CAÑIZARES, LOS GAYS Y LOS REFUGIADOS
JOSÉ MARÍA CALLEJA
Monseñor Cañizares,
cardenal arzobispo de Valencia, está convencido de que el feminismo "es la
ideología más insidiosa y destructiva de la humanidad de toda la
historia". Nada menos. No aporta Cañizares siquiera una leve contabilidad
en la que sostenga semejante afirmación. Tampoco somete su sentencia a un
estudio comparado, no sé, con los miles de homosexuales y gitanos exterminados
por el nazismo por ser lo que eran, asunto este, desde luego, infinitamente
menos conocido que el exterminio de judíos, también bastante destructivo.
Para Cañizares
existe un "imperio gay" que el furioso cardenal pretende destruir
antes de que contraataque y acabe definitivamente con la familia, objetivo, al
parecer evidente, de feministas, gays y otras gentes de ese jaez.
Estas opiniones de
Cañizares no son nuevas, pero se han excitado hasta un límite inédito en su
expresión como reacción a la Ley Integral de Transexualidad, que promueve el
gobierno autonómico valenciano.
Cañizares, en modo
okupa, llama a desobedecer esas leyes, que califica de "inicuas" y
que, según él, tratan de imponer "poderes mundiales". Le ha faltado
decir judeomasónicos.
El colectivo LAMBDA
y más de cuarenta organizaciones LGTB han denunciado a Cañizares por "odio
y homofobia", por hacer afirmaciones que pueden incitar al odio con sus
palabras machistas. Cañizares dice que hay una campaña contra él, orquestada
por el que considera muy calumnioso Ximo Puig, presidente de la Comunidad
Valenciana, que perpetra el pecado eterno de promover la ley de Transexualidad.
Después de soltar
la incendiaria homilía, Cañizares ha dicho que retira lo que haya podido
ofender, pero que hay que entenderle: el imperio gay, los partidos políticos y
buena parte de la Humanidad están en campaña para destruir la familia
cristiana. Familia, cristiana o laica, que no existiría, la verdad, si todos
fueran como Cañizares.
En la misma línea
de pensamiento fanático, aunque con otro dios de referencia, el primer ministro
de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, acaba de decir que la mujer que no tiene
hijos o no trabaja en casa, es solo media mujer, que ataca también a la familia
y que no sabe lo que se pierde.
Cañizares es autor
de análisis campanudos, como aquel que trataba de explicar los atentados
terroristas sufridos en Atocha el 14 de marzo de 2014, con 191 asesinados, porque
en España se había "pecado mucho". Un análisis realmente sincrético,
pues suponemos que los españoles pecadores, destinatarios del atentado, eran
católicos de nacimiento, mientras que la mortal penitencia la impusieron
islamistas.
Isabel Bonig, la jefa
aún no imputada del muy imputado PP valenciano, ha firmado junto con otros
paisanos -no sabemos si Rita Barberá se acabará animando-, una carta de apoyo a
Cañizares. Bonig y Cañizares no entienden que robar hasta en la visita del Papa
a Valencia sea un ataque a la familia, a la decencia o a leyes que hay que
cumplir.
Por otra parte, ni
Cañizares ni su cuate en esto de arremeter contra el feminismo y la
homosexualidad, el ínclito arzobispo de Alcalá, Juan Antonio Reig Plá, han
tenido hasta ahora ni media homilía para denunciar a sus conmilitones
pederastas, por ejemplo.
Para comprar el
paquete completo, Cañizares también ha arremetido contra los refugiados, esos
seres aparentemente humanos que tratan de llegar a Europa ahogándose en el
intento, que huyen del terror y que para el arzobispo de Valencia "no son
trigo limpio". Su sentencia le ha valido otra querella.
Me sorprende esa
capacidad tan exacta, así de Cañizares como de Erdoganes, para medir, dividir,
partir en dos, evaluar con precisión cirujana a multitudes, sean mujeres,
refugiados o gentes LGTB, y para erigirse en defensores auténticos de la
familia.
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