EL ARTE DE
FLOTAR EN
LA MIERDA
JUAN
CARLOS ESCUDIER
Decíamos
ayer (anteayer para ser exactos) que si en algo se parecían Rajoy y Rita
Barberá es que ambos habían logrado caminar sobre la corrupción de los suyos
como Jesús en el lago Tiberiades, si bien su mérito era mucho mayor porque a la
vista está que no es lo mismo que te salpique el agua que las heces. Pero
hubiera sido injusto no incluir en esta relación de superdotados para la
flotabilidad a Esperanza Aguirre, que viene a ser la reina del maratón
transitando sobre la inmundicia.
Este
jueves Aguirre volvía a hacer una demostración de su poderío a las puertas del
PP, unos horas después de que la Guardia Civil irrumpiera en la sede para
registrar el despacho de su exgerente, Beltrán Gutiérrez, en busca de pruebas
de una supuesta financiación ilegal del partido. ¿Que cómo es posible que el
exgerente, imputado por el uso de las tarjetas Black de Cajamadrid, conservara
allí despacho? Pues porque ‘miniBárcenas’ no iba a ser menos que el doctor
Maligno y es sabido que el PP es una gran familia que no tiene empleados sino
“funcionarios”, o mejor dicho, amigos del alma a los que nunca se abandona a su
suerte, especialmente si están dotados para el cante jondo.
Igual
que los cuarenta ladrones de Alí Babá accedían la cueva del tesoro con el conjuro
del ‘ábrete Sésamo’, el secreto de marchar a toda leche sobre un estercolero
sin hundirse hasta el barbilla está en pronunciar a tiempo tres palabras
mágicas: “no me consta”. Hagamos memoria. Como recordarán a Rajoy no le
constaba la existencia de Correa el de la Gürtel, aunque al parecer diera en
algún momento la orden de dejar de contratarle; a Ana Mato no le constaba que
tenía un Jaguar en el garaje; a la propia Aguirre no le constaban los enjuagues
de su consejero López Viejo, ni los de los alcaldes Ginés López, Panero, Martín
Vasco, Bosch o Sepúlveda, el de Jaguar que no le constaba a su santa Ana Mato.
A Rita Barberá, que va sobrada, nunca le ha constado nada, especialmente por la
tarde.
Pero
sigamos con Aguirre. A la presidenta del PP de Madrid no le constaba el ático
de su protegido Ignacio González, ni la trama de espías de la Comunidad, ni por
supuesto que su mano derecha Granados, amputada cuando la gangrena era más que
visible, fuera un golfo púnico y mayúsculo. Obviamente, tampoco le consta que
la organización regional que preside se haya financiado ilegalmente con
donaciones de empresarios a cambio de obras, ya fuera directamente o a través
de entes interpuestos como Fundescam. En eso coincide con los tres últimos
secretarios generales del PP a nivel nacional, María Dolores de Cospedal, Ángel
Acebes y Javier Arenas, que tampoco tuvieron nunca constancia de ninguna
irregularidad financiera.
Salvando
las distancias, el “no me consta” de estos señores guarda cierto parecido con
el “preferiría no hacerlo” que Melville concibió para su inmortal escribiente,
un frase incontestable y todo un salvoconducto para currar menos que el ángel
de la guarda. Tan atrevida es la ignorancia expresada por los mandamases del PP
que no ha habido juez hasta el momento que la haya puesto en solfa.
Aguirre,
por tanto, sigue la estela de Rajoy, del que un día se acuñarán monedas de
tanto que se pone de perfil, y que es la ignorancia en estado puro: ni le
constaban los sobresueldos de su partido aunque los recibiera, ni que Bárcenas
se hubiese llevado papeles, ni que el PP tuviera contabilidad B ni que se
martillearan los ordenadores del extesorero para comprobar su resistencia a los
impactos. Sólo Aznar, al que ni siquiera le constaba el cambio climático, ha
sido capaz de superarle.
Es
absurdo, por tanto, preguntar a Aguirre qué conocía de las supuestas entregas
de dinero que el yerno de Villar Mir y directivo de OHL, Javier López Madrid,
hizo a su exgerente, porque de esta constructora, que sólo entre 2002 y 2009 recibió
más de 4.600 millones de euros en obras procedentes de administraciones del PP,
o de su primer ejecutivo, uno de los mayores donantes del PP a título personal,
no le consta absolutamente nada.
Tal
es el caudal de desconocimiento sobre el que navegan, que se hace difícil
entender que esta gente haya podido estar al frente del país o de su propia
comunidad de vecinos, y que ahora mismo lo sigan pretendiendo. Eso sí, pueden
presumir de haber reescrito el principio de Arquímedes cambiando el agua por la
mierda. No es que floten, es que caminan por ella de puntillas como en el lago
de los cisnes. ¡Qué espectáculo!
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