viernes, 9 de agosto de 2019

¡ENCIMA!


¡ENCIMA!
JM AIZPURUA
¿Pero por qué los derechistas ponen mala cara? Salen sus líderes al estrado con cara de agobiados, de encabronados, echando sapos y culebras, y mintiendo e insultando a los asombrados miembros de la izquierda y nacionalistas periféricos. ¡Encima!

Pero si el capitalismo ondea en su país, los obispos son los suyos, las empresas también, y como cantaba Atahualpa; “las penas son de nosotros, las vaquillas son ajenas”. ¿A qué viene esa cara de vinagre permanente y con los montapollos naranja en plena actuación provocativa y victimista? No acabo de comprenderlo.
Los que, reine quien reine, siempre estamos perseguidos y marcados vivimos muy felices y en muchas chabolas he encontrado los valores humanos mejor vividos, con alegría en medio de la necesidad apremiante. Con ellos he visto la auténtica generosidad. Por ellos no se tensionan esos líderes avinagrados; otros son sus motivos.

Y debemos plantearnos que, en esa actitud de tensión, es la guerra la conclusión.
La tensión congresual, el ardor dialéctico insultante y zafio, traerá la consecuencia que un fanático a la vista de otro fanático de signo contrario caerá en la agresión y tendremos las primeras víctimas mortales. ¿Objetivo cumplido?
El mantener esa postura derechista de a ver quién es más insultante e intransigente, es un error mayúsculo en un Estado plural y plurinacional, con más de 3 millones de parados y una inmensa deuda. Lo adecuado es una dirigencia tolerante y negociadora para que nadie se sienta marginado. Parece sencillo pero la corrupción y falta de talla de la dirigencia política no les permite practicarlo en este país de Florentimo; que ni sabe poner un ladrillo ni rematar un córner.
El Estado en los últimos siglos siempre estuvo dividido por la mitad, una mitad con los poseedores y la otra con los desposeídos. La derecha y la izquierda. Los azules y los rojos. Los franquistas y antifranquistas. Los “constitucionalistas” y los progresistas. Pero ahora en los tiempos de la transversalidad y la opinión publicada y manipulada, las cosas se diluyen, las imágenes substituyen al modelo, y la victoria electoral depende de cuestiones nimias que hacen a muchos abjurar de sus posiciones ideológicas.
Los debates congresuales no contribuyen a la formación ciudadana. Los actores partidistas, repiten argumentarios prefabricados, llenos de mentiras e insultos al oponente. Nadie sale convencido del nuevo camino que proponen, pues la victoria se mide por las “zascas” (¿qué coño es eso?) que lanzó su candidato a diestro y siniestro.
Un mal teatro, con malos actores y actrices, con objetivo perverso de confundir y levantar la falda de la contrincante, aplaudido con las orejas por únicamente los miembros del partido entre los bostezos y faltas de educación del resto. ¡Patético!
Y ahora que el congreso debería debatir e ilustrar al Pueblo, sobre Cataluña, calla, pues ya el Poder decidió aplicar el tradicional método español de toga y palo, que le llevó a perder Cuba, y Filipinas. No estamos en el buen camino. Cataluña, los precarios, los jubilados, las mujeres, las empresas pequeñas, los parados y los con mal trabajo, y Canarias, también Canarias, merecerían que desde el congreso se hablase de lo suyo, y vieran los análisis y las ofertas que sobre ello harían los partidos y se enriquecería su conocimiento político viendo caer muchas caretas y carotas.
Pero eso sería la Democracia y no la democracia78 que sufrimos sin consuelo

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