lunes, 13 de febrero de 2023

FULGOR ROMÁNTICO

                                                             

FULGOR ROMÁNTICO

Novela

(Obra: NC.16 (a.101)

José Rivero Vivas

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José Rivero Vivas

FULGOR ROMÁNTICO –  NC.08 (a.18) – Novela-

Ilustración de la cubierta: Mujeres en la calle

Óleo sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.

(ISBN: 978-84-17764-20-3) D.L. TF  9 - 2019

Ediciones IDEA, Islas Canarias. Año 2019

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José Rivero Vivas

PERIPECIA

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Ante mientes aspectos

como el Hambre presenta:

Mando, Fama, Placer,

¡Hambrones y Acezados!

Tenaces presionan por someter

al mismo que padece desolado:

Penuria, Daño, Privación, Miseria:

Cruel sino de una multitud sedienta.

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Deriva de estos versos:

José Rivero Vivas

DESTREZA
Diciembre de 2018

(Fragmento)

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Unidos los Hambrones

de tierra, mar y cielo,

según convocatoria

de azur concilio pleno,

se acuerda allí excluir

al soso, sin sosiego,

quien aspira también

a situarse entre egregios,

preclaros individuos.

señores de talento,

henchidos de alta alcurnia,

faros del universo.

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José Rivero Vivas

FULGOR ROMÁNTICO

                                    Fragmento:                         

CAP. 12-Págs. 169-172

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Silvestre enmudeció. Hizo su conocido gesto de cabeza e inició un encogimiento de hombros. Su mirada se dirigió a la Basílica de Le Sacré Coeur, y semejó trepar escaleras arriba tratando de ampliar su horizonte.

Lo cierto es que su mente voló al encuentro de aquel episodio que lo hundió en quiebra física. Al ser atendido, el mismo doctor emitió su irrefutable afirmación:

 

-¡Muchacho...; comer es necesario!

          ¡Je! Como si él no lo supiera. Qué cosas. Vaya ocurrencia la del médico. Qué acierto en su diagnóstico. Cuánto sabía. Qué manera de intuir las dificultades por las que uno atraviesa. ¡Toma talento...! ¿Y el periodista nórdico? ¿No lo flagelaba el hambre? Sin embargo, no saciaba su ansia, que lo colmaba de visiones. ¿Por qué motivo no satisfacía su acucia?... ¡Je! Tenía que haberlo preguntado al facultativo, doctor en filosofía sobre la penuria extrema.

          ¡Bah!, la gente, aguda y circunspecta, cree saber demasiado en cualquier tema que se tercie. No obstante, desconoce que existen dolencias urgentes, propiciadas por las circunstancias, que suelen ser más fuertes que la perentoria precariedad que lacera al sujeto en social desarraigo.

Bueno, tal vez lo saben; aunque inconscientes desoyen la situación de su prójimo, y, claro, juzgan su proceder a través de su propio estado, en lugar de analizar las desventajas que envuelven a la persona en aguda carencia. Qué se le va a hacer. Por eso el mentor, buena persona, bajo el influjo de su boyante posición, adoptó aquel tono paternal y le soltó aquello de...

          -¡Muchacho...; comer es necesario!

          ¡Vaya si lo era! ¡De qué forma lo sabía él! Tenía plena conciencia de ello. Mejor que el médico, seguro. Ya se daba por contento que en el reconocimiento no le hubiera encontrado nada malo en el cuerpo; bueno tampoco, cierto: llevaba tanto tiempo sin probar bocado... En fin, allí estaba, a pesar del accidente; menos mal que no fue nada grave, aunque todavía sentía algunos vahídos... A ver si con el tráfico se mareaba otra vez, y ahora sí que no se salvaría de ser atropellado.

Lo paradójico del caso fue que, al ser socorrido, alguien tuvo la peregrina idea de proponer que fuera atendido al instante, y lo llevaron a una avenida cercana, llena de clínicas privadas, donde los magnates de la ciudad, con sus familias, tienen preferencia. Atroz le parecía la decisión tomada, para auxiliar un individuo como él, Giacomo, arribado de Módena a París en pos de una ilusión fenecida. Sin embargo, la caritativa acción lo había consternado, y no sabía qué pensar. Se encontraba aturdido y falto de ánimo, con la esperanza rota y fallido el celo. Pese a ello, tenía que apurarse y salir de aquel hervidero humano, empeorado por la densa circulación, continua casi en diversas direcciones. Precisaba calma, y esperar la oportunidad que le permitiera echarse fuera del núcleo infernal, con el fin de alejarse del tumulto y la vorágine.

-¡Muchacho...; comer es necesario!

          ¡Je! ¡Comer! ¡Qué diablos! Para su gusto desconocía si alguna vez tuvo conciencia de su significado, respecto de cuanto el acto implica en su estricta definición. Había oído, y aun empleado este verbo; pero, como tantos otros vocablos, que son frecuentemente usados sin conocer su verdadera acepción. Absoluta o relativa, la de comer, para su adentro, no pasaba de ser pura abstracción; de la cual, por mucho que se prodigue, no se puede vivir.

          En suma, tonterías. El doctor estaba en lo cierto: hay que alimentarse; si no, defunción, y al hoyo; una vez sepulto, de nada le iba a servir aquel conglomerado de ideas que celosamente almacenaba en su mente.

          ¡Je! ¡Ideas! ¿Para qué las quería? La única digna de tenerse en cuenta era aquella del viejo galeno:

          -¡Muchacho...; comer es necesario!

          Ésta sí que daba en el clavo. Las suyas no eran más que nonadas, caprichos de niño tonto y melindres de imberbe engreído, que presume de hábil y elocuente. 

          Ideas... Una espuerta de cal y arena se merecía, por babieca y machacón. Así, a sus años, que no eran muchos, se veía derruido sobre su misma ruina: hundido en una anemia perniciosa que se lo iba comiendo progresivamente, causa por la cual se notaba más débil cada día. La prueba estaba en que, sus crónicas fatigas, aquella vez se habían convertido en colapso, y a poco cae en mitad de la calzada; entonces, trabajo infructuoso el de la ambulancia trasladándolo a Urgencia... Menos mal que, al ser conducido a un consultorio de elevado rango, el médico de guardia, como de humanitaria profesión, pasó por alto su deplorable aspecto y lo auscultó sin reparo.

Se hallaba por fin al margen del centro urbano, cuya agitación casi acaba su existencia. Ahora le restaba librarse de su propia grima, aunque desconocía el método a seguir para lograr su objetivo. Mientras tanto, habría de perseverar en su ocioso deambular, poniendo cuidado de no caer...

          ¡Je! Estaba visto que el médico tenía razón en su atinado aserto:

          -¡Muchacho...; comer es necesario!

          Máxima acongojante, si se sopesa su alcance en toda su magnitud.

 

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José Rivero Vivas

FULGOR ROMÁNTICO

Fragmento

CAP. 12-Págs. 169-172

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(43)

José Rivero Vivas

FULGOR ROMÁNTICO –  NC.08 (a.18) – Novela-

Ilustración de la cubierta: Mujeres en la calle

Óleo sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.

(ISBN: 978-84-17764-20-3) D.L. TF  9 - 2019

Ediciones IDEA, Islas Canarias. Año 2019

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Tenerife

Islas Canarias

Febrero de 2023

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