LA PELÍCULA DE CORINNA Y
EL REY JUAN CARLOS
DAVID TORRES
Puede que algún día
hagan la película de las amistades peligrosas entre el rey Juan Carlos y
Corinna Larsen, aunque casi seguro que no la estrenarán en España. Puede
incluso que, de rodarla aquí, dentro de tres décadas o más bien tres siglos,
les salga algo parecido a Pepito Piscinas, Agítese antes de usarla o Cristobal
Colón, de oficio descubridor, curioso subgénero de los tiempos del destape en
el que lo de menos era el guión y lo de más los muslos y pechotes que
atiborraban la pantalla. En la fabulosa historia de amistad y enemistad del rey
emérito y Corinna -tal y como se desarrolla en los juzgados suizos- tampoco es
que el guión tenga pies ni cabeza. En el mejor de los casos, el público del
futuro va a tener que tragarse chorradas e inverosimilitudes como ruedas de
molino y a lo mejor el público del futuro no cuenta con las tragaderas inmensas
de las que disponemos los actuales súbditos de la corona española. Otra
posibilidad sería rodar directamente una película porno.
Lo de blindar al
jefe del estado español con un artículo especialmente diseñado para ello en
mitad del mazacote constitucional no ha funcionado muy bien del todo, más que
nada porque los fiscales suizos no entienden un carajo de castellano y tampoco
son muy de hacer reverencias. Quién iba a sospecharlo, cuando desde siempre en
Suiza se han guardado los mejores secretos y las más sucias fortunas, desde las
facturas pútridas del Vaticano a las cuentas de los Corleone y la Yakuza. No
hay derecho. ¿En qué diablos vas a confiar si no puedes confiar en la banca
suiza?
Los afortunados
espectadores del juicio deben de estar alucinando con los vaivenes de un
culebrón que deja los chanchullos millonarios de Dallas, Falcon Crest y Los
Colby a la altura de un golpe del Torete. Corinna declaró en diciembre de 2018
que recibió 64.8 millones de euros de parte de su majestad el rey Juan Carlos
no para hacer de pantalla financiera ni para cuestiones de blanqueo, sino por
amor y gratitud. Traducido libremente del francés, casi 65 millones de euros
ganados a golpe de ingle. Nos hemos enterado ahora porque con los borbones las
noticias siempre llevan mucho retraso. El fiscal Yves Bartossa no acaba de
entender ni el origen del dinero ni los motivos por los que acabaron en manos
de Corinna, lo cual dice muy poco acerca de su imaginación y no digamos de su
espíritu romántico. Si antes, en la prensa española, se llamaba a Corinna sin
el menor reparo "la querida amiga" del rey , ahora se la llama
"la ex amiga" y aquí paz y después gloria. Más claro, agua del lago
Constanza.
Es una pena que el
elenco habitual de la época del destape ande de capa caída o, peor aun, difunto
porque con ellos la película de Corinna y Juan Carlos podría alcanzar cotas
cómicas insuperables. Mariano Ozores, por ejemplo, ya está muy mayor como para
bordar el papel de aquel jeque árabe que bajaba de un helicóptero regalando
dinero y joyas a espuertas en Los energéticos. Normal que, excepto Podemos y
unos cuantos insensatos más, en el Congreso hayan decidido una vez más correr
un tupido velo sobre estos feos asuntos palaciegos. Con una república seguro
que no pasábamos ni la mitad de vergüenza pero, la verdad, tampoco nos íbamos a
reír tanto.
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