“CULTURA VIRTUAL SILICONADA”
POR EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO
Hoy, la libertad
individualse encuentra restringida y acotada en sus prácticas sexuales, con la
integración del sexo espectáculo, virtual y sus operaciones digitales.La
sociedad articuló nuevas maneras de controlar al individuo, mediante la
producción de “máquinas de follar”, es decir individuos que siguen las
tendencias de una aparente liberación sexual, pero sin los “Principios del
Placer”, indispensables para una plena sexualidad.
Un simulado
erotismo y sus vertientes, en versión virtualizada digital, subyace y reinan en
el relato pormenorizado de la actualidad. Publicado en réplica patética, en
cuanto medio del mundo existe, en todos los idiomas y colores. Los/as,
protagonistas-estrellas del nuevo mundo de la “cultura del virtual siliconado”,
asimilados/as a una farándula que dicta y rige, bajo la vigilante mirada de
proxenetas digitales, estos súper star del porno virtual, se legitiman con solo
estar y posar, relatando sus tránsitos, y experiencias vividas en lenguaje
procaz. Cumplen así, los rituales de esta novísima tradición del hoy, devenida
en “literatura metamorfoseada de la aldea global”.
Los gobiernos y
corporaciones capitalistas, hoy, asumen, organizan, reprimen, censuran, compran
y venden lo que denominan cultura del presente: ideas que devienen en adoptar a
presión actitudes y comportamientos, como los sexuales, que se traducen en
ideas operacionales, que actúan directamente en una actitud, cual proceso
social y político en acto.
Una “cultura
virtual prostibularia” apuntalada por el sistema neoliberal en cenit y la
“pax-imperial” como soporte del porno. Un sistema que no modificará su
horizonte, habitado por una humanidad esclava y avara de sus placeres, cómplice
y agradecida al consumismo del “principio del sexo espectáculo” “como causa de
todo y de cualquier cosa”, hasta de la verdad de sus propias economías,
devenidas en las carencias del deseo, que supieron adquirir. Una humanidad
aterrada, cual rebaño amancebado, sin intención alguna de salir del territorio
más pantanoso de toda la historia.
Los modos del
pensamiento e investigación dominantes en esta cultura del presente, tienden a
identificar los conceptos normativos y represivos con realizaciones sociales
efectivas o adoptan más bien, como normas, los modos en los cuales esa sociedad
en caída libre, “traduce” estos conceptos a la realidad, construida en las
corporaciones de los medios de comunicación, intentando mejorar la
transposición. El resto, lo que es “intransponible”, se considera como
especulación de un “pasado perimido por decreto”.
Educar para una
independencia intelectual y personal, en beneficio de la comunidad, suena como
si se estuviera hablando de un fin aceptado y aprobado. En realidad no es así,
pues también conlleva consigo el educar, efectuar denuncias, manifiestos,
proclamas que no siempre se acomodan en beneficio del gobierno de turno. Por lo
tanto se convierten de inmediato en subversivos y violadores de algunos de los
más sólidos tabúes democráticos del neoliberalismo. Pues su cultura dominante
promueve la heteronomía (como contraposición a autonomía), bajo la máscara de
autonomía, dificultando y retrasando el desarrollo de la satisfacción de
necesidades y limitando el libre pensar y la experiencia.
Estas tendencias
represivas y regresivas acompañan la creación de una comunidad, ya en acto,
bajo una administración absoluta del hombre, y las alteraciones simultáneas del
modo de trabajar, comprar, vender, transitar y follar, socavan los fundamentos
de la democracia.
Tras el simulacro
de la libertad tecnológica, se acepta la heteronomía (reitero: antónimo de
autonomía) en formas de libertades y comodidades, cual prostitutas rentadas de
la sociedad del espectáculo multimediático capitalista, donde el resultado se
visualiza en un estado de mutua dependencia general que oculta la verdadera
jerarquía.
La cultura fue
redefinida en el régimen capitalista: las grandes obras del pasado, musicales,
literarias, filosóficas, teatrales e incluso cinematográficas dejaron de ser
perdurablemente válidas, lo que expresan ha perdido vigencia, por decreto de
gobiernos asimilados a la “cultura digital prostibularia”. Estas obras que en
el pasado destacaban y resaltaban en forma escandalosamente veraz, muchas veces
la realidad que denunciaban o dibujaban, incluso estando en contra de ella, han
sido neutralizadas, reduciéndolas a ser “obras del pasado”, con lo cual ya no
conservan su delirio creativo, su golpe constitutivo de discontinuidad, en una
sociedad alienada donde las ideas, si es que existen, son normativas,
no-operacionales, en consecuencia de la servidumbre, desigualdad, injusticia y
dominio institucionalizado de una comunidad, sojuzgada bajo la pesada bota del
neoliberalismo.
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