JM AIZPURUA
Hay 4 cosas que me
rasgaron el corazón desde niño, y parece que moriré con ellas sin resolver: la
violencia contra los niños o las mujeres, la explotación laboral, y el racismo.
Pero el racismo es la más sangrante de todas pues engloba a las otras tres.
En mi barrio yo
pensaba que era el único blanco, pero mi vecinita, negra, me vio tomando el sol
en mi terraza, y desde entonces preguntaba a su mama: ki kote mesye woz? “¿Dónde
está el hombre rosado?” Y lo cierto que ese calificativo “blanco” es algo
irreal y un supuesto color prepotente sobre los demás, por pura decisión
etnocéntrica.
Debierais ver los
esfuerzos de las mamis negras para explicar a sus hijos pequeños que no es malo
ser negro, y que no se fíen del hombre blanco. Es una lección de vida que sigue
siendo necesaria y que, a mí, me hunde en la desesperación cuando he recibido
la mirada temerosa de los niños de poblados en los que los blancos dejaron sus
huellas.
Y el origen de esta
aversión anti-negro, tiene su origen en la católica España, en su realeza y
casta noble, que ante la apropiación de las tierras de “ultramar”, las llenaron
de negros africanos, raptados, hacinados en navíos, esclavizados y obligados a
trabajar en sus ingenios con la condición de ganado. Sus hijos, negritos, eran
regalados a las visitas como obsequio social.
Tres siglos de esta
inhumana explotación no han sido suficientes para que los negros americanos
recobren su normalidad humana. Llamarlos afroamericanos, y a los blancos,
blancos y no euroamericanos, es la nueva forma de esclavismo semántico para
ocultar que en América, blancos y negros son extraños, inmigrantes y los indios
los únicos aborígenes originarios americanos.
No es posible mayor
crimen y holocausto que la historia de la negritud americana diseñada por la
casta hispana.
Y las cuatro
puñaladas siguen vivas en este siglo XXI y los libros oficiales siguen
ignorando la verdad, persiguiendo a los que alabamos a Montesinos y maldecimos
a Colón, los que llamamos robar al descubrimiento de lo que ya estaba
descubierto, y a los que nos repugna la esclavitud y más sus justificaciones.
Pero al fin he
visto un rasgo de decencia; la policía rodilla en tierra ante los manifestantes
pro George Floyd, que es un reconocimiento de culpa que si arraigara en la
población que vota a Trump, estariamos en el inicio del siglo XXI, y también
para los de la cacerola que muchos de ellos viven aún de los títulos y los
botines de sus antepasados masacrando negros.
El Género Humano es
ya un viejo descubrimiento científico, no lo degrademos segmentando por raza,
religión, o riqueza material. El Mundo se hizo para todos.
¡Maravilla de pluma, comentando unas amargas verdades que, con sus razonables comentarios, de BLANCO, nos endulzan el día!
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