A contracorriente
ABUELOS ESTRESADOS
Enrique
Arias Vega
La última semana ha sido especialmente
dura para la mayor parte de los abuelos. La causa: que a los padres se les han
acabado las vacaciones mientras que sus hijos no empiezan en el colegio hasta
unos días más tarde.
Ese desajuste laboral-escolar ha
obligado a los abuelos a hacer horas extra (no remuneradas, por supuesto), como
canguros, babysitters, cuidadores,
cambia-pañales, amigos, acompañantes, compañeros de juegos y lo que se tercie
de los nietos.
O sea, agotador.
Y eso que la nueva estructura
familiar, con divorcios, niños de acogida, fecundación en vitro, progenitores
monoparentales… permite que los pequeños tengan un montón de abuelos,
biológicos y de los otros, de sus padres y de sus parejas.
Pero no todo el mundo ejerce, claro. Yo
tengo unos nietos en Quito, a nueve mil kilómetros de distancia, con los otros
abuelos bien cercanos a ellos. Pues bien: acabo visitándolos yo más que mis
consuegros, a quienes ni siquiera conozco. Ya ven si estos últimos pasan o no
de su familia, de la política y de la otra.
Por eso, digo, los abuelos
ejercientes y orgullosos de su labor deberíamos gozar al menos de un día tan
festivo como el del LGTBI, con sus bailes y banderolas, sus shows televisivos y
pancartas alusivas en los ayuntamientos, sus subvenciones públicas y sus grupos
de presión. ¿Por qué no tener también nuestro Día del Orgullo?
De momento, mientras lanzo la idea a
ver si prospera, voy a la cama a reponerme de la semana más dura desde que los
abuelos han vuelto a reaparecer en la vida social gracias a la crisis, a sus
pensiones, a la falta de cuidadores familiares y a una sociedad que pasa de
ellos pero les estruja como a máquinas traga-perras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario