viernes, 22 de marzo de 2019

MALDITOS SÍMBOLOS


MALDITOS SÍMBOLOS
DAVID BOLLERO
Vivimos tiempos convulsos en los que se pierde el norte con demasiada facilidad. Los símbolos son sólo eso, símbolos, elementos que representan una idea, una entidad... Otorgar a esa representación más peso del que les corresponde, normalmente en detrimento de lo que simbolizan, es un error, y eso es precisamente lo que se ha hecho, bien sea con los lazos amarillos, las esteladas o la bandera de España.

La polémica de los lazos amarillos comienza a rozar el  ridículo por ambas partes: mientras Torra se pone gallito al dictado de Puigdemont, Arrimadas rompe lacitos en el Parlament… ¿Y Catalunya? ¿Y los problemas que lastran el día a día a la ciudadanía catalana? No son pocos y ni gobierno ni oposición se ocupan de ello, centrados en la batalla de los símbolos. El independentismo es una cuestión a resolver pero mientras algun@s buscan una salida (otr@s sólo quieren aplicar el artículo 155 sin saber qué harán después), también es preciso abordar otros asuntos de entidad. Rechazar un presupuestos que traían un soplo de aire fresco a la Hacienda catalana fue una equivocación que hoy paga todo el pueblo catalán.

Este sinsentido de símbolos se ha trasladado también a la enseña nacional. Quienes no hacen más que enfundarse en la bandera de España y centrar su discurso en la unidad del país, en tratar de extender un pensamiento único, son los primeros que se limpian el trasero con la roja y gualda. ¿Qué sentido tiene besar la bandera de España mientras se discrimina a quienes viven bajo ella? ¿De qué le vale a las personas que viven en riesgo de exclusión besar la bandera si quienes lo hacen les privan de la Sanidad o la Educación públicas de calidad? De nada… y buena parte de esas personas apartadas en guetos sociales son españolas, no lo olviden quienes sacan pecho de patriotas.

Personalmente, esa distinción a mí me da igual, pues del mismo modo que reclamo justicia social para un español o una española, lo hago para quien llega de otro país. En este mismo espacio lo he repetido muchas veces y jamás me parecen suficientes: no creo en los patriotas, sino en quien vive y contribuye para que las personas de su entorno, del pedazo de tierra en el que habitan, tengan un mayor bienestar. Un pedazo de tierra que puede ser donde naciste o donde llegaste, me da exactamente igual. Mientras los abanderados no entiendan eso, seguiremos soportando discursos huecos aferrados a tiras de raso o trapos multicolores que cada vez representan menos lo que un día llegaron a simbolizar.

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