domingo, 10 de marzo de 2019

PILAR BAEZA SOÑADA POR VICTORIA KENT


PILAR BAEZA SOÑADA POR
 VICTORIA KENT
JOSÉ ÁNGEL HIDALGO
Funcionario de prisiones, escritor y periodista
Esta semana de reivindicación feminista se celebra el aniversario del nacimiento de Victoria Kent (1898-1987), la primera mujer al frente de la siempre delicada Dirección General de Prisiones, cargo que ostentó durante la II República. Parlamentaria brillante y polémica, fue ella, con el antecedente memorable de Clara Campoamor, la que prestó un decidido vigor administrativo a la larga (y todavía sin culminar) lucha por hacer de la cárcel una institución humanizada.

Todas sus disposiciones estuvieron motivadas por su obsesión de hacer que el internamiento no solo fuese un tiempo para sufrir un inevitable castigo (el encierro), sino una oportunidad para rehabilitar al penitenciado: para ello siempre defendió como imprescindible la dignificación del cuerpo de funcionarios, por ejemplo, algo que parece que todavía hoy se olvida.

Pero lo que quiero contar tiene que ver no solo con que merece la pena refrescar la memoria sobre Victoria Kent estos días, por supuesto que sí, sino que este aniversario significativo coincide con una noticia que sin duda ha puesto a prueba el legado de esa singular mujer recogido en el artículo 25 de la Constitución: Las penas privativas de libertad (…) estarán orientadas hacia la reeducación y la reinserción social.. , epígrafe hermoso y fundamental que eleva a una altura estratosférica el texto de la Carta Magna, pues nos indica a los españoles nuestra obligación de respirar hondo y ensanchar el espíritu, mirar generosos hacia adelante y perdonar.

Es un esfuerzo ímprobo, perdonar, vaya que sí, pero la ley de leyes nos conmina a ello, y la noticia de que Pilar Baeza, una mujer que cumplió condena por inducción al asesinato, lidera una lista electoral luchando abiertamente para ser alcaldesa de Ávila, sacude con fuerza estos días las conciencias, la mía también. ¿Por qué ese estupor e inquietud? Pues porque al mismo tiempo que todos recordamos el hermoso mandato constitucional antes citado, heredero del empeño decisivo de Victoria Kent, nos inquieta también pensar en el dolor renovado que sin duda padecerá la familia de la víctima de aquel crimen.
He de decir que Pilar Baeza es una mujer que me admira por su templanza, determinación y coraje: abrirse en canal al escrutinio público (¡en España!) después de haber pasado por prisión es un índice fiable de la pasta de la que uno está hecho. También ha sido valiente Podemos, pues respaldándola con énfasis se somete también a ese escrutinio despiadado por una decisión que, siendo constitucionalmente irreprochable, pocos se la jugarían arrendándole la ganancia (electoralmente hablando).

Por el ejercicio de mi trabajo sé de primera mano lo que le cuesta al que pasa años en un módulo volver a enfrentar una vida en libertad. Reinventarse después de sufrir un largo encierro no es solo una cuestión práctica de recuperar el tiempo perdido, afectiva, intelectual y materialmente hablando, sino que la circunstancia del internamiento es una lacra mórbida y oscura, prácticamente imborrable, que debilita la confianza del ex presidiario hasta extremos patológicos. El estigma le acompañará por mucho tiempo: ha de ser fuerte, muchísimo, para superar el rechazo implacable, para aguantar la mirada acusadora una vez deje atrás el refugio que, paradójicamente, es para muchos la cárcel.

El penitenciado sabe que la ley le permite reinsertarse, y la institución carcelaria le brinda los medios para lograr ese objetivo (los que buenamente puede), pero sabe también que, una vez ponga los pies afuera, no faltará quien esté dispuesto a prevalecerse de esa circunstancia para dañarle: Pilar Baeza es el ejemplo, pues basta con poner su nombre en Google para darse cuenta de la dimensión del reto al que se enfrenta: la ferocidad mediática con la que se está recordando el delito por el que ya ha pagado, si bien puede ser hasta comprensible, no deja de poner a prueba las costuras de ese hermoso artículo constitucional que en esencia habla de dar una segunda oportunidad al que ha caído.

Pienso que si Victoria Kent hizo tan grandes y hermosas cosas fue porque su deseo último era que un día, alguien como Pilar Baeza pudiera salir a la calle tras cumplir una dura condena sin que ni su cuerpo ni su espíritu estuvieran hechos añicos, que pudiera reintegrarse con la autoestima suficientes como para hacer todo lo que la ley no le prohibiera una vez pagada su deuda: aspirar a ser alcaldesa de Ávila, por ejemplo.

De Victoria Kent fueron decisiones como instalar calefacción en las prisiones en la medida de su exiguo presupuesto, retirar grilletes, disponer que los infames jergones fueran sustituidos por humildes colchones, decretar la libertad de culto, conceder permisos de salida a los reclusos…  y permitir la entrada a la prensa en las penitenciarías. Con ella se abrió la primera cárcel de mujeres (Ventas) con cuartos de baño entre otras cosas, y un departamento especial para madres con hijos pequeños.

Todo esto se puede escuchar de su propia voz en la magnífica entrevista que Joaquín Soler le hizo en 1979 para TVE, en su programa A fondo, y que se puede ver íntegra en este enlace (es un excepcional testimonio de historia viva de la República):



Estoy convencido de que Victoria Kent hubiera sentido una enorme satisfacción ante la circunstancia difícil y complicada, pero llena de significado social, que hoy afronta Pilar Baeza. Lo hubiera vivido sin reservas como sueño que se cumple, un éxito rotundo de la institución penitenciaria en su primordial labor de reinserción.

Y la hubiera animado sin reservas, a pesar de la ferocidad mediática, a presentarse a la alcaldía: está en su derecho, ¿no?  Pues que la vote libremente quien le venga en gana.

¡¡Feliz semana de reivindicación feminista!!

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