A LA DERECHA ESPAÑOLA LE
ESTORBA
LA
DEMOCRACIA
Cada vez que la izquierda ha gobernado o ha
intentado acceder al poder de manera democrática se ha encontrado con la
intolerancia y las amenazas veladas de una derecha que no acepta que otros
usurpen su lugar divino
Cuenta César Rendueles en Capitalismo Canalla que el dictador Augusto
Pinochet enunció en vísperas de los comicios chilenos de 1989 que estaba
“dispuesto a aceptar el resultado de las elecciones con tal de que no gane
ninguna opción de izquierdas”. Esa cosmovisión es compartida en la intimidad
por la derecha española, que al menor atisbo de un gobierno de izquierdas saca
sus peores instintos para alertarnos del desastre, o para llevarnos
directamente a él. La diestra de este país sólo considera legítimo que ellos
estén en el poder, es suyo, y por eso no toleran que se les derroque por
las urnas. Por eso, en cuanto ocurre o puede ocurrir, apelan al
guerracivilismo. Alertan con dramatismo ante el advenimiento de lo que ellos
mismos ocasionaron. Como una oscura advertencia. Como una amenaza velada.
El día 15 de marzo de 2004, tras la
victoria electoral de Jose Luis Rodríguez Zapatero en los comicios más tristes
de la historia de España, se publicó una tribuna en el Diario ABC del catedrático Ignacio Sanchez Cámara. El
título dejaba claras sus intenciones: “La izquierda Atapuerca”. Los diarios conservadores siempre
han usado firmas de opinión para no manchar sus editoriales de impulsos
golpistas. Han preferido que sea gente de bien la que se encargue de advertir,
de sugerir, de llamar al orden y, quién sabe, promover sin darle muchas más
vueltas un “golpe de timón”.
Estos tics autoritarios que no respetan
la voluntad popular y la soberanía de las urnas suelen proyectar lo que ellos
son. La palabra golpista es bastante sobada en sus soflamas, una excusa del
subconsciente. Es seña habitual que llamen golpes de estado a todo menos al
único que sufrió España en el siglo XX y que culminó en 40 años de dictadura.
“La facción torva y resentida de la izquierda española, que, por fortuna,
coexiste con otra izquierda ilustrada y veraz, acaba de renovar su predilección
por el ejercicio de una especie de golpismo de
salón con sucursal en las calles, especialmente en la madrileña de Génova”,
escribió Sánchez Cámara tras la victoria de Zapatero.
A lo que el catedrático llamó golpismo,
acompañado de un epíteto, es a la conocida protesta ciudadana frente a la sede
del PP del día 13 de marzo de 2004. Es otra de las señas de los nostálgicos del
franquismo, del sociológico, y del mundano. No les gusta la gente en las calles
protestando y ejerciendo sus derechos. El PP en esas fechas hacía la
oposición más barriobajera de la historia de la democracia poniendo en duda
constantemente la legitimidad del gobierno de Zapatero. Un senador del PP
declaró por Melilla: “Pavía entró a caballo en el Congreso, Tejero con una pistola y el señor
Zapatero con un tren de cercanías”. Unas declaraciones que
encontraron acomodo en el ambiente que había en el seno del Partido Popular,
como sostuvo otro histórico dirigente popular al decir: “Expresó en voz alta un pensamiento que comparte con millones de
españoles”.
Mientras, los Pedro J. Ramírez y
Federico Jiménez Losantos de turno tampoco tragaron bien el sapo de la victoria
socialista. Los “comunicadores” usaron sus poltronas mediáticas para poner en
marcha unas acusaciones ponzoñosas que con el tiempo no sólo se demostraron
falsas, sino también que los que las promovían las sabían falaces. ”Ésta es la
izquierda que dio el golpe de Estado del 11-M”, declaraba hace poco el
afamado locutor.
No creamos que algo ha cambiado 12 años
después. Cuando durante el 15-M ciudadanos protestaron de manera pacífica
exigiendo mayor calidad democrática, la derecha reaccionó con virulencia contra
ellos porque cuestionaban la esencia misma de su estatus, de su poder, de sus
privilegios. Esperanza Aguirre insultaba con denuedo a quienes se agolpaban en
las plazas llamándoles “pendencieros” y “camorristas”. Asimismo, acusaba a los
manifestantes de esconder bajo sus peticiones “un golpe de Estado”. Lo mismo que se esconde ahora en
los conservadores en la opción política que surgió de ese 15-M, un “golpe de Estado encubierto”.
