¿SE PUEDE LLAMAR YA “FASCISTA Y CABRÓN”
A FERNÁNDEZ DÍAZ?
DAVID BOLLERO
Lo sucedido ayer en Madrid
cuando 300 policías persiguieron al concejal de Seguridad Ciudadana, Javier
Barbero, no fue un escrache. Son demasiados los que lo han querido pintar así
pero, por mucho que lo intenten, las diferencias son tan evidentes que su
intento cae por su propio peso. Si no existieran estas diferencias, sería muy
hipócrita por mi parte criticar los hechos de ayer cuando en su día defendí el
escrache a Saénz de Santamaría (avalado por una sentencia judicial, por
cierto). De hecho, la misma hipocresía y desfachatez que desde ayer destila la
derechona más rancia.
La primera diferencia es
que los escraches que en su día realizó la PAH a dirigentes del PP se debieron
a que éstos, faltando a su deber como representantes políticos, se negaron en
reiteradas ocasiones a recibir a quienes les otorgan la soberanía. No es el
caso de Barbero, que siempre ha tenido abiertas las puertas de su despacho. La
segunda es que aquellos escraches de la PAH no fueron violentos, no zarandearon
coches, no llegaron a quitar móviles a periodistas ni a amedrentar a gente por
doquier. De otro modo, el juez habría fallado a favor de la vicepresidenta…
pero no.
A pesar de estas
diferencias, los medios y periodistas del régimen y, por supuesto, los
representantes de esa derecha en blanco y negro, no criticaron la agresión de
ayer. Ni siquiera el mismo ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, que
pasa por ser el máximo representante del Cuerpo Nacional de Policía. En su
lugar, este personaje, más digno de ser escudero de Carrero Blanco que de jurar
(porque él jura) sobre una Constitución, se ha limitado a decir que “son cosas
que pasan” y que “el tiempo coloca a cada uno en su lugar y quita y da
razones”.
El titular de Interior, que
sugiere que estos actos violentos, físicamente hablando, forman parte de la
“libertad de expresión”, olvida cómo se puso como un energúmeno cuando el día
que celebraba su cumpleaños en 2014 junto a su familia, a la salida de un
restaurante en el Pasaje de la Concepción de Barcelona, un tipo le llamó “hijo
de puta, fascista y cabrón”. ¿Aquello era “libertad de expresión”… una simple
definición, tal vez? Lo cierto es que ésa es la diferencia entre Fernández Díaz
y un demócrata: entonces, incluso los medios más situados a la izquierda y, por
supuesto, los políticos, criticamos o cuando menos no aplaudimos o justificamos
los hechos.
¿Y a qué se debió la
agresión de ayer? A que se ha desmantelado una unidad de antidisturbios que
todos los que nos hemos manifestado en Madrid sabemos que cuenta en sus filas
con auténticos descerebrados, matones violentos que están deseando repartir
calor negro. Lo más triste de estas Unidades de Intervención Policial (UIP)
–antidisturbios, vaya– es que cuando se han producido y documentado vídeos que
prueban cómo se les va la mano a algunos policías con la porra, clavando la
rodilla en el cuello, etc., ninguno de los que actúan correctamente lo han
criticado en público, no se han depurado responsabilidades y las manzanas sanas
han defendido a las podridas en el cesto… pudriéndose con ellas.
Al final, por ser
antidisturbios, se han creído que sus actos violentos pueden quedar siempre
impunes. Lo vimos ayer mismo, cómo aterrorizaron a todo el que pasara por la
calle cerca de ellos… y no estaban de servicio, en ese momento eran simples
ciudadanos. Imaginen cómo se sienten y cómo actuan cuando llevan puesto el
casco y la porra… Cientos de hematomas y contusiones pueden dar testimonio de
ello.
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