VIENTO NORTE. VIENTO
SUR...
DUNIA
SÁNCHEZ
Penas y penas. Agitación que
revuelan las palomas blancas al alba. La despedida viene arrancando, cortando
cada vínculo cuando eran vuelo unísono. El monte se atisba orientado al norte y
al sur un océano sereno, quieto.
- Por qué, pregunto. Me haces esto
después de tantas estaciones convergiendo en la misma cama, en las mismas
sábanas. No ves mi desnudez. Sí, me desnudo y me desprecias. Te vas al salón.
No quieres estar conmigo. Tu mal humor me induce que hay algo. Otra ave que
vuela a través de tu mirada, de tu aroma. De aquí la siento. Siento su olor.
- No. No digas estupideces mujer. Todo
tiene que acabar. Nada es eterno. Ya no me produces nada y si otro ser viene a
mí por algo será. No creas que tú seas capaz de comprenderlo.
- ¡Comprender que tienes a otra¡ Cómo que
no. Por supuesto que sí. Es eso. Es eso. Tu negación a mis besos es por ella.
- No.
- Si. Qué te crees. No seas hipócrita. Me
vas a engañar a estas alturas. Anda tómate el café y hablemos. Me detengo. Me
paro. Me someto a tus explicaciones aunque reviente, aunque la impotencia queme
mis entrañas.
- Todo es muy largo mujer. Porque no
tengo otra. Es que no comprendes. Esto se ha acabado. Me siento cansado. Esta
monotonía nos ha fusilado.
Se va hacia la ventana él. Sí, esa
ventana que da con el viento norte. La abre y escucha el trinar de los pájaros
que al amanecer levantan sus alas. Es triste. Siente un dolor intenso,
agonizante ¿Cómo decírselo¿ se pregunta. Como decir a esta mujer, a esta
compañera de media vida que no la quiere, que quiere a otro. Sí, a otro.
Se va hacia la ventana ella. Sí,
esa ventana donde el ronroneo del sol se comienza a escuchar. El sur está
despejado. Y ella también siente el canto de los pájaros, un canto que hoy ha
despertado en la pesadumbre, en el adiós.
De espaldas los dos. El en el
norte. Ella en el sur. Que aroma los clamará para que la ruptura de su unión no
sea caótica. Comprenderá ella. Tendrá valor él. Para qué engañarse. Para qué
engañarla. Se dan la vuelta. Se miran.
El cae de rodillas. Ella es temblor que estremece las paredes de esa casa donde
han convivido juntos.
- No puedo más amiga. Me enamorado.
Si, enamorarse donde los manantiales corren hasta llegar al corazón. Y no es
ella. Es él.
-El…¡Por qué¡ Por qué has esperado
tanto tiempo. Esto es una cuchillada doble. Me has mentido ¡Mentido toda la
vida¡
- A ti te aprecio mujer…Eres…
-Calla. Calla. Guarda silencio. No
hables más. Solo escuchar tu voz me embarga en un mundo de astillas, de
navajas. Por qué…Por qué..
-No sé. Un miedo. El cariño. No te
quería ver así, caída, dañada.
Todo ha terminado. Los pájaros callan. El día
se eleva con la intensidad de puentes movedizos que se hunden en el adiós. Ella
pálida. El cabizbajo, avergonzado. El sufrimiento los acompaña. Ella por la
mentira. El por mentirle. Pero aún así existe un cierto grado indudable amor
entre ellos. Un amor de amigos, de compañeros.
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