viernes, 3 de febrero de 2023

S A E T A

 

S A E T A

(Ensayo novelado)

Obra: E.12 (a.85)

Capítulo 6

José Rivero Vivas

(200634)

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José Rivero
Vivas

SAETA  Obra: E.12 (a.85) - Ensayo –

Ilustración de la cubierta: Batallas (Los suplicios del amor)

1915,  de Ernst Ludwig Kirchner.

Cromoxilografía en negro, rojo y azul.

Berlin, Brücke-Museum,.

(ISBN: 978-84-18902- 37-6) – D. L.: TF 220-2022 –

Ediciones IDEA, Islas Canarias. (Año 2022)

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José Rivero Vivas

SAETA 

A partir de cierto momento, en cómputo de edad fingida, aquellos seres humanos, señalados con especial distintivo, recibirán una píldora cuyo efecto los anulará progresivamente hasta desaparecer del entorno, convertidos en polvo, para evitar gastos de traslado y posterior incineración, reservada sólo a cadáveres de impronta maravillosa y magnífica implantación en niveles inasequibles a los demás. Ello provocará nítida limpieza para comodidad de la esfera social selecta, despatarrada sobre la bola del mundo, de modo que, el florido sector de la humanidad se sienta seguro, sin temor a represalia vindicativa, por parte de la clase negada, cuya envidia del bienestar de los elegidos, es estrago que birla su felicidad, al tiempo que los lleva a adoptar medidas totalmente inadmisibles para la paz mundial.

La ciencia avanza y, en su progreso, ha sabido hallar el remedio eficaz para deshacerse de tanto habitante desocupado como puebla este globo, puesto en el centro del universo para disfrute de unos pocos. Quien no acepte la estructura vertical del esquema, presentado como sistema indeleble, en absoluto mejorable, ha de pagar con su evaporación la osadía de mostrarse desafecto.

Vayan ahora los poetas a llorar sobre las ruinas, el escombro y los millones de víctimas caídas por decreto de un jactancioso y su séquito adulador, bien que todos resultaran ilesos en el obtuso siniestro, acaecido como consecuencia de la decisión tomada anteayer, provocando el barrido de alfombra que azota al país vecino, cuyo mal mayor fue ser premiado con la fortuna de atesorar codiciada materia prima, expuesta  al escamoteo de aves encantadoras, en previsión de tierna hogaza.

Sin ser de su misma especie, el murciélago dejó sentir su vuelo raso sobre su propio destino, mortificando insano a su vecino; más tarde, sin embargo, esta conducta vino a ser vituperada como incómoda prueba para el gerifalte de los asuntos varios que conciernen al globo. El pueblo entero, subordinado a uno y otro endriago, hubo de callar ante la amenaza de su bota aplastante, betunada por sus secuaces, en concordancia con la acusada brillantez, por siempre cegadora.

La historia, inserta en esta falsa novela -acaso desnovela, en declaración de su autor-, se remonta a milenios antes de la adoración más antigua, practicada fervorosamente por gente de profunda creencia. Luego fue trasladada a siglos futuros, con envoltura fantástica, reflejo  de cuanto ha de ser el universo, una vez que el ser humano se haya aposentado en el espacio, moviéndose a sus anchas de globo en globo, cual ahora va de esquina en esquina, dejando detrás cuantiosas manzanas, agrias y a disgusto mordisqueadas.

No describe esta crónica cuáles son los avances científicos ni los restos arqueológicos descubiertos con el paso del tiempo. Solamente incide, con asaz redundancia, en la rareza de museos y bibliotecas, donde se conserva el pensamiento y la obra de muchos pueblos, que cayeron víctimas del aplastamiento sistemático, ordenado contra ellos por causa de su actividad interna, considerada subversiva por quien rige la acción imperial, acompañado de pequeños satélites, que giran en torno a su eje, con mayor ansia de exterminio que el propio país de anónima superchería.

Se desconoce el motivo por el cual, este autor, completamente desconocido, hombre o mujer, acaso niño, de cualquier sexo, trató de grabar la ansiedad de la población mundial, a raíz del acto de justicia recóndita, puesta en vigor en presunta asamblea general de innúmeras naciones, agrupadas en torno al país propagador del programa, justo y bravo, con que extendió su poderío sobre la faz del planeta, además de transportar múltiples unidades volantes, desplazadas sin trabas a través del firmamento.

