LA ESCLAVA
RAQUEL PÉREZ
Pintura que representa un mercado de esclavos
La noticia de que dos futbolistas aparecen
citados en el sumario del caso del pornógrafo Torbe ha sido un muelle
informativo que nos ha estampado en la cara y en los telediarios algo que
algunos llaman escándalo sexual, que es lo de menos, bajo el que subyace una
realidad vergonzosa, que es lo de más. Junto a nuestras oficinas
acondicionadas, pisando nuestro reparcheado asfalto, en un país con
constitución y médico gratis, viven esclavas sexuales.
La testigo protegida cuenta –y la policía le da
crédito a su relato general– cómo "Torbe le manifestó que tenían que estar
con los futbolistas, teniendo que acceder a todo lo que ellos quisieran".
La última vez que sentiste que alguien te ordenaba hacer algo seguramente
tenías 6 años y un tutor, padre, madre o cuidador viviendo contigo en casa.
Esta mujer adulta recibía órdenes, según el relato, de alguien que la usaba
como agujero, cuerpo penetrable, biología rentable.
"Ante la negativa de TP3 [la testigo
protegida], Torbe la cogió fuertemente del brazo, no dejando réplica
alguna". Así que todo acabó como su dueño quería. Y al parecer la
prisionera se tragó su libertad y escupió dinero.
Los futbolistas son unas páginas en cinco tomos
de vergonzosos relatos. El resto es cómo las siervas del pornógrafo dormían
apiladas en su oficina. O cómo algunas grabaciones de sexo extremo se tenían
que interrumpir porque las mujeres lloraban y a veces vomitaban.
Interior calcula que unas 12.000 mujeres viven
así. Arrumbadas en pisos, utilizadas, humilladas, drogadas, amenazadas, porque
una vez eres de ellos, ya no puedes ser tú. Siempre hay una foto que hacer
pública, una madre a la que amenazar, un pasaporte que retirar.
No siempre están encerradas o vigiladas. A
muchas nigerianas, por ejemplo, las dejan libres, como si fueran personas.
Ellas se controlan solas, porque al salir de su país les hacen magia negra, y
creen que si abandonan la red les pasará algo malo.
El de Torbe es solo un sumario entre muchos. El
propio Gobierno calcula que estas mafias se ganan cada día en España unos 8
millones de euros en un ejercicio humillante, sucio, criminal e indigno. Una
jibarización de la mujer, reducida a una suma inanimada y cautiva de piel,
pecho y vagina.
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