Eduardo
Sanguinetti
Filósofo
Los
años transcurridos hasta hoy, desde el comienzo de este milenio, donde la
ficción se apropia de la historia, son determinantes en cambios a repetición e
insistencia, que operaron una mutación, en la conducta y conformación del
hombre de este tiempo.
Sumado
a la culminación del “erratismo iniciático”, en que se da por finalizado el
accidentalismo político y la imputación nefasta de los poderes, deviniendo un
totalitarismo totalizante, que expurgó la culpa y el fatalismo, dando por
terminando con el balbuceo y abriendo “todo” el espacio, a un “Nuevo Paradigma”
de nuestro ser y estar. No olvidemos hoy más que nunca que “el mundo es
miserable para quienes proyectan su propia miseria”.
Es bien
conocido, el “malestar de la legítima inteligencia” ante el estado de las
cosas, sobre todo en el escenario, en que se debaten las diferentes
representaciones de la “realidad”, que pasó a ser una situación carente de
importancia, ya que es poco probable reconocerse en la misma como actor, uno se
convirtió en espectador del drama esencial de este milenio, que presenta la
apertura de un abismo entre quienes piensan que viven y quienes dictan sobre el
mundo, o piensan actuar sobre él.
Abismo
donde se precipitan, con el éxito que es conocido, todos los funcionarios
políticos corporacionistas, que manipulan sobre la geografía de este planeta,
psicópatas demagogos y descerebrados que destilan viejos discursos, reciclados
de odio, de racismo o de xenofobia, ante la mirada mansa de una comunidad de
naciones, que asiste mansamente a su exterminio.
En mis
enunciados, desde hace décadas, hago notoria y patente la resistencia a una
cultura “mercantilizada”, o de “buenos sentimientos”, que deviene en una
concatenación de ensayos lastimeros y pornográficos, construidos por militantes
deprimidos, de la “new age”, que dieron lugar a un fast food teórico,
rápidamente consumido y aceptado por la anestesiada humanidad sin norte
aparente. Enunciados, los míos, que sistemáticamente son censurados y
rechazados por los cobardes agoreros del síntoma, mercenarios rentados del
lenguaje, que operan como tamiz del saber en general, sobre todo sobre las
ciencias sociales y humanas, modificando el estatuto de su relación con lo
real.
Enunciados
que resisten a lo que se comprende de inmediato, sin ser digerido, resistir
igualmente al prurito de las opiniones y destrucción de trayectorias, desde las
redes sociales que operan desde Internet, como cuadros de los servicios, con
orden de eliminar de inmediato toda crítica, dicentimiento o simplemente quien pretenda
poner en juego algunos “valores” perimidos, elevados a categoría de sacros, en
el nuevo templo de una religión resbaladiza, donde la verdad es sacrificada en
nombre del entendimiento y de la aldea global.
Queda
claro entonces, que lo real y la verdad, hoy, persisten solo en el lenguaje, la
escritura y el nomadismo obligado, de quienes resisitimos a transitar en una
realidad gelatinosa y ficcionalizada, sin aparente posibilidad de cambio en el
futuro inmediato.
Ayer
dominaba el dogmatismo de la lucha de clases, hoy las simuladas gesticulaciones
humanitarias, carnales y sexuales, que con ¿certeza? eliminaron la fractura
social, o aliviaron el “repentino e insoportable malestar del mundo”… No hay
nada mas tedioso que las sucesivas y siempre perentorias “opiniones”, con que
nos abruman los artículos periodísticos escritos en los medios conservadores
del poder, por ex presidentes con vocación de oradores fantoches, como un
uruguayo adulado por la burguesía argentina, conocidos opinólogos “amateurs”, presentes
en cuanto programa de tv este en al aire y demás fauna farandulezca, con
apariencia de intelectuales de monta.
Opiniones
rápidamente retomadas, en intentos de libros-ensayos, especulativamente mal
facturados y sin futuro, como aquellos que precisamente la prensa gráfica y
televisiva, no cesa de alabar con la pretensión de que representan el
pensamiento de este milenio. El lenguaje, se utiliza como elemento
masturbatorio, desde los medios denominados de comunicación y en las redes
sociales, cubriendo y actuando como guardia pretoriana, de todos los incluidos
en este patético mundo de los “Ricos y famosos”, frase acuñada en era
menemista, donde los don nadie, sentaron reales en el universo de la
prostitución y la impunidad, a cualquier precio.
Pobre
milenio, en que la palabra intelectual, puede designar cualquier cosa, es
decir, casi nada. Pobre milenio el que ha tomado como modelo de análisis lo que
han hecho de él ciertos periodistas apresurados, “sin objetividad ni
subjetividad”. Una especie de veletas, invadidos por opiniones etéreas y
siempre en búsqueda de una opinión pública estable y general.
Sin ser
gran visionario, se puede predecir que el desprestigio que recae tan claramente
sobre la clase política, se volcará en estos próximos tiempos sobre esta
Inteligentsia, que ya no respeta la venerable paciencia del pensamiento.
Y he
aquí, el momento culminante, en el que debo advertir “la sumisión de lo
evidente”. Sumisión, que deviene en un pensamiento aristocrático, al que no le
interesa mucho influir en las masas estupidizadas, ansiosas, hipnotizadas y
prostituidas, ante toda la basura no biodegradable, que actuan en las redes
sociales y la tv, y que hacen nido en un inconsciente, que posiblemente dispare
quien sabe para qué sitio, en un instante y por siempre, cocinando un porvenir
sin huellas, ahistoricamente, como el poder político lo imaginó y efectivizó.
Muchedumbres
consumistas de nociones simples, rápidamente adquiridas en las tiendas de
accesorios y que el “pensamiento aristocrático”, rechaza, atento a los matices
y abierto a considerar complicaciones y bucear en las respuestas a tiempo, para
que el proceso de destrucción se detenga. Este accionar aristocrático suscita
la ira de la tiranía democrática que nos gobierna, o el odio de sus fieles
seguidores, a quienes les fastidia el saber, se encoleriza y mata… asesinos de
la libertad y de sus defensores.
La democracia,
no es una sociedad de consenso. Es una sociedad en la que cada uno tiene el
derecho de expresarse desde sí mismo, por sí mismo y a elegir, acorde a sus
inclinaciones y capacidades. Cada uno es el realizador de sí mismo, y punto.
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