BRASIL, MUNDIAL DE FÚTBOL Y POLÍTICA
GUSTAVO
GONZÁLEZ - ANALISTA
Cuando se genera un movimiento de masas de características
importantes, como las que se están sucediendo en Brasil, es menester analizar
en profundidad las causas posibles de los acontecimientos.
Ya en la Copa Confederaciones hubo movilizaciones importantes,
pero actualmente el denominado “Movimiento pase libre” está concitando
adhesiones tales como la Central de Trabajadores de Brasil, el Movimiento Sin
Tierra y los Sin Techo sumados algunos sectores de la izquierda brasilera. Su
nombre tan particular nace de la lucha emprendida contra un aumento del
transporte público. Se espera que las movilizaciones según varios analistas
vayan en ascenso y se considera que será un mundial de fútbol muy agitado, no
precisamente por las habilidades que Neymar, Messi o Suárez demuestren en la
cancha de fútbol.
Si en un país como el Brasil, sumamente amante del fútbol, se
llegan a generar efectivamente movilizaciones masivas durante el mismo, la
cuestión no es menor y no se puede tener un análisis tan simplista como decir que
“la derecha está detrás de esto”.
Ese discurso esconde una brutal falta de autocrítica que no nos
hace bien. En el mes de agosto del 2010, tuve el honor de compartir en el Foro
Urbano Mundial un debate con destacados panelistas no solamente académicos sino
también hombres y mujeres líderes del Movimiento Popular; entre ellos estaba la
gran compañera defensora del derecho a la vivienda Raquel Rolnik. En el mismo,
donde ya se daban las cifras que se iban a gastar e invertir para el mundial de
fútbol, alertamos junto a Raquel el problema que se iba a generar a partir de
los desalojos masivos de miles de brasileros.
Pero además, y fundamentalmente, que la gran inversión sería un
gran negocio para las grandes empresas multinacionales de la construcción, dejando
en el futuro verdaderos “elefantes blancos” totalmente inútiles e innecesarios.
Recuerdo que un compañero de la platea dijo que estaba bien lo que estábamos
diciendo “pero el fútbol y la pasión de su pueblo eran superiores a todos los
razonamientos que se pudieran hacer”.
A cuatro años de dicho debate, la realidad es que las cifras son
escandalosas en cuanto a inversiones en los estadios, los desalojos trajeron
consecuencias nefastas y estamos frente a una crisis social real.
Los esfuerzos de Lula y Dilma en su lucha contra la pobreza no
se pueden negar, son reales, pero también son reales los escándalos de
corrupción, la brutal desigualdad social que continuará, porque el gobierno no
tiene planteado ir efectivamente a los problemas estructurales. Aquí está el
problema que no podemos dejar de ver: las limitaciones del PT tienen que ver
con las alianzas que tuvieron que desarrollar para mantenerse en el gobierno,
con verdaderos sectores empresariales. Su programa político ya nada tiene que
ver con los orígenes del PT, verdadero partido independiente gestado a partir
de la inmensa lucha de los trabajadores metalúrgicos acaudillados por Lula.
Por lo tanto su gobierno frente a la gente que creyó en el
cambio está inmerso en un mar de contradicciones, las cuales generan este tipo
de crisis. Lo que nos debe importar es de qué forma se asimila esta
movilización de masas; si el PT no escucha este reclamo, pagará caro su sordera
política.
¿La derecha política podrá sacar réditos de esto en las
elecciones próximas? Si bien puede sacar algún rédito, no está en riesgo a la
fecha un nuevo triunfo de Dilma en las elecciones de este año.
Justamente en vez de preocuparse frente a esta movilización si
“la derecha está detrás” hay que preocuparse de ponerse a la cabeza de ella,
para que efectivamente se hagan los cambios profundos que Brasil necesita.
Solamente de esta forma la derecha y el imperio no podrán utilizar nunca una
movilización de masas gigantesca como la que está en curso. El problema siempre
estriba en la dirección política de las luchas.
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