martes, 13 de agosto de 2019

LLORANDO


LLORANDO
JM AIZPURUA
Quiero llorar por vosotros, ahora que soy viejo; antes de joven luchaba, pero ya mis fuerzas me abandonaron y solo mi voluntad de resistencia me mantiene entre lágrimas de impotencia. Yo no puedo, pero hay por el mundo mucha gente que recogerá la antorcha de los que en el mundo han sido luchadores por la Justicia, la de verdad, no la de la toga servil.

Y lloro porque os veo en la TV en la cubierta del barco donde R. Gere os entrega su comida y su solidaridad budista en contra de la indiferencia europea o la beligerancia de los neofascistas de Salvini, que les dice que hagan las maletas, ¡ya quisieran tener maletas! ¿Y el Papa charlatán, dónde está? ¿Y el que quiere ser Presidente y se va de vacaciones; que ofrece a este mundo: indiferencia?

El vaticano el año pasado tuvo beneficios por 17,5 millones. Telefónica 3,3 millones. Por Neymar ofrecen 180 millones y la ministra Robles autorizó gastar 2.000 millones en carros de combate, pero para los parias de la Tierra no queda ni un centavo ¿y se preguntan por qué lloro?
África nos dio la vida, de allí partió la epopeya del mono desnudo que llegó a la luna, pero no por méritos propios, sino por la explotación del hombre por el hombre, dejando a unos en el barro y a los más crueles en los palacios. Brechas y más brechas, de género, de clase, de raza, de religión, de aspecto y con un solo dios verdadero: el oro. Mundo de Mierda.
La coalición de tontos y malos nos obliga a vivir entre mentira y falsa corrección. Un argumentario nefando corre por nuestros oídos, manipulado por los pesebres editoriales y la vida sigue, ¿sigue la vida?
¿Desde qué credo se puede ser “conservador” ante el panorama actual? No hay nada que conservar de esta injusta situación que cierra puertas a la vida ajena, y se excusa con patrias, leyes y prudencias. Mentira. Es la eterna supremacía de la casta que dicta las normas de la vida, la del embudo con lo ancho para ellos y lo estrecho para los demás.
Y aunque a mí nadie me llore, yo no dejaré de llorar lágrimas rebeldes por los que sufren, los abandonados del Sistema en todas sus formas y colores. Tumbados en la proa del barco, o en los cartones del cajero, allá en la sombra junto al bohío, con los cielos como techo mucha gente sufre, malvive, y ya no tiene lágrimas pues las gastó en el empeño.
¿A dónde irán mis lágrimas? Yo quisiera que llegaran a mojar la cama del que tiene en sus manos la posibilidad de paliar el sufrimiento humano. Hay para todos, pero, vuestra ambición impide que el reparto sea más humanitario, menos cruel con el débil y el oprimido.
Ya no tenéis alma; sólo bolsillo. Se que mis lágrimas no os conmoverán.
Habéis pensado un nuevo mundo en el que ya no cabe el pobre, el débil, el alternativo. Solo los poseedores y los suyos, la casta, tendrán el disfrute en él y vosotros controlareis las máquinas y la tecnología, pero, ese mundo no será humano y por ello se romperá como en otras etapas de la vida. Vosotros sois una degeneración, una mutación ambiciosa que como Saturno pretende  devorar a sus hijos.
Pienso en ti, pequeño que me miraste desde la cubierta del Open Arms dentro de la pantalla de mi TV, y seguiré llorando, pero lágrimas rebeldes.
La vida no es para sobrevivir; es para vivir y eso sin solidaridad: es imposible.

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