lunes, 20 de febrero de 2023

EL ESPANTAPÁJAROS ROJIPARDO Y LA IZQUIERDA VERDE CLARITO

 

EL ESPANTAPÁJAROS ROJIPARDO Y LA 

IZQUIERDA VERDE CLARITO

Nadie debe olvidar que el rechazo a la guerra ha sido históricamente el motor de grandes transformaciones revolucionarias

PABLO IGLESIAS

Graffiti en un segmento del Muro de Berlín

con el mensaje 'Stop War!'.

Nadie con un mínimo de formación en historia de las relaciones internacionales duda de que la autoría del atentado terrorista contra el Nord Stream corresponderá, seguramente, a los EE.UU. Los EE.UU. han sido capaces de acciones mucho más radicales que esa en la defensa de sus propios intereses; la historia está llena de ejemplos.

De hecho, muchos de los críticos con la investigación de Seymour Hersh reconocían que probablemente los EE.UU. estén detrás del atentado, pero optaron por poner el foco en el hecho de que el famoso Pulitzer solo habría contado con una fuente anónima. Centrándose en la supuesta falta de calidad periodística de la investigación se dieron un tiro en el pie, porque provocaron un debate sobre la propia calidad del periodismo. Ese debate, inevitablemente, siempre acaba por dejar en mal lugar a la mayoría de los grandes medios y a la gran mayoría de los más reputados periodistas. La condición de posibilidad de que el periodismo tenga un mínimo prestigio y credibilidad es que jamás sea objeto de crítica y de debate. Esto es algo muy defendido en la profesión con una consigna a la par religiosa y delirante: los periodistas no debemos ser noticia.

 

Pero hoy no quiero hablarles del poder mediático y del periodismo, sino de relaciones internacionales y de los problemas de la izquierda para definirse en un contexto de transición sistémica lleno de incertidumbres.

 

Para preparar la asignatura que imparto sobre gobernanza global en la Complutense, tuve que leer y releer mucho para armar un programa de lecturas que diera a los estudiantes recursos teóricos para poder responder a la pregunta: “¿Quién domina el mundo?” La constatación de que el fin de las supuestas certidumbres ideológicas de la Guerra Fría no dio lugar a un mundo mucho mejor y de que podemos estar caminando hacia el horror global si el machine learning no lo remedia con una revolución socialista de la inteligencia artificial, me ha hecho reflexionar algunas cosas que quiero compartir con ustedes.

La noción “gobernanza global” nació al calor del optimismo liberal que sucedió a la caída del muro de Berlín. Los encuentros organizados en Bonn por Willy Brandt que incluso recuperaron algunas ideas del malogrado Olof Palme, acabaron definiendo en la ONU un hermoso programa político para impulsar las relaciones internacionales que se conoció primero como Objetivos de Desarrollo Sostenible y, finalmente, como Agenda 2030. Haber estado en el Gobierno como vicepresidente encargado de coordinar la implementación de los objetivos de la agenda me daba ciertas tablas para explicarlos, pero también la experiencia suficiente como para no engañar a los estudiantes: los objetivos de la agenda son un hermoso programa y solo el hecho de que existan y que se pueda hablar de ellos es una buena noticia, pero es imposible, con la actual organización del poder global, que se lleven a cabo. Si algún incauto internacionalista mantenía aún algo de optimismo, la guerra ruso-ucraniana ha terminado de enseñar la verdadera naturaleza de una transición sistémica en la que los EE.UU. van a usar su enorme poder militar y financiero para frenar la ventaja productiva de China. Que la invasión rusa de Ucrania sea un crimen, no borra la responsabilidad de la OTAN que ha empujado el escenario actual, no solo para restarle poder a Rusia sino, sobre todo, para borrar en pocos meses cualquier viso de autonomía de la Unión Europea.

 

Los objetivos de la Agenda 2030 son un hermoso programa, pero es imposible, con la actual organización del poder global, que se lleven a cabo

 

Del mismo modo que ni uno solo de los jefes de gobierno europeos, empezando por el canciller alemán, duda de la autoría estadounidense en los atentados, son también conscientes de que el “jardín europeo” es hoy más que nunca el jardín de EE.UU. Sería sectario calificarlos de traidores a Europa; las élites europeas consideran que depender de los EE.UU. representa hoy el mejor de los mundos posibles para Europa. Una parte de la izquierda postcomunista ha comprado con mayor o menor entusiasmo ese planteamiento. Frente a un mundo multipolar en el que los EE.UU. debieran compartir poder con la dictadura china o la autocracia rusa, es mejor depender de los EE.UU., donde al menos hay ciertas libertades. Como sin exterior constitutivo no hay relato posible, construyen además un espantapájaros; una supuesta izquierda rusófila que escribe con caracteres cirílicos y que defendería como proyecto internacional la señalada multipolaridad. Esa izquierda rojiparda sería básicamente admiradora del desarrollo económico chino y hasta de su modelo político.

 

No les niego que haya grupos dispuestos a ejercer su rol de espantapájaros, pero es radicalmente falso que la izquierda que critica a la OTAN se parezca a ese hombre de paja que la progresía verde clarito necesita para justificarse. El manifiesto por la paz y las soluciones diplomáticas impulsado por Ione Belarra y que contó, entre otros, con las firmas de Gustavo Petro y Jean-Luc Mélenchon, o la Conferencia de Paz organizada por Podemos en Madrid, demuestran que hay una izquierda en Europa y sobre todo en América Latina dispuesta a dar la batalla ideológica también en las relaciones internacionales. Aunque eso suponga tener enfrente a todos los aparatos mediáticos, que silban para no hablar del Nord Stream. No les fue fácil a los socialistas pacifistas defender su criterio frente al espíritu del 14, y hoy no serán las cosas fáciles, pero nadie debe olvidar que el rechazo a la guerra ha sido históricamente el motor de grandes transformaciones revolucionarias.

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