JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ: TORQUEMADA EN EL MINISTERIO DEL INTERIOR
RAFAEL
NARBONA
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No quiero ni pensar qué habría sucedido si el autor del crimen
hubiera sido un “indignado”, lo cual es bastante improbable, pues la no
violencia fue la bandera del 15-M. O si un obrero en paro hubiera cometido el
asesinato, ofuscado por su situación de miseria y desamparo. Imagino las
portadas del ABC, El Mundo y La Razón, incitando al odio. A fin de cuentas,
esos periódicos llevan mucho tiempo envenenando la convivencia y deformando
obscenamente la verdad, sin respetar los principios elementales de la ética
periodística. La derecha de este país nunca se ha cansado de avivar el odio, la
intransigencia y la humillación del adversario. En España, hablar de derecha
democrática es un mal chiste, pues no hay nada parecido. Solo existe una
derecha neofranquista, que protege a los torturadores y se niega a condenar los
crímenes de la dictadura. Una derecha “yihadista” que ha colocado concertinas
en las vallas fronterizas para destrozar la piel de magrebíes y subsaharianos,
una turba tan peligrosa como las “hordas marxistas” exterminadas por la espada
triunfadora del general Franco, un caballero tan cristiano y ejemplar como
nuestro Ministro del Interior. Jorge Fernández Díaz es un buen ejemplo de esa
derecha “yihadista”. Afiliado al Opus Dei y a la Sacra y Militar Orden
Constantina (consagrada a la glorificación de la Cruz, la difusión de la Fe y
la defensa de la Santa Madre Iglesia), pidió la intercesión de Santa Teresa de
Jesús en “estos tiempos recios” y concedió la Medalla de Oro al Mérito Policial
con carácter honorífico a Nuestra Señora María Santísima del Amor. Imagino que
reclutar a la Virgen para realizar trabajos policiales constituye un éxito
colosal, pero los que somos escépticos en materia religiosa, preferimos que lo
sobrenatural y lo fantástico no desborden el círculo de las devociones íntimas
y personales. De lo contrario, el siguiente paso será fichar a Dios y a los santos
de la Iglesia para repartir mamporros en las concentraciones de “perro-flautas”
y “rojo-separatistas”.
De niña, Santa Teresa huyó del hogar paterno con su hermano
Rodrigo. Ambos soñaban con ser “descabezados” por amor a Cristo. Mucho más
práctico, Jorge Fernández Díaz ha considerado más eficaz y cristiano descabezar
a sus enemigos, desatando una oleada represiva que nos acerca a pasos
agigantados a la España de Arias Navarro, el “carnicerito de Málaga”. No
conozco detalles de su infancia, pero me aventuro a especular que tal vez
jugaba a ser Torquemada, levantando piras inquisitoriales y chamuscando a las
hormigas que se cruzaban en su camino. Ahora se contenta con amedrentar a los
que critican la gestión del PP, creando una atmósfera de miedo e inseguridad.
No está solo. Aunque le apoyan todos sus correligionarios y un sector de la
población con nostalgia del franquismo, ha encontrado un inestimable
colaborador en la figura de Alberto Ruiz-Gallardón, un energúmeno con cejas de
centurión falangista. Los dos trabajan codo a codo, luchando para crear un
ambiente prebélico. Mi madre sobrevivió en el Madrid de 1937 a una bomba de la
aviación fascista y no deja de preguntarme si nos hallamos en el umbral de una
nueva tragedia. Yo intento consolarla, respondiéndole que solo vivimos el final
del régimen nacido el 18 de julio de 1936 y reformado en 1978 para adaptarse a
los cambios históricos. Sin embargo, mis palabras resultan poco convincentes,
pues una nueva legislatura del PP representaría una gravísima amenaza para la
convivencia pacífica. Los nuevos recortes que no esperan para cumplir el pacto
fiscal europeo, la Ley de Seguridad Ciudadana y la reforma del Código Penal
exacerbarían las desigualdades (salarios miserables, pobreza infantil,
desempleo crónico, desahucios) y acentuarían la represión policial, liquidando
nuestras escasas libertades democráticas.

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