martes, 10 de marzo de 2020

¡QUE SIGA EL ESPECTÁCULO!


¡QUE SIGA EL ESPECTÁCULO!
JUANA GALLEGO
Las mujeres convencionales (incluidas las lesbianas) estamos más vistas que el tebeo. Ahora lo que mola es ser mujer trans. Solo en la última semana he visto noticias relacionadas con tres o cuatro: una que ha conseguido federarse en futbol, otra que ha conseguido la licencia para competir en natación (esta menor de edad), otra que competirá en los Juegos Olímpicos  en halterofilia. Las mujeres trans no solo son mucho más mujeres que las mujeres convencionales, sino que tienen mucho más glamour. Solo hay que ver la portada (y entrevista interior) de El País Semanal del 8 de marzo con la preciosa fotografía de la modelo Teddy Quinlivan. Claro que si no me dicen que es trans yo no hubiera reparado en ello, pues la veo como otras tantas chicas inalcanzables: con un cuerpo canónico 10, unos rasgos caucásicos perfectos, un look envidiable y supongo una saneada cuenta bancaria (pues trabaja para Chanel). Es curioso en cambio que no se hable de hombres trans (o muy poco en comparación), lo que evidencia que el mercado cosifica fundamentalmente a las mujeres (trans o no).



Y es que la sociedad del espectáculo en la que vivimos (Guy Debord ya lo dijo hace nada más y nada menos que 53 años) necesita renovar constantemente sus productos, pues de lo contario ¿Cómo se va a fomentar el consumo? ¿Cómo vamos a provocar nuevas necesidades?  Para ello hace falta convertir el sexo en el centro de la actividad económica mundial, cosa que ha conseguido el "régimen fármaco-pornográfico" (P.B. Preciado dixit) y la prostitución.

¿De verdad hay alguien que crea que la negación de los sexos biológicos, la autodeterminación de la identidad de género y la entronización del deseo como principio de acción política van a desestabilizar el sistema? ¿Hay alguien que piense que al capitalismo salvaje le importa qué prácticas sexuales prefieras, con quien te acuestas y si utilizas dildo o una fusta de cuero? ¿Hay alguien que crea que ser trans es en sí mismo transgresor cuando la industria fármaco-médica se está frotando las manos al ver el potencial que se le presenta entre operaciones quirúrgicas y venta de productos de hormonación? Por no hablar de la moda y la belleza, que encuentra un filón en un sector nuevo de individuos no socializados en la práctica de acicalarse.

Hoy sabemos que el capitalismo es capaz de asimilar la homosexualidad, las sexualidades disidentes y la experiencia trans. Lo único que le interesa es gente dispuesta a consumir.  A ver cuanto tiempo tarda el mercado en dejar obsoleto el transgenerismo. La próxima moda va a ser el transhumanismo, convertir el cuerpo en una terminal digital, o más aún convertirse en data, ser información en la nube. (No me lo invento yo, lo he visto en la serie Years and years).  Pero debajo del brilli brilli del espectáculo subyacen los problemas reales de las mujeres reales (incluidas las trans) agravados y multiplicados por la galopante desigualdad mundial.

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