LA NADA...
DUNIA SÁNCHEZ
Cierro puertas,
abro ventanas, una cierta brisa añorante penetra hasta mis entrañas. Me
estremezco. Me doblo. Me retuerzo entre la duda y un recuerdo efímero que
colapsa mis sienes. Intento avanzar, la nostalgia pesa sobre mis hombros. Me
siento débil, muy débil. El dolor agarra mi vientre y soy desalada gaviota en
las profundidades de un océano incierto. No sé lo que me ocurre. Será…Sí, será
esa esencia que vaga en mi mente, en mi vacía habitación, en mi deshabitada
cama revuelta de una memoria que me daña, que me señala ¡Apártate de mi¡,
grito. No escucha. Solo el silbo del viento, de ramas que se retuercen al
amparo de una bóveda ceniza. Lucho y lucho. Sí, luchar contra el revoltijo de
muros que se echan sobre mí. Ya no puedo más. ¡Escúchame¡, grito. Ven a mí con
el sutil abrazo del beso, con la caricia que retorna tras un viento ido, con
las manos suaves que darán calidez al
temblor que siento. No ¡no¡ nadie escucha mi suplica. Pido clemencia ante tanto
y tanto silencio. Sí, silencio, esa es la palabra. Cruzaré los desiertos de
hielo y me fundiré con las mareas, con la luna. Quizás ella…No, no iré a por
ti. Sí, a por ti. Pero, ¿es que no te das cuenta? Ya entiendo, te has ido. Sí,
ido ¡Vuelve¡ No. No…es imposible. Todo ha acabado sumergido entre las grietas
que escupen ojos muertos, manos…que manos, manos de muerte. Ni adiós me has
dicho ¡Por qué¡ ¡Por qué¡ Respiro hondo, me siento ahí donde tú te sentabas a
meditar. Ya no hay nada. Nada
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