CUANDO EL REY IGUALA A FRANQUISTAS
CON SUS VÍCTIMAS
OLGA RODRÍGUEZ
En España es
habitual que las autoridades homenajeen a personalidades con un pasado
franquista mientras niegan reconocimiento, verdad, justicia y reparación a las
víctimas. La medalla que el exministro de la dictadura Rodolfo Martín Villa
recibió este miércoles en el Congreso es un ejemplo. Semejante gesto, una gota
más en el enorme magma de la impunidad que reina en este país, contrasta con la
desprotección e invisibilidad que sufren las víctimas.
Como han
recalcado al menos cinco mecanismos de Naciones Unidas, España ni investiga ni
permite investigar la desaparición de más de cien mil personas durante el
régimen franquista. Como denuncian diversas organizaciones de derechos humanos,
entre otras Amnistía Internacional, a
las víctimas se les sigue negando sus derechos.
Como recordaba
en una información el diario New York
Times en 2014, "hoy en día, la política, los negocios y la ley en España
están salpicados de personas con vínculos directos o indirectos con Franco.
(...) Los tribunales españoles han rechazado oír estos casos [de las víctimas]
durante cuarenta años".
Como ha
señalado el relator de Naciones Unidas Pablo de Greiff, España ha hecho muy
poco por las víctimas de su dictadura: "Algunos problemas no desaparecen.
No pueden ser barridos bajo la alfombra. La gente, como es lógico, no
olvida".
Y como siempre
decía el abogado Carlos Slepoy, en
España se practicó una persecución sistemática contra aquellas personas que se
opusieron al golpe de Estado de 1936 y defendieron la democracia.
Pretender
presentar los crímenes de lesa humanidad del franquismo como simples bajas en
el frente de batalla es ignorar que en cientos de pueblos y ciudades los
golpistas, casa por casa, arrestaron, tirotearon e hicieron desaparecer a gente
cuyo único "delito" era ser republicano.
La represión
continuó a lo largo de las siguientes décadas, llegó hasta los años setenta
–con asesinatos y torturas– y sobrepasó la muerte de Franco, con la matanza de
Vitoria en marzo de 1976, en la que la policía disparó con fuego real y pelotas
de goma a trabajadores en huelga reunidos en asamblea. Murieron cinco personas
y 150 resultaron heridas de bala.
El ministro de
Relaciones Sindicales en aquella época era Rodolfo Martín Villa, a quien la
justicia argentina ordenó detener en 2014 precisamente por los hechos de
Vitoria. Como recuerda la Asociación por la Recuperación de la Memoria
Histórica, Martín Villa también fue ministro de Gobernación cuando se ordenó la
quema de miles de documentos para borrar los crímenes del franquismo. Y es el
mismo a quien los reyes entregan ahora una medalla por su papel en la
Transición española y en las elecciones constituyentes de 1977.
A pesar de las
denuncias de la ONU, Felipe VI nunca ha reconocido o defendido justicia, verdad
y reparación para las familias de las víctimas que a día de hoy siguen buscando
los restos de sus padres, abuelos o hermanos. A pesar de las innumerables
pruebas de los crímenes de lesa humanidad de la dictadura, el rey continúa sin
mencionarlos.
Quizá por eso
este miércoles el monarca tergiversó en el Congreso los versos de Antonio
Machado. En vez de recitar "una de las dos Españas ha de helarte el
corazón", el rey readaptó su significado y habló de "las dos Españas
que helaban el corazón de Antonio Machado".
El poema real,
escrito cuando aún reinaba Alfonso XIII, dice así:
"Ya hay un español que quiere vivir
y a vivir empieza
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón"
Machado,
republicano, tuvo que huir de la España que le helaba el corazón. La dura ruta
hacia el exilio quebró su frágil salud y murió poco después de llegar a
Francia. Fue enterrado con la bandera republicana, la de la democracia
aplastada por los franquistas.
Hoy, décadas
después, un rey español retuerce las palabras del poeta y con ello, nuestra
memoria. No solo manipulando a Machado, sino evitando mencionar el nombre de
Franco, las atrocidades de la dictadura, el sufrimiento de las víctimas, la
impunidad de los crímenes del franquismo y el elevado número de desaparecidos.
Felipe VI
afirmó el miércoles que "la falta de reconocimiento y de respeto
dividieron a los españoles", como si no hubiera habido un responsable
claro del golpe de Estado y de la persecución sistemática. También dijo que
desde 1812 las sucesivas constituciones no fueron capaces de "proporcionar
ni garantizar la estabilidad política, el progreso social y económico ni la
convivencia en paz y libertad", como si el gobierno republicano no hubiera
dejado más remedio a Franco que sublevarse ante su "imposibilidad de
garantizar la convivencia en paz y libertad".
Si aplicamos la
lógica de su discurso, podríamos imaginar al rey afirmando que tanto los
aliados como los nazis nos helaron el corazón. De Italia diría que hubo
"falta de reconocimiento y de respeto" tanto por parte de Mussolini
como de los demócratas que lucharon contra los fascistas. Y puede que para
definir la Sudáfrica del apartheid afirmara que tanto los negros como el
gobierno de Pretoria cometieron crímenes, para igualar de ese modo a opresores
y oprimidos y concluir que todo fue "una tragedia", término con el
que este miércoles definió la Guerra Civil y la dictadura.
Al fin y al
cabo, 40 años después de las elecciones constituyentes españolas la Casa Real
presume de que por primera vez desde la muerte de Franco un rey ha usado la
palabra dictadura en las Cortes para referirse a... la dictadura. Presentar
semejante atraso como mérito en un discurso marcado por una falsa equidistancia
es un insulto a todas las víctimas y familiares que nunca han recibido medallas,
ni homenajes oficiales ni atención por parte de los reyes y de tantas otras
autoridades.
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