espionaje y la diplomacia, sería una hipocresía mantener que los
periodistas somos meros receptores pasivos de secretos que nos quieren contar.
Explicarle a una fuente cómo hacernos llegar un material de forma segura y
anónima no es lo mismo que urdir un plan criminal para hundir a un gobierno.
Así, al menos lo entendió el fiscal general de Obama, Eric Holder, y por eso se
negó a avanzar con la acusación en contra de Assange. Y por eso también le dijo
al Washington Post que no podía juzgar a Assange sin entrar en conflicto con la
primera enmienda dela constitución estadounidense, que garantiza la libertad de
expresión. Con el gobierno de Trump las cosas arrancaron bien porque las
publicaciones de WikiLeaks sobre Hillary Clinton en el 2016 le dieron una gran
mano para ganar la elección. El hoy
pesidente llegó a tuitear “Amo a WikiLeaks”. Pero las cosas cambiaron
rápidamente cuando el sitio de Assange publicó “Vault 7”, la mayor filtración
de documentos de la CIA en la historia de la agencia. A partir de entonces el
gobierno de Trump definió a WikiLeaks no como un medio de comunicación, sino
como un “servicio de inteligencia hostil, no estatal” y la investigación de
Alexandria cobró impulso con nuevas medidas y citaciones de testigos,
incluyendo Manning, quien se negó a declarar y por eso volvió a prisión hace un
mes.
Ahora le toca mover
a Assange. Podría aceptar mansamente su traslado a Alexandria para dar una batalla épica por la primera
enmienda, pero en su caso sería apresurado. Antes bien, lo más probable es que
elija dar esa batalla en Londres, en un juicio de extradición que obligue a
Estados Unidos a presentar sus pruebas ante la opinión pública para que ésta
decida si Assange es un periodista perseguido o un espía disfrazado. En la
ausencia de la susodicha primera enmienda las leyes británicas son más hostiles
hacia el libre ejercicio del periodismo comparada con la americana. Pero
Assange apostará a que la justicia londinense sea más independiente que la del
norte de Virginia. De mínima, el juicio de extradición podría durar años y
mientras tanto podrían caer por la via parlamentaria o la electoral gobiernos
que no son amigables con Assange como el May y el de Trump, sin los cuales una
solución negociada sería mucho más fácil. Y de última, si perder el juicio de
extradición, en Virginia tendrá revancha. Si el caso llega a Estados Unidos se
daría un capítulo más en la pelea que Trump viene llevando con los medios de su
país y las organizaciones de derechos humanos y libertad de expresión. A nadie
le escapa que prácticamente todos los medios del mundo publicaron la
información por la que Assange ha sido acusado y que varios de esos medios,
incluyendo el The New York Times, The Guardian, El País y PáginaI12, fueron
socios de WikiLeaks en distintos proyectos de publicación.
Más aún, dicho
juicio serviría para general un gran
debate acerca de qué significa ser periodista en la era de internet, redes
sociales, concentración mediática y megafiltraciones, cuáles son los límites al
derecho a informar en sociedades democráticas y qué significa la noción de
privacidad en la era de la hipertransparencia.
Trump parece estar
dispuesto a dar ese debate. Es el tipo de pelea más le gusta. Y sabemos que
Assange se viene preparando para este momento desde hace mucho tiempo.
Más allá del
ajedrez geopolítico, en un día así uno no puede dejar de pensar que más allá
del ícono está el ser humano. Un tipo tierno, vivaz, tímido a su manera,
obstinado, mandón, ingenioso, amante del queso francés y del malbec argentino,
que para poder publicar no tuvo miedo a enfrentarse al Pentágono ni a quemar
puentes con China, Rusia y la Unión Europea hasta quedar completamente aislado,
que pasó seis años y diez meses en un encierro atroz, vigilado, espiado, de a
ratos aislado e incomunicado. Aprendí mucho de él. Una vez nos quedamos
hablando catorce horas seguidas ¡catorce horas!
con él y su padre John Shipman en la sala de conferencias de la
embajada. En otra ocasión me tiró una frase que nunca olvido. “Conseguir
información es fácil,” me dijo. “Lo que es difícil es publicarla.”
@santiodonnell
https://www.pagina12.com.ar/186827-assange-a-tiro-de-extradicion
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