Las difamaciones y acusaciones sin fundamento vertidas contra Podemos han
tomado el relevo del acoso sufrido por el PSOE de Zapatero. El gobierno les
pertenece, y no dejarán que la izquierda use los resortes democráticos y
constitucionales con impunidad.
El gobierno de ‘perdedores’
La propuesta de Podemos de formar un gobierno de coalición con el PSOE e IU
volvió a poner de manifiesto que a la derecha la democracia le estorba.
El resultado electoral se antepone a sus intereses de clase y vuelve a
poner en marcha la tramoya. Así que este, sólo porque no es el suyo, será un
gobierno de perdedores. Un gobierno revanchista. Asumiendo la derecha con ello
que hay una afrenta de la que vengarse.
Francisco Rodríguez Adrados alertaba en
una tribuna del diario La Razón la pasada semana de lo que supondría que en España
gobernara “la extrema izquierda socialista” con los “separatistas” y los
“utopismos rampantes”. El catedrático de la RAE ponía de manifiesto los
peligros de un Frente Popular como el de 1936 de Largo Caballero, que acabó con
la Guerra Civil. Rodríguez Adrados continuaba diciendo que “los utopismos y los
independentismos deberían desaparecer, son simplemente nocivos”. Lo que deja
claro el articulista es lo que ya ha enseñado la historia, que la derecha sólo
confía en la democracia cuando ésta le sirve para lograr sus resultados.
No es casual la apelación del autor del
texto al Frente Popular, porque la derecha combatió ese gobierno democrático
con un golpe de Estado y una Guerra Civil. Por eso la solución que se propone
desde la tribuna de La Razón es la
desaparición de los utopismos (Podemos) e independentismos. Porque eliminar lo
que no aceptan es la única manera de acabar con sus impulsos.
No es que las cosas hayan cambiado
mucho, o que la irrupción de Podemos o el independentismo hayan añadido un
temor mayor en la derecha y que ésta, de verdad, crea que ahora corre riesgo
este sistema. Es la recurrencia de sus instintos cuando se van a la oposición.
El mismo Rodríguez Adrados escribió en el año 2005 el mismo artículo, y en los
mismos términos. Se llamaba España 1931 – 2005, y
también comparaba el gobierno de Zapatero con el de Largo Caballero. Las únicas
similitudes entre el gobierno del último presidente socialista y el posible de
Podemos-PSOE-IU es que no gobierna la derecha. Por eso claman ante una posible
involución de sus valores que acaben en una confrontación civil. La derecha
poniendo la bota en la cabeza de la izquierda.
En 2005, Adrados escribió: “Zapatero y los suyos han construido un grupo como
aquel de la segunda República, en el que se aliaron los socialistas de Largo
Caballero, los comunistas, anarquistas y separatistas. Cómo acabó, ya lo sabemos”.
En 2016, el catedrático ha publicado lo
siguiente: “La unión de todos los partidos de la izquierda, que con insistencia
pide ahora Pedro Sánchez, jefe por el momento del PSOE, viene a equivaler más a
menos a aquello: partir en dos las fuerzas políticas de todo el país, como
entonces sucedió. Equivalió al aumento de la agresividad, y con un aumento de
la misma, se llegó, al final, a la guerra”
El discurso cada vez que gobierna la izquierda, o al menos lo intenta, es
el mismo. Prevenir a los ciudadanos de lo que son capaces de hacer si no
votan bien. Jamás se establece que cuando gobierna el PP con mayoría absoluta
también se parte España en dos mitades. Jamás se establece que cuando la
izquierda gobierna aumenta la agresividad porque la derecha no acepta los
resultados democráticos y comienza una escalada de tensión desde todos los
lugares y con todos los actores disponibles para volver a establecer el orden
natural de las cosas. La derecha en el poder, el poder en la derecha.
Emilio Romero en su
artículo de 1981, que no era más que la clave para la entrada en el Congreso de
los guardias civiles días después, evidenció esta característica genética de la
derecha patria de manera magistral. En su pomposo texto narraba lo que se cocía
en las tertulias de Madrid. Las quejas y atribulaciones que provocaba en la
carcunda la deriva intolerable de la política española y el inaceptable
continuismo democrático. Porque la democracia para la derecha es provisional y
la dictadura era una contingencia histórica. Y que gobierne quien dios manda.
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