¿Y POR QUÉ TIENE QUE PEDIR PERDÓN
MANUELA CARMENA?
JUAN
TORTOSA
Esperanza
Aguirre, el PP y sus palmeros mediáticos, que son casi todo el espectro de
periódicos, radios y televisiones conocidas, llevan desde el pasado mes de
junio bombardeando por tierra, mar y aire a la alcaldesa Manuela Carmena y a su
equipo de gobierno. Entre los episodios más notables, Zapata y sus tuits, Rita
y la capilla, la cabalgata de Reyes, las placas de la memoria histórica, y
ahora… los titiriteros ácratas de Tetuán. Mucho me temo que de tanto ser
bombardeado, al final los ataques hayan hecho mella en un equipo de gobierno
que, a mi juicio, se la coge con papel de fumar mucho más de lo que debería. Yo
creo que, en el caso de los titiriteros, no hay nada por lo que el Ayuntamiento
de Madrid tenga que pedir perdón, ni nada por lo que haya habido que romper
contratos ni mucho menos que plantearse dimisiones.
Me
preocupa que cedan, me preocupa que a Carmena le parezca lamentable y
deleznable –“lamentosísimo” llegó a decir textualmente- el espectáculo de los
titiriteros ahora enchironados, me preocupa que sea por la actuación municipal
por lo que los dos titiriteros acabaran delante de un juez que decidió
encarcelarlos incomunicados y sin fianza. Desde cualquier ángulo desde el que
se analice, esto es una desmesura en toda regla, máxime si miramos el
calendario y verificamos que estamos en el año 16 del siglo XXI, y en la Europa
de las libertades y los derechos, no en Corea del Norte ni en los países del
Golfo, por ejemplo.
lVamos
para atrás como los cangrejos. Como dice el profesor Juan Carlos Monedero en su videoblog de este
lunes, “el Valle Inclán que alumbró “Luces de Bohemia” en 1924, estaría hoy en
la cárcel si ese mismo texto lo hubiera escrito y publicado este año 2016″. No
es de recibo que, en la España de hoy, unos humildes titiriteros estén siendo
tratados como dos peligrosos delincuentes por satirizar la Propiedad, la
Religión, la fuerza del Estado y la Ley durante las fiestas de Carnaval. Se
respiraba de manera mucho más libre en la España de 1977, 78, 79… Sí, en la
España de la Transición y de la caduca Constitución del 78. ¡Qué ironía! Algo
así era impensable en aquel tiempo y en cambio ahora, cuando sobre la mesa está
la propuesta de mejorar aquella época, resulta que hay aspectos de entonces en
los que hemos acabado retrocediendo vergonzosa y drásticamente.
Como
dice la alcaldesa Ada Colau, conviene recordar que “la sátira no es un delito.
En una democracia sana, en un estado de derecho, hay que proteger toda libertad
de expresión, hasta la que no nos guste, hasta la que nos moleste”. Creo que el
Ayuntamiento de Madrid está permitiendo que los ataques de esa sibilina
jugadora de póker llamada Esperanza Aguire acaben haciéndole mella.
Recordaba
este lunes el actor y empresario teatral Alberto Sanjuán que “son muchas las
cosas que Carmena y su equipo están haciendo bien, pero que no se conocen
porque la inquina de la derecha y sus voceros mediáticos acapara todo el
protagonismo”. Creo que no deben caer en la trampa de hacerles el juego. Hay,
es verdad, cosas en las que no acaban de sacudirse la etiqueta de novatos, hay
asuntos en la que son torpes, muy torpes si se me apura, y es verdad también
que han cometido muchos errores de principiante. De acuerdo ¿y qué? ¿por eso
tienen que flagelarse? ¿por eso hay que estar pidiendo perdón cada día y a
todas horas? ¿por eso hay que dar cancha a la caverna y sentar precedente para
que continúen machacando como lo hacen?
Para
la derecha que aún se mantiene de okupa en la Moncloa, esa derecha altanera y
desafiante que juega con la cartas marcadas por el apoyo de Ibex 35 y demás
poderes fácticos, que el Ayuntamiento de Madrid esté en manos de una persona
decente como Manuela Carmena es algo insoportable, algo que les tiene
literalmente de los nervios. El Ayuntamiento de Madrid es todo un símbolo. Y
tiene que ser de la derecha sí o sí. La joya de la corona solo puede ser de
ellos. Así lo creen y con esa convicción actúan en consecuencia.
IEntiendo
el estrés añadido que esta presión diaria debe suponer para quienes intentan
hacer su trabajo en el equipo de gobierno lo mejor que pueden. Pero ese estrés,
esa presión a la que les intentan someter no puede acabar haciéndoles mella. No
pueden darles cancha ni entrar en su juego. Nunca lo de los titiriteros hubiera
llegado a tener la dimensión que ha adquirido esta vez si la misma polémica
representación hubiera tenido lugar en cualquier otro sitio que no fuera
Madrid. De hecho era un espectáculo que ya se conocía. Que está en la línea del
tratamiento que muchos teatrillos de títeres hacen del poder y las
instituciones. Unas veces con niños -evitable- y otras sin ellos. Pero esta
vez, ¡oh fatalidad!, se representó en Madrid, la cuna del esperpento
valleinclanesco. Ya puestos, ¿por qué no condenamos a la hoguera los cuentos de
Perrault y de los hermanos Grimm, historias crueles y sádicas con lobos feroces
y madrastras maltratadoras que aterran desde hace trescientos años a millones
de niños cada noche?
Insisto:
no entiendo por qué hay que pedir perdón, ni por qué hay que flagelarse. Los
que han de disculparse por las fechorías perpetradas durante los últimos veinte
años son esos sepulcros blanqueados del PP, siempre olfateando con la escopeta
cargada para disparar sin piedad al menor desliz de Carmena y su equipo. Un equipo
joven, novato y probablemente torpe a veces pero que, hasta que alguien
demuestre lo contrario, está
constituido por personas decentes. Pelín acojonados, pero decentes.
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