Se hallaba, supuestamente, este escritor, carente de lógico argumento sobre el cual edificar la trama de su consecutiva novela, cuento o fábula, y pensó sorprender al mundo con una versión, extraña, por estrambótica, de la historia reservada a las clases protagonistas, en este curioso evento, de forma que nadie pudiera adivinar que una vez se dio la existencia de seres distintos: grises, verdes, de brazos tintos en sangre, dijo aquel novelista, por causa de tanta guerra de dominio, tratando de domeñar el impulso de independencia y rebelión latente en el seno de la humanidad sufriente.

*

En lo sucesivo, el profesorado se volcó en un análisis profundo del estilo utilizado en el curso de su redacción. Facundo, sin embargo, optó por desentenderse de huella académica que perturbase su afán, y rechazó la barbarie, en su plena dimensión, proceda ésta de fuente abundante o de estéril campiña reseca.

Alborotado en su principio, el hombre poseso de sexual fantasía, se agita recordando lujurioso el peso animal de aquel cuerpo que gozara cuando en ilusión se volcó sobre el amor perdido después de varios años de total entrega.

La preocupación por las cosas de este mundo le impide desarrollar su celo con el ahínco necesario para lograr un final apoteósico, que sería nombrado por allá del horizonte, de donde volvería prácticamente aumentado en desusada imaginación. Pero, es el caso que su mente divaga y propende a enfrascarse en rutinaria fatiga de actos triviales, que no aportan eficaz reposo al delirio de su embarazosa quimera.

Váyase, pues, el duende que lo visita y deshaga el lazo que lo ata a la resonancia principal, donde cada cosa se llama por su nombre, y la acción que el hombre realiza, con suerte distinta del mero pensar futesas, pasa de halago y sinsabor, en un medio roto, tras conseguir llenar la vasija de su hostil desencuentro.

*

El golpe dado con la aldaba sobre la puerta indica que alguien desea entrar en contacto con quien se encuentra dentro de la casa a la que llama. Si la persona solicitada no quiere permitirlo, no contesta a la llamada y el intento del otro queda frustrado. En definitiva, nada insólito sucede.

Ahora bien, ante el deseo de mostrarse cortés, tendrá que acudir a la puerta y abrirle a quien toca, aun cuando el contacto pueda implicar visos peligrosos, dado el manejo actual de estímulo y propaganda a favor de los individuos desafiados, cuyo peligro máximo se supone intacto a horas del amanecer. Así, quien desconoce los hilos que mueve el universo no debe preocuparse por su gestión, sincera o simulada. El hacedor de fines propios, encargado de mejorar todo cuidado, respecto de las delicias promovidas, ajeno a la suspensión de cierto tóxico alucinante, popular desde hace siglos, aunque solamente los pudientes hicieran uso de su mágico efluvio ensoñador.

Ello lleva a pensar que, el perfil de quien se arroga el don de mando, que acaso detenta, como bien prosaico, por superior capacidad física, no es virtud infusa, atesorada a favor del bien común dilapidado, cuando una vez se puso de manifiesto cuán grande es la codicia del ser humano.

Lo cual confirma que pronto estará el hombre contento de pertenecer a su propia especie, aun sin haber tomado conciencia del mal que siembra en este pequeño planeta, adonde lo trajeron por error de un funcionario que pulsó mal la tecla del ordenador, de donde se supervisa los destinos varios, dispersos en el espacio exterior.

A punto de trasponer el elevado farallón, delimitador de la arenosa playa, la nave se descuelga por el acantilado, desprovisto de historia, aunque es única en el país uniformizado después de rota su leyenda. La furgoneta espacial, útil eficaz del proyecto, fue haciendo su reparto conforme con la indicación fijada en la espalda del grupo librado. Una etiqueta trastocada fijó en la Tierra su residencia. Hoy, el vasto universo se lamenta, pese a ser pequeña la habitación que se asigna para querellas internas del díscolo sujeto.

*

La Tierra es el lugar que acoge a la especie toda, y, de algún modo, es de apreciar su generosa estima.

Esto halló Facundo, difuso en su reflexión, una mañana temprano, que acudió como de costumbre a dar su paseo frente al mar Mediterráneo.

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(Ensayo novelado)

Obra: E.12 (a.85)

Capítulo 6

José Rivero Vivas

(200634)

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Ilustración de la cubierta: Batallas (Los suplicios del amor)

1915,  de Ernst Ludwig Kirchner.

Cromoxilografía en negro, rojo y azul.

Berlin, Brücke-Museum,.

(ISBN: 978-84-18902- 37-6) – D. L.: TF 220-2022 –

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