25M: PLEBISCITO CONTRA LOS RECORTES Y LA
CORRUPCIÓN
AGUSTÍN
MORENO
Jóvenes manifestándose
contra la corrupción y contra el presidente del Gobierno durante la cumbre
hispano-alamana celebrada en Berín en abril de 2013. / Efe
Un proyecto fracasado. El 25 de mayo se celebran elecciones al
Parlamento Europeo. Se producen en medio de una crisis económica y social
pavorosa y la Unión Europea (UE) ha sido incapaz de buscar soluciones. La
política de austeridad aplicada a ultranza está suponiendo el fracaso del
proyecto político europeo. Los cuatro principios en los que se sustentaba eran
el bienestar de la ciudadanía, la superación de las divisiones nacionales, la
solución a problemas transnacionales (inmigración, cambio climático…) y la
promoción de la paz mundial. Han acabado con ellos los ajustes, el
resurgimiento de los nacionalismos, el apoyo al fracking, el fracaso en materia
inmigratoria y el liderazgo mundial de la UE en la exportación de armas, como
muy bien sintetiza Ángel Ferrero. De ahí que la desafección de los ciudadanos
sea cada vez mayor, adoptando diversas formas (euroescepticismo, críticas desde
la izquierda a la ultraderecha), lo que deshace el proyecto europeo a marchas
forzadas.
Aquí en España el interés por las elecciones es mínimo y las
encuestas apuntan a un record de abstención. Tiene su lógica. Cada vez se ve
con más hostilidad una UE que, en comandita con el FMI y el Banco Europeo, no
ha hecho otra cosa que obligarnos a una
devaluación interna que ha empobrecido a la sociedad española. Los diferentes
gobiernos españoles, desde el de Zapatero al de Rajoy, han actuado al dictado
obediente de la troika. El colmo de la sumisión fue el artículo 135 de la
Constitución para pagar la deuda aunque no haya para comer, aprobado por PSOE y
PP con ocultación y alevosía.
Las estrategias de los partidos. Van a ser unas elecciones más
aburridas que el festival de Eurovisión. Se va a hablar de todo menos de
Europa, del pasado en vez del futuro. Muchas generalidades europeístas, ninguna
solución. Los grandes partidos plantean las elecciones en clave local. El PP ha
llegado a decir “que van a ganar por la credibilidad de sus alcaldes” (sic).
El PP y el Gobierno, con un candidato de último momento y con la
mandíbula de cristal por su pasado, recurren a la unidad de España, la herencia
recibida y la supuesta recuperación. La obscena recuperación de los ricos es la
única realmente existente. De hecho, los dueños del Ibex-35 ganan un 67% más
con el PP, mientras todos los demás somos más pobres. Pero, no importa, el
gobierno sacará todos los días una mentira sobre la economía: “Quiero lanzar un
mensaje de optimismo….”. Deberían de poner música a sus eslóganes y cantar el
estribillo de la recuperación, para que suene mejor. De vergüenza. Pero no
colará: la realidad es tozuda y los datos contundentes.
El PSOE, con una candidata de bajo perfil y con pocos recursos
políticos y dialécticos, más allá de las frases hechas de los asesores de
campaña. Con un mensaje poco creíble de prometer para Europa lo que no fueron
capaces de hacer en España. Recurriendo como argumento casi único al voto útil.
Como colofón de su campaña traerá al mitin central del PSC-PSOE a Manuel Valls,
el ‘padre’ de los recortes en Francia (50.000 millones de euros), ¿para
decirnos que es posible otra política? Y para reventar la estrategia del
partido, la apuesta por la gran coalición PP-PSOE del santón Felipe González en
su mejor versión neoliberal y defensora del stablishment.
En cuanto a la izquierda, ha perdido una ocasión de concurrir
unidos y golpear tanto al modelo neoliberal de la UE como al bipartidismo.
Esperemos que los errores no pasen demasiada factura y avance. Pero no parece
que sea capaz de movilizar el entusiasmo suficiente para empezar a visualizar
alternativas serias de cambio político. Se echa de menos que no hayan abordado
en sus programas cuestiones cruciales y urgentes para el país como qué hacer
para recuperar la soberanía económica y monetaria. Parece más difícil cambiar
la política neoliberal de la Eurozona que una complicada salida del euro. En
este sentido, es muy interesante el artículo de Pedro Montes que afirma que los
programas de la izquierda se mueven entre el pánico y la desolación.
Reconociendo el valor que, en teoría, toda elección tiene para
intentar cambiar las cosas a mejor, lo más útil es contemplarlas en clave
nacional. No cambiaremos el proyecto de la UE, si no cambiamos la situación
política interna. Por ello, quizá la decisión de a quién votar el 25 de mayo
habrá que tomarla en relación a dos claves: la política de recortes y la
corrupción. Recordemos.
