LA CLOACA OS DESEA FELIZ
GOBIERNO DEL CAMBIO
ISAAC ROSA
Ya sabíamos que a
la vuelta del 26J nos espera el tío Paco con los recortes (el tío Franz, más
bien). Esos 8.000 millones extra que Bruselas exige al próximo gobierno, y de
los que ni nos acordamos mientras alargamos la interinidad. Como también
esperan millones de familias ahogadas por la crisis que llevan meses
entretenidos con vídeos electorales, a ver cuándo acaba la campaña y alguien se
ocupa de lo suyo.
Pero la recta final
está sirviendo para refrescar otro recordatorio: tras las elecciones, si hay
posibilidad de gobierno alternativo, el nuevo presidente recibirá también una
tarjeta de felicitación de parte de la cloaca, ese submundo policial que más
que un ramo de flores te puede dejar una cabeza de caballo en la cama. “¡Feliz
gobierno del cambio!”
Me da que es más
fácil lidiar con Merkel que con esos Torrentes que llevan tanto tiempo bajo
tierra que ya no podrían vivir a la luz del día. El próximo gobierno llegará
levantando alfombras, pero al hacerlo descubrirá que la mierda del subsuelo ha
podrido el parqué. La mezcla de corrupción y cloacas es puro veneno, porque la
turbia red policial tiene además comunicación con otros colectores
empresariales y periodísticos.
La cloaca no es un
invento del PP: es más bien uno de los pilares de la Transición, que mantuvo
intacto el sistema de alcantarillas policiales creado por Carrero Blanco. Los
sucesivos gobiernos prefirieron usar la cloaca en su beneficio antes que
desmantelarla, dejando un reguero de episodios sucios (asesinatos incluidos)
que dan para escribir una irrespirable contrahistoria de España. Normal que en
cada cambio de gobierno la cloaca entre en ebullición y suelte mierda al
exterior.
Pero en los últimos
tiempos, con el PP de Rajoy y Fernández Díaz, la cloaca se ha ido de madre, se
ha vuelto incontrolable y empieza a devorar a sus hijos. La guerra a muerte
entre comisarios, de la que solo nos llegan salpicaduras, es resultado del
poder alcanzado por sus inquilinos, como ese siniestro Villarejo, que
últimamente es el perejil de todas las salsas podridas. Por ahí abajo circulan
dossieres y grabaciones que lo mismo sirven para defender la unidad nacional
que para tumbar un gobierno.
Con esa cloaca
tendrá que convivir el próximo presidente. Convivir, no: sobrevivir. O se
arremanga desde el primer día para limpiar, o acabará devorado por ella. Y para
eso necesitará mucho más que seis o siete millones de votantes. Para luchar
contra la cloaca, como para aguantarle el pulso a Bruselas y Berlín, necesitas
tener detrás una mayoría social que te sostenga cuando te intenten tumbar.
Que nadie se
desanime, al contrario: la existencia de una cloaca descontrolada hace más
urgente el cambio de gobierno. Las últimas grabaciones de ese conspirador de
pacotilla que es Fernández Díaz dan la medida del grado de degeneración
alcanzado por este gobierno. O los echamos, o acabaremos todos asfixiados.
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