SOBRE EL DOLOR DEL
MUNDO
GUILLERMO
DE JORGE
Sin duda alguna, debo de
reconocer que me conmueven todas aquellas personas que en nombre de la libertad
y del progresismo encumbran y exhortan la paz mundial. Que hablan sobre lo
verdaderamente importante que es el no invadir a países tercermundistas en
busca de petróleo. Que vociferan sobre lo importante que es la libertad de
expresión, mientras blanden la más férrea
intolerancia sobre aquellos que no piensan igual que ellos. Los acepto.
Es más, me caen simpáticos. Incluso en cierta manera, tiene razón. Razón no, lo
siguiente.
Un ejemplo claro es
Afganistán. Aquellos a los que me refiero, son los primeros en criticar la
postura de los países que han intervenido para desbancar el estado talibán
impuesto en los años ochenta. Dicen que ahora el país asiático, como Irak u
otros países intervenidos, están peor que antes. La verdad, no lo entiendo. O
quizás, sí, sí lo entiendo y este tipo de personas son aquellas que se apuntan
a cualquier propuesta, sin realizar siquiera un juicio profundo de la situación
a la que nos van a enfrentar.
Está claro que son pocos,
pero los suficientes para dar motivación a este artículo que, de una forma u
otra, no quiere ser más que eso: una opinión personal.
Decir que Afganistán, Irak,
Mali u otros tantos países que han sufrido sistemas de gobiernos autoritarios,
misóginos, xenófobos y contrarios a los Derechos Humanos antes estaban mejor
que ahora, creo, en mi modesta y primitiva opinión, que es una aberración y que
deja claro el perfil bajo intelectual y pseudo-filosófico que impera en este
tipo de individuos.
Es cierto que las razones
que deben de mover el altruismo y la solidaridad tienen que ser sin ánimo de
lucro y con un marcado sentido de la humanidad. Sin embargo, no es así.
Generalmente, las obsesiones que suelen mover este tipo de decisiones suelen
estar dirigidas por un interés económico y, en algunos casos, partidista. Dicho
esto, debo de reconocer que aun así, nuestro juicio debe de ser lo más
coherente posible y no mezclar churras con merinas, como decían los más sabios
del lugar. Y sí, es cierto, molesta saber que en el fondo, este tipo de buenas
intenciones están movidas única y exclusivamente por motivaciones económicas.
Pero debemos de reconocer que hay que aprovechar esa acción. No nos podemos
quedarnos con los brazos cruzados, criticando de aquellos que sí creemos en los
nobles valores y en las utopías limpias y sanas. Porque sabiendo cómo están
esas naciones y sabiendo todo el esfuerzo que se está realizando para cambiar
algo de esa sociedad enferma, no podemos quedarnos parados y aprovechar, ya que
podemos echar una mano allí. De nada sirve haber derrochado tantas vidas en
vano, si al final no conseguimos aquellos honestos y necesarios objetivos que
motivaron la intervención. Aunque sepamos que ha sido por una búsqueda soez e
indigna de beneficios. Aunque sepamos que el Señor Don Dinero mueve sus
tentáculos más allá de nosotros.
Guillermo
de Jorge
@guillermodejorg
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