España en ruinas. La pobreza alcanza niveles terribles como
denuncian los informes de Caritas Europa: la tasa de pobreza en España en 2012
era del 28,2% (13 millones de personas), al menos un millón y medio de hogares
están en situación de exclusión social severa (un 69,8 % más que en año 2007) y
somos el segundo país de la Unión Europea, tras Rumanía, con mayor pobreza
infantil.
Los desahucios no cesan y a pesar de la meritoria acción de la
PAH, en 2013 se produjeron 67.189 (184 al día), según el informe del Consejo
General del Poder Judicial. La pobreza energética bate un record: Iberdrola y
Endesa dejaron sin luz eléctrica a un millón de personas en 2013, al tiempo que
obtienen beneficios fabulosos.
Los despidos y EREs se han multiplicado con las dos últimas
reformas laborales del PSOE y PP y el paro sigue situado en la tremenda tasa
del 26%, con seis millones de personas. Ha seguido cayendo la población activa,
creciendo el paro con Rajoy en 622.000 personas y aumentando el exilio laboral
de los jóvenes españoles. La precariedad de los contratos basura y del tiempo parcial es la norma y una
hipoteca de futuro, ya que tener trabajo no asegura la subsistencia y suele ser
la antesala de la pobreza.
Los recortes en los sectores públicos han sido la tónica
(educación, sanidad, dependencia, I+D+i, servicios sociales…). Privatizaciones
de servicios esenciales para la comunidad son detenidos, a veces, gracias a la
lucha de los trabajadores y los usuarios (Sanidad de Madrid).
Una devaluación salarial a todos los trabajadores, alcanzando
hasta un 17% para los de ingresos más bajos, un ataque a los convenios
colectivos y la congelación permanente de retribuciones a los empleados
públicos. El robo en materia de pensiones con la última reforma que condena a
subidas perpetuas del 0,25%, sea cual sea la inflación.
Estos datos no son del gusto del Gobierno, porque no quiere que
la realidad le estropee su propaganda. Pero España, después de Grecia, es la
ruina mejor conseguida de Europa. El gobierno debería de saber que el desempleo
masivo y la pobreza son incompatibles con las instituciones democráticas.
La corrupción como algo cotidiano. Se han destapado inmensos y
espectaculares casos (Gürtel, Bárcenas, ERES,…) con cientos de imputados y no
dimite ni dios. La mayoría de los corruptos están en la calle, la impunidad es
casi absoluta y no se acaba de legislar con rigor para atajarla. Recientemente
el fiscal general comparecía en el Congreso y advertía de la falta de medios y
de leyes para luchar contra la corrupción; también alertaba de cómo llegan las
causas más complejas precocinadas desde la policía y Hacienda. También parece
que hay una ley del silencio entre los grandes para no referirse a ella en la
campaña electoral.
Que actuales siguen siendo las palabras de Rosa Luxemburgo: “La
justicia de la clase burguesa fue nuevamente como una red que dejó escapar a
los tiburones voraces, mientras atrapaba únicamente a las pequeñas sardinas”.
Algo así estamos viviendo, para desmoralización de los ciudadanos y
deslegitimación de la democracia.
¿Qué hacer ante este estado de cosas?. Teniendo en cuenta la
poca capacidad de incidir en la UE, intentar cambiar la situación interna del
país. Votar a los responsable del drama que vivimos indicaría masoquismo y
memoria de pez ¿Es una solución la abstención, el voto en blanco, quedarse en
casa? El bipartidismo lo agradecería, es lo que espera descaradamente. Es una
opción, pero tiene el riesgo de que con menos del 15% de los votos del censo, y
una raquítica participación, algunos proclamen su victoria formal, aunque
totalmente pírrica. Y se presentarían como legitimados para seguir con los
recortes en 2015, tal y como les pide la UE, que habla de más de 23.000
millones para alcanzar los objetivos de déficit
y de deuda.
Por lo tanto, mejor votar, incluso, sin entusiasmo. Llenar las
urnas de rechazo a las políticas de ajuste y a los recortes, al atropello que
significa el artículo 135 de la Constitución, votar contra la impunidad de la
corrupción. Darse el gusto de sancionar en las urnas a todos los responsables.
Ahora bien, vóteles si le gusta que le despidan con las reformas laborales, que
le recorten en educación, sanidad o dependencia, que le bajen la pensión y el
salario, que amenacen sus derechos y libertades, que le impongan su moral con
la ley del aborto tras las elecciones. Pero si usted no es banquero ni
empresario del Ibex 35, por favor, no me pida que le diga lo que opino, que
quiero seguir siendo una persona amable.
Se necesitará una generación entera de trabajo obstinado para la
gigantesca tarea hacer de España un país habitable de nuevo. Empecemos diciendo
no a las políticas aplicadas. Convirtamos el 25 de mayo en un plebiscito contra
los recortes y la corrupción.
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