sábado, 3 de marzo de 2018

GUIRIGAY


GUIRIGAY
Cuento de Dos           
José Rivero Vivas

1

Recia y airada Fermina
urge a su íntimo Manuel:
-La “Nanaenmodomayor”
ha de variar de anaquel.
Su estar enfermo reduce
su empuje, su intrepidez
para gozar las delicias,
en plétora de esbeltez,
de una hembra de bandera,
generosa sin desdén,
que además de compañera
es servicial y es sostén;
sensata, enérgica y recta
propicia decoro y prez
al aire contaminado
por la abundancia de hiel
en la sociedad entera,
lo que lacera su sien.
Estupefacto y sentido
-le imputan acción soez-,
toma, acusado sujeto,
el cáliz del lodo aquel;
ante tanta inconveniencia
exhibe flor de doncel
y da razón de su ocaso
al polen de rica miel
Reaccionó ella rumbosa,
mas él no la apretó bien,
falto su amor de codicia,
de pasión y sin poder.
Sometido y reprobado,
anemia alega tener,
que lo tuerce jorobado,
sumido en honda endeblez.
La decepcionada esposa
lo puso a caldo de buey,
por ver si el varón medraba
en su función de astro rey,
y penetraba su entraña
con sapiencia y docta fe.
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2

Tempestuosa y esquiva,
sin amilanarse, pues,
Fermina, henchida de orgullo,
insta al pazguato Manuel:
-Tu necia actitud cobarde
me conturba hasta la hez.
Fijo estuviste con otra
limpiando en el almacén,
sito detrás de la casa
donde la vida es de tres.
-Extraña que no conozcas
a la hacendosa Raquel,
quien orden y policía
imprime aquí por doquier.
Atribulada, Fermina,
intranquila en su sandez,
se ofusca, fiera indignada,
en sorpresivo jaez:
tilda al cuco de pelanas,
singular en su memez.
Atónito, confundido,
desventurado Manuel,
rompe a llorar, dolorido:
la ansiedad nutre su ser.
Hipo tras hipo sustenta
su inocencia en altivez.
Frustrada y enfurecida
por el encono recién,
en colmo de paroxismo,
Fermina a su par prevé:
-Enmienda tu refocilo
con la coqueta Raquel.
-Escucha, Fermina, dueña:
el menda tiene derecho
a su aventura correr.
-¡Tente!, que pecas de fresco:
el haz de tu hoja al envés
torna, antes que me enfade
y abogue demanda cruel;
en prueba de desagravio,
el divorcio es de bon gré
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3

Se acerca Fermina sola
a la procura de un juez,
a presentar su querella
por el maltrato de quien,
miembro de su compañía,
le produjo a volapié.
Con asombro inusitado
exclama lelo el bedel:
-La “¡Nanaenmodomayor!”
¡Señora! ¿Qué pide usted?
-Que mi marido componga
en pentagrama a través.
-¿Cómo es posible su enojo?
Su vista sufre escasez.
La “Nanaenmodomayor”
es extremada, ¡pardiez!
Originada en la cuna
para entonar sólo a tres,
a coro la cantan hoy
más de veinte veces diez.
Excuso admirar la gracia,
subyugado a su dosel.
-El daño en ciernes perverso
no fue exceso de una vez:
reiterado está el defecto,
multiplicado por cien.
-Vaya ante Su Señoría,
que dirimirá su affaire.
Ya en la sala pide venia
y expone su caso exprés:
-Mi marido es muy malquisto
y se enciende sin porqué.
Impaciente se desvive,
pendiente de cuanto ve;
espera del magistrado,
vaticinio augusto dé.
Él se ahueca circunspecto,
por laudo justo verter:
-El siervo repita el gesto
en fase de ciento y seis.
Solemne prende el sumario,
y, al descender del andén.
-La “Nanaenmodomayor”,
queda sin efecto, ujier.
Gran alboroto en la sala,
causa del dúctil vaivén.
Estrábico y demudado,
pierde el público interés.
Fermina, reconfortada,
mira risueña a Manuel.
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4

Pícara y pizpireta,
Fermina cita a Manuel
en la hondonada del valle,
confluencia y nitidez
del mar: exclusiva rada
en que suelto nada el pez;
al alba, la pescadora,
en cazuela echa un jurel.
Se resiste el convidado
a su apetito ceder;
mas, la anfitriona sedosa
acciona de timonel:
al margen de simulacro,
lo invita a tomar un té;
torva y cativa persiste
en sancionar su doblez.
Miscelánea pomposa
de descontento a granel:
mientras, en prima dicencia,
surte su plante de ayer:
-No estoy ceñuda ni brava,
por introducir tu pie
en coto ajeno a mi nido,
fuente es de sutil saber.
Pronta respuesta recibe
atestada de adustez:
-Tu hazaña no es meritoria:
siempre alardeas de ley;
cierto que ciento más uno,
suma de muchos también,
anhelan cubrir un día
la aurora que ha menester,
por vencer el desconsuelo,
hallado en perfecto ser.
Carente ella de mesura,
presume de madurez:
-El hombre ha de aligerar
su peso activo, su grey;
nunca enarbole su cuita
cual conviene a su merced.
Determina su hombredad
el viraje del bajel,
cuando zarpa de trofeo
por mares de estolidez.
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5

¿Qué decir de aquella historia,
conchabada en su avidez?
Ninguna objeción suscita
el mismo infame panel;
allí, verdades de buten,
se enfilan a todo tren.
Amalgama edulcorada
en indefinido arcén:
el derrubio no contiene
carroza ni palafrén,
oda de acento furtivo
que evidencia lucidez,
producto de la franqueza
entre el hombre y la mujer.
A tanto agobio y fastidio
se erige a cambio un relais,
símil veraz del evento
que escamotea el crupier.
Capta el cuitado su rol
de mítica sencillez
-glosario de quien exhibe
un acervo de oropel-,
restringido a la encomienda
de paria sin validez
ni relevancia social
para ramo de laurel.
De amable condescendencia,
le advierte su caro bien:
No subas la pina cumbre
ni en cero caigas después;
ignora el fútil vejamen
en pro del señor que fue:
fino amante, enamorado,
galante, cabal y fiel.
Persuadido de su aporte,
concluye turbador él:
Esclavo de tu primor,
exento de paripé,
no haya recelo ninguno
de una parte y del revés.
Maravilla de cariño,
prodigio de amor fetén:
Fermina anega de mimos
a su adorado Manuel:
embelesa un arrorró
que ella sí susurra y él
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Guirigay
Cuento de Dos
José Rivero Vivas
Islas Canarias
Marzo de 2018
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