LA SOMBRA DE «LA ISLA DE LAS TENTACIONES»
El
liberalismo y el amor romántico como engranaje de la mecánica capitalista.
POR GONZALOHM
Si queremos hablar sobre programas de televisión de éxito en el panorama nacional, no podemos obviar el programa televisivo ‘La isla de las tentaciones´. Para intentar llevar acabo un análisis critico de dicho programa solo tenemos que replantear las formas de ocio y entretenimiento imperantes en el siglo XXI.
Estas formas de ocio y entrenamiento van estrictamente ligadas a dos palabras: el desengaño y la apatía.
El individualismo
más liberal absorbe y devora todas las conductas que guían nuestra vida, ya no
importa el bien colectivo, los cuidados entre las personas, los objetivos
mutuos, etc. Ahora nos hemos transformado en pequeñas empresas vivientes que
solo buscan el beneficio propio y el beneficio de los nuestros, en resumidas
cuentas, somos oligopolios humanos. Esta reflexión del individualismo es
precisamente la trampa del sistema dominante. Nos somos individuos libres que
toman sus propias decisiones, la alienación es muy peligrosa en este aspecto,
nos hacen creer precisamente esto, que somo libres, pero uno se da cuenta de
que no es libre hasta que se mueve y siente el peso de sus cadenas.
Esta pequeña
reflexión de inicio la podemos resumir en lo siguiente: No somos seres humanos,
somos recursos y mercancía.
Como prueba de esta
mercancía totalmente castigada por los mecanismo de producción capitalista,
tenemos el programa de ‘La isla de las tentaciones’.
‘La isla de las
tentaciones’ nos muestra la contradicción principal en el seno de la juventud:
el amor romántico como forma de vinculo social. La mera existencia del amor
romántico presenta la primera contradicción que es la monogamia, pero eso ya es
otro tema.
El amor romántico
es la maquinaria perfecta de aquello que hemos señalado anteriormente, el
desengaño y la apatía, el individualismo mas atroz y la cosificación mas
pulida. El amor romántico tiene unos pilares fundamentales: la posesión, los
celos, y la traición, esta ultima como si de un pacto de sangre se tratara con
castigos similares a arder en la hoguera como las brujas de Salem. Este ‘amor’
(si podemos llamarlo así) necesita de estos pilares para sostenerse, pero nunca
tenemos en cuenta el pilar principal, que es el sistema imperante.
No es difícil
vincular el sistema económico con el amor romántico, la economía de mercado es
posesiva, es celosa si se le quita X material y traicionera si no funciona. Son
esas relaciones sociales de producción las que han determinado la forma de
relacionarse entre los seres humanos. Amor y capital son la alianza perfecta,
son parásitos que conviven entre nosotros y hacen funcionar la máquina.
Mientras Ridley Scott en 1979 sacaba su obra maestra ‘Alien: el octavo
pasajero’ relacionando al alienígena con un parasito comunista que quería
destruir la innovación y progreso estadounidense, ahora ese alienígena se ha
adaptado y transformado en esta alianza entre el amor y el capital para arrasar
con todo. Lo que no se presto atención de Alien es que esta criatura solo
quería sobrevivir y necesita de los sujetos mas perfectos para alimentarse y
reproducirse, es decir, nosotros mismos.
Una vez tenemos el
parasito solo queda mostrarlo al público. Como si de un fetichismo a lo
Tarantino se tratara, mostramos, lucimos e incluso de manera orgullosa que
tenemos ese parasito dentro. Pero no olvidemos, que es el parásito el que
actúa, no nosotros mismos, no se trata de atacar a la persona como individuo,
se trata de atacar a la socialización de esa persona. Es aquí cuando el papel
de ‘la isla de las tentaciones’ entra el juego.
La palabra
‘tentación’ ya nos da pistas de su desfachatez. Si buscamos el significado
bíblico de la propia palabra ya nos sorprende: “la tentación conlleva al pecado
y este brinda como pago destrucción”. Solamente con esta frase, ya nos hacemos
una idea de la toxicidad que se esconde detrás, y por supuesto, si podemos
aprovechar para mencionar que Eva tomo la manzana por culpa de la tentación, ya
tenemos el ejemplo bíblico de la mujer como pecado humano y culpable de
determinadas situaciones.
El programa
consiste, básicamente en separar parejas en distintas ubicaciones y hacer que
convivan con otras personas solteras (heterosexuales por supuesto) y observar
cómo esta tentación les provoca. La isla es la serpiente y los solteros y
solteras la manzana, así de simple.
Esta situación
permite al observador analizar las conductas mas repudiadas del amor romántico,
en ese aspecto, se puede pensar que enriquecedor para analizar que se debe o no
se debe hacer, como o como no se debe actuar, etc. Pero no nos engañemos, el
publico no busca ese análisis social que tumbe los pilares del amor romántico.
El público quiere sangre, quiere guerra, quiere apostar, criticar y humillar a
quien no se comporte acuerdo a su visión de las cosas y lo peor de todo, atacar
al individuo que le suscite desapego, como si el espectador no formara parte
del engranaje que hace que la rueda gire. Al mas puro estilo de Gladiator
observamos como animales como otros se destruyen.
Si observamos desde
otra óptica que no sea la común, es un espanto todo lo que envuelve el
programa, pero nos engañamos y fingimos tener una postura crítica constante y
si de paso podemos echar un ojo para estar al tanto de la ‘actualidad’ pues lo
haremos, porque como ya se ha mencionado anteriormente, nosotros formamos parte
de esa maquinaria, somos el fetichismo de la mercancía.
Esta reflexión la
compartes en una mesa de una terraza con desconocidos alienados y la respuesta
liberal saldría a flote: “pues si tan poco te gusta el programa, pues no lo
veas o crea tu un programa mejor”. Hay que entender que no tenemos a nuestra
disposición los medios y aunque los tuviéramos, es imposible, seriamos la
piedra en el engranaje. ¿De verdad esa gente piensa que iba a tener éxito
televisivo un programa que enseñe a gestionar de manera sana las relaciones?
Luego los ingenuos y los utópicos somos nosotros.
En conclusión,
podemos aportar que el sistema necesita de dichos programas para sobrevivir,
perpetuar el amor romántico y con ello, los roles de género, la orientación
sexual, la moda, el consumo, el individualismo… Y así, es como construyen
nuestro ocio y entretenimiento.
Como se cita en la
película de La Chinoise sobre el arte “el arte no es un reflejo de la realidad,
sino la realidad de ese reflejo” y nosotros como individuos socializados en las
dinámicas de consumo capitalista, “no somos un reflejo de la realidad, somos la
realidad de ese reflejo”.
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