lunes, 8 de octubre de 2012

ARTICULO DE JUAN CRUZ RUIZ SOBRE LA NARRATIVA CANARIA ACTUAL


Guerra y sueño de la nueva narrativa canaria


JUAN CRUZ RUIZ

 En todas las épocas, al menos desde 1970, ha habido una narrativa canaria a la que los medios antepusieron la palabra nueva.
La nueva narrativa canaria de ahora incluye numerosos autores, todos interesantes y todos de su padre y de su madre. En aquel tiempo, los 70 del siglo XX, la narrativa canaria (también la nueva) vivía bajo una maldición que subrayó Alfonso García-Ramos, que por otra parte fue un apóstol de aquella novedad narrativa que incluyó a algunos autores de ambos lados de las islas.

Decía Alfonso (que, con Luis Alemany, Emilio Sánchez-Ortiz, Isaac de Vega y Rafael Arozarena, estaba entre los hermanos mayores, o los tíos, de aquella generación) que los isleños estábamos dotados para la poesía, pero que la narrativa se nos resistía. Desde que dijo eso el gran periodista que escribió Guad, entre otras singulares obras narrativas, en Canarias ha habido pléyades de narradores e incluso de muy buenos narradores. Incesantes olas de escritores de ficción que han utilizado y utilizan la narrativa para contar lo que pasa en su tierra, y sobre todo lo que pasa en las ciudades y en las noches de su tierra.
Hace unos meses se presentó en Madrid la obra de Mariano Gambín Ira Dei y ahora acaba de presentarse también en Madrid El sueño de Goslar, de Javier Hernández-Velázquez. Y al tiempo que este último presentaba en la Casa de Canarias la novela en la que Santa Cruz (y la famosa escultura de Henry Moore El guerrero de Goslar, que está en la Rambla del 11 de febrero desde 1977) es protagonista, una narradora, ensayista y poeta grancanaria, Elisa Rodríguez Court, presentaba en la sede madrileña de la librería La Central su libro Decir noche...
Junté a Gambín con Hernández-Velázquez porque, aparte de sus distintas maneras de ejercer el arte de la novela, ambos sitúan ciudades (uno, La Laguna, sobre todo su subsuelo, y el otro, como digo, Santa Cruz, y en cierto modo también su subsuelo) como territorio protagonista de sus ficciones... Desde Luis Alemany y sus Puercos de Circe me parece que no había habido en la narrativa canaria (ni en la vieja ni en la nueva) una ambición tan explícitamente urbana de contar la guerra y los sueños de las islas.
Aparte de esa coincidencia, que en cierto modo alerta sobre una tendencia, despertar la conciencia sobre la existencia de las ciudades como excelente material narrativo, lo que interesa subrayar es la vitalidad de la ficción, y las excelencias que subyacen en la escritura de ambos.
El último que se ha presentado, Hernández-Velázquez, un escritor que nació en la calle Progreso del barrio de Duggi, en Santa Cruz, escribe una ficción que puede ir en la estantería negra de las librerías, pero puede transitar por donde quiera. Enraizada en la isla de Tenerife, y específicamente en la ciudad en la que él nació, tiene como columna vertebral una invención sobre el supuesto robo (que en cierto modo se dio) de la célebre escultura de Moore, pero se asienta en el lenguaje, el diálogo, la descripción, el humor e incluso el cinismo, como territorio en el que siente que ha de distribuir sus ingredientes.
Aunque se desarrolle básicamente en un solo sitio, es una novela cosmopolita que rescata para Santa Cruz algo de lo que la capital dimitió hace rato (quizá desde 1973, cuando se celebró aquella exposición de escultura en la calle que evoca la novela), y es la ambición de ser otra, de ser más abierta y más alegre, menos sombría y menos pequeñoburguesa. Aquella oportunidad, la escultura en la calle, de la que el novelista extrae sus símbolos, fue una gran bocanada de aire fresco en la ciudad. El simbólico robo de la escultura de Moore, perdida entre los pasadizos subterráneos de la ciudad, parece ser una alerta del novelista: cuidado, porque en efecto no te pueden robar la escultura, Santa Cruz, pero te pueden robar la vida...
La novela se ha presentado en una semana en que el editor de Hernández-Velázquez, Anghel Morales, de Ediciones Aguere (ahora asociada con Ediciones Idea), presentó también en la sede de la SGAE una idea singular: el Grupo Retablo (Maite Domínguez, Pablo Bethencourt) le ha puesto música a algunos novelistas del G21 (de Narrativa Canaria Actual). Han asociado sus composiciones a textos de distintos autores de ese grupo, los han mezclado también con fotos y cuadros de María Rey, Elsa Victorias, Andrés Delgado y Luis Alberto Hernández y han contribuido a generar un nuevo espacio mental para leerlos: el espacio en el que confluyen todas las artes, la música, la pintura, la fotografía, la literatura... Faltaba la escultura para completar el sueño, y ahí ha venido precisamente la novela de Hernández-Velázquez, que va de lo que pesan los sueños cuando éstos se combinan con obras como ese guerrero de Goslar que sigue soñando en Santa Cruz, mientras es soñado, también, por la ciudad...
 REPRODUCIDO DEL PERIODICO LA OPINION DE TENERIFE








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