"LA SOCIEDAD DE LA
MENTIRA"
EDUARDO SANGUINETTI
.jpg)
Permanecer en este planeta significa vivir en un espacio de
simulacro, compuesto de fragmentos absolutistas elaborados en "tienda de
accesorios" de las corporaciones del poder.
La importancia del simulacro, devenido en mentira, cual
paleo-mito escindido, radica en los perjuicios que ocasiona en la comunidad
toda, sin ellos no importaría la contundencia, en el accionar de la mentira,
instalada en la existencia de las comunidades, que la han asimilado cual forma
de vida, sin lugar para el planteo inicial de alguna verdad, que anularía cual
golpe constitutivo de discontinuidad en el accionar de esta mentira.
El espacio de la política, hoy más que nunca, es el de la mentira
sin lugar a dudas, las mentiras de la política ya no dejan de tener contenidos
inocultables que provocan una instancia paradójica en secretos develados, que
todo ciudadano avezado no deja de conocer y deplorar, deviniendo en estos una
sensación de impotencia e indignación producidos por la violencia diferida del
vector al que apunta la mentira: la necesidad de un sentido que no existe.
En la Sociedad de la Mentira, dentro de la cual el Intelectual
debería tener un rol esencial, en su tarea irrenunciable de instalar la
Voluntad de la Verdad, me resulta paradógicamente muy difícil definir a este
mismo “intelectual”, con sentido de ser, portador de ideas y conductas a seguir
por una población que se debate en un estado de inseguridad ante el simulacro
como norma de vida.
Comunidades huérfanas de un “tiempo sin tiempo”, donde el poder
simulado en democracias “de la diferencia”, abandonan a su suerte y a las
consecuencias atroces de vivir sin justicia y bajo la mirada infame y farcesca
de los medios de comunicación y el imperio de las redes sociales tejidas por
esta población perdida en el imperio de Twitter y Facebook, con un futuro
calculado de llegar a ser esclavos de un materialismo ilusorio, en un mundo
donde el Capitalismo impuso su criterio, en la gran mentira de la izquierda
progresista y la derecha liberal.
Creo que el método del intelectual relativizador del accionar
criminal del poder, consiste también en calcular una justa irrupción de la
verdad: “debe decir lo que se cree que no debe decirse”. Hoy, cuando me refiero
a la figura del intelectual hablo de aquellos que, más allá de toda profesión,
ejercen un discurso público y opinan sobre los grandes temas de un mundo que se
debate entre la mentira y el poder de quienes la imponen e instalan.
No puedo dejar de admitir, que guardo un profundo respeto por
los intelectuales, que a pesar de amenazas y peligros se pronuncian sobre los
temas que esclavizan a la comunidad.
En mi ensayo: “El Pedestal Vacío”(1993, Ed. Catari) en lo que
amplío mi certezas acerca de del simulacro y la mentira, convoco a la vez los
fantasmas, a los que se refirieron tantos notables intelectuales destructores
de las evidencias simuladas que instaló el poder a lo largo de la historia, que
hoy reaparecen por todas partes a modo de mentiras de ninguna verdad. El
desarrollo de las tecnologías y las telecomunicaciones provoca la apertura a un
espacio de una realidad fantasmal. No tengo dudas que la tecnología de punta,
en lugar de alejar fantasmas, abren el campo a una experiencia en la que la
imagen no es ni visible ni invisible, ni perceptible ni imperceptible, simple y
trágicamente un recuerdo escindido.
No dejo de insistir en el affaire de los medios y de la
transformación del espacio público a través del universo de las corporaciones
económicas de los medios de comunicación y de la web, conformadas por máquinas
de producción de fantasmas. No hay sociedad que se pueda comprender hoy sin
entender esa condición fantasmagórica de los medios y su relación con los
muertos, las víctimas, los desaparecidos que forman parte del imaginario
social. El demonismo convierte a esta suerte de nihilismo y escepticismo en fe,
y puede definirse como la mentira de ninguna verdad convertida en la verdad de
ninguna mentira.
El Autor
Eduardo Sanguinetti

No hay comentarios:
Publicar un comentario