POESIA Y BÚSQUEDA DEL SENTIDO
Octavio Paz
Todo escritura convoca a un lector. La del poema venidero
suscita la imagen de una ceremonia: juego, recitación, pasión (nunca
espectáculo). El poema será recreado colectivamente. En ciertos momentos y
sitios, la poesía puede ser vivida por todos: el arte de la fiesta aguarda su
resurrección. La fiesta antigua estaba fundada en la concentración y
encarnación del tiempo mítico en un espacio cerrado, vuelto de pronto el centro
del universo por el descenso de la divinidad. Una fiesta moderna obedecería a
un principio contrario; la dispersión de la palabra en distintos espacios, y su
ir y venir de uno a otro, su perpetua metamorfosidad, sus bifurcaciones y
multiplicaciones, su reunión final en un solo espacio y una sola frase. Ritmo
hecho de un doble movimiento de preparación y reunión. Pluralidad y
simultaneidad; convocación y gravitación de la palabra en un aquí magnético.
Así, leido en silencio por un solitario o escuchado y tal vez dicho en un
grupo, el poema conjura la noción de un teatro. La palabra, la unidad rítmica:
la imagen, es el personaje único de ese teatro; el escenario es una página, una
plaza o un lote baldío; la acción, la continua reunión y separación del poema,
héroe solitario y plural en perpetuo diálogo consigo mismo: pronombre que se
dispersa en todos los pronombres y reabsorbe en un solo, inmenso, que no será
nunca el yo de la literatura moderna.
...La poesia nace en silencio, y el balbuceo, en el no poder
decir, pero aspira irresistiblemente a recuperar el lenguaje como realidad
total. El poeta vuelve palabra todo lo que toca, sin excluir al silencio y a
los blancos del texto. Los recientes intentos de sustituir la palabra por meros
sonidos-letras y otros ruidos son aun mas desafortunados y menos ingeniosos que
los caligramas: la poesía se pierde sin que la música gane. Es la otra poesía
de la música y otra la música de la poesía. El poema acoge al grito, al giro de
vocablo, a la palabra gangrenada, al murmullo, al ruido y al sin sentido: no a
la in-significancia. La destrucción del sentido tuvo sentido en el momento de
la rebelión dadaísta y aun podría tenerlo ahora si entrañase un riesgo y no
fuera una concesión más al anonimato de la publicidad. En una época en la que
el sentido de las palabras se ha desvanecido, estas actividades no son diversas
a las de un ejército que ametrallase cadáveres. Hoy la poesía no puede ser
destrucción sino búsqueda del sentido. Nada sabemos de ese sentido porque la
significación no está en lo que ahora se dice sino más allá en un horizonte que
apenas se aclara. Realidad sin rostro y que está ahí, frente a nosotros, no
como un muro: como un espacio vacante.
¿Quién sasbe cómo será realmente lo que viene y cuál es la
imagen que se forma en un mundo que, por primera vez, tiene conciencia de ser
un equilibrio inestable flotando en pleno infinito, un accidente entre las
innumerables posibilidades de la energía? Escritura en un espacio cambiante,
palabra en el aire o en la página, ceremonia: el poema es un conjunto de signos
que buscan un significado, un ideograma que gira sobre sí mismo y alrededor de
un sol que todavía no nace. La significación ha dejado de iluminar al mundo;
por eso hoy tenemos realidad y no imagen. Giramos en torno a una ausencia y
todos nuestros significados se anulan ante esa ausencia. En su rotación el
poema emite luces que brillan y se apagan sucesivamente. El sentido de ese
parpadeo no es la significación última pero es la conjución instantánea del yo
y tú. Poema: búsqueda del tú.
Los poetas del siglo pasado y de la primera mitad del que corre
consagraron con la palabra a la palabra. La exaltaron inclusive al negarla.
Esos poemas en los que la palabra se vuelve sobre sí misma son irrepetibles.
¿Qué o quién puede nombrar hoy la palabra? Recuperación de la otredad,
proyección del lenguaje en un espacio despoblado por todas las mitologías, el
poema asume la forma de la itnterrogación. No es el hombre el que pregunta: el
lenguaje nos interroga. Esa pregunta nos engloba a todos. Durante más de ciento
cincuenta años el poeta se sintió aparte, en ruptura con la sociedad. Cada
recopilación, con las Iglesias o los partidos, terminó en nueva ruptura o en la
anulación del poeta. Amamos a Claudel o a Mayakovski no por sino a despecho de
sus ortodoxias, por lo que tiene su palabra de soledad irreductible. La soledad
del nuevo poeta es distinta; no está solo frente a sus contemporáneos sino
frente al porvenir. Y este sentimiento de incertidumbre lo comparte con todos
los hombres. Su destierro es el de todos. De un tajo se han cortado los lazos
que nos unían al pasado y al futuro. Vivimos un presente fijo e interminable y,
no obstante, en continuo movimiento. Presente flotante. No importa que los
despojos de todas las civilizaciones se acumulen en nuestros museos; tampoco
que todos los días las ciencias humanas nos enseñen algo más sobre el pasado
del hombre. Esos pasados lejanos no son el nuestro; si deseamos reconocernos en
ellos es porque hemos dejado de reconocernos en el que nos pertenecía.
Asimismo, el futuro que se prepara no se parece al que pensó y quiso nuestra
civilización. Ni siquiera podemos afirmar que tenga parecido alguno; no solo
ignoramos su figura sino que su esencia consiste en no tenerla. Situación
única: por primera vez el futuro carece de forma. Antes del nacimiento de la
conciencia histórica, la forma del futruro no era terrestre ni temporal; era
mítica y acaecía en un tiempo fuera del tiempo. El hombre moderno hizo
descender al futuro, lo arraigo en la tierra y le dio fecha: lo convirtió en
historia. Ahora, al perder su sentido, la historia ha perdido su imperio sobre
el futuro y también sobre el presente. Al desfigurarse el futuro, la historia
cesa de justificar nuestro presente. Las preguntas que se hace el poema -¿quién
es el que dice esto que digo y a quién se lo dice?- abarca al poeta y a lector.
La separación del poeta ha terminado; su palabra brota de una situación común a
todos. No es la palabra de una comunidad sino de una dispersión; y no funda o
restablece nada, salvo su interrogación. Ayer, quizá, su misión fue dar un
sentido más puro a las palabras de la tribu; hoy es una pregunta sobre ese
sentido. Esa pregunta no es una duda sino una búsqueda. Y más; es un acto de
fe. No una forma sino unos signos que se proyectan en un espacio animado y que
poseen múltiples significados posibles. El significado final de esos signos no
lo conoce aún el poeta: está en el tiempo, el tiempo que entre todos hacemos y
que a todos nos deshace. Mientras tanto, el poeta escucha. En en el pasado fue
el hombre de la visión. Hoy aguza el oído y percibe que el silencio mismo es
voz, murmullo que busca la palabra de su encarnación. El poeta escucha lo que
dice el tiempo, aun si dice; nada. Sobre las páginas unas cuantas palabras se
reúnen o desangran. Esa configuración es una prefiguración: inminencia de
presencia.
Al fin me sale al encuentro; la lira, que consagra al hombre y
así le da un puesto en el cosmos; el arco, que lo dispara más allá de sí mismo.
Toda creación poética es histórica; todo poema es apetito por negar la sucesión
y fundar un reino perdurable. Si el hombre es trascendencia, ir más allá de sí,
el poema es el signo más puro de ese continuo trascenderse, de ser permanente
imaginarse. El hombre es imagen porque se trasciende. Quizá conciencia
histórica y necesidad de trascender la historia no sean sino los nombres que
ahora damos a este antiguo y perpetuo desgarramiento del ser, siempre separado
de sí, siempre en busca de sí. El hombre quiere ser uno con sus creaciones,
reunirse consigo mismo y con sus semejantes: ser el mundo sin cesar de ser él mismo.
Nuestra poesía es conciencia de la separación y tentativa por reunir lo que fue
separado. En el poema, el ser y el deseo de ser pactan por un instante, como el
fruto y los labios. Poesía, momentanea reconciliación: ayer, hoy, mañana; aquí
y allá; tú, yo, él, nosotros.
Toda está presente: será presencia. (*)
Texto tomado de:http://www.temakel.com/texolopaz.htm
Imagen tomada
de:http://www.ucm.es/info/especulo/numero6/opaz1.jpg
PUBLICADO POR JESÚS ADEMIR MORALES ROJAS EN 19:59
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