¿GORA ETA?
ANÍBAL MALVAR
Ando
estos días un poco preocupado con el tema del enaltecieminto del terrorismo. Lo
digo porque han encarcelado a dos titiriteros que, en un una fiesta
carnavalesca infantil, Madrid capital, sacaron un cartel que decía más o menos
gora ETA. La verdad es que no se debe jugar con la memoria de la muerte. Los
muertos de ETA son algo más que muertos. Fue la propia ETA la que los convirtió
en símbolos por la inutilidad de sus muertes. Los cementerios no delimitan
fronteras, por mucho que se intente. Los tristes cipreses nunca tuvieron la
vocación intelectual de dibujar rayas en el mapa.
Pero
ya está bien de las dos varas de medir con unos y otros terroristas. Todos los
inviernos, asistimos a un carnaval de enaltecimiento de los asesinos en el
Valle de los Caídos. Y, los 20 de noviembre, en muchas iglesias españolas, aun
se habla en las homilías de Franco como salvador de la patria y tal. Hemos
tenido ministros, cual Jaime Mayor Oreja, que han llegado a decir que el
franquismo fue una época de “extraordinaria placidez”. Tanto los titiriteros de
la Iglesia como estos pirados que han montado el escándalo en una función
infantil son lo mismo. Sin embargo, las varas de medir son diferentes. Y lo
asumimos con plácida naturalidad.
Los
defensores de los titiriteros recuerdan ahora que, no hace mucho, el gran
periodista ultra Federico Jiménez Losantos expresó en un medio sus ganas de
pegarle un tiro a los diputados de Podemos. Y Arnaldo Otegi, una de las piezas
clave en la desactivación de la violencia etarra (después, eso sí, de un
mezquino pasado connivente), está en la cárcel por contactos políticos con la
banda. La verdad es que es difícil discernir lo que es o no es delito en este
tema de la muerte. Pero en España siempre nos escondemos en los excesos: o los
hacemos ministros, o los metemos en la cárcel.
La
gran victoria de ETA, del terrorismo en general, es convertirnos, por reacción,
a todos los ciudadanos en terroristas. Terrorismo fue también una ley de
partidos creada a la medida de Batasuna, pero también aplicable a PSOE (GAL) y
casi al PP (guerra de Irak). De estas cosas no se escandalizan nuestros
honrados jueces. No es una cuestión de y tú más. Pero tampoco se puede uno
esconder tras el matorral del y yo menos.
Condenamos
solo los terrores de los otros, porque los nuestros nos parecen crisantemos de
extraordinaria placidez (para quien no lo sepa, el crisantemo es la margarita
funeral, pues así la definió un poeta). Un país que tiene titiriteros que
enaltecen el terrorismo en una fiesta infantil, está tan enfermo como el país
que los encarcela. Nadie ha matado nunca con una palabra, con una sátira, con
un cartel. Como siempre, nos quedamos en lo anecdótico para driblar lo
ecdótico. Y ni siquiera nos atenemos a los datos para corregir nuestra actitud.
Los GAL alimentaron a ETA más que el sentimiento nacionalista. Y ahora,
seguramente, con el encarcelamiento de los descerebrados titiriteros de Madrid
estamos, en pequeña escala, haciendo lo mismo. La sinrazón dota de razones a
los irracionales. Y en eso seguimos. Ay, España